El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Uno puede tener opiniones acertadas sobre Dios sin que eso implique un verdadero amor o deseo de servirlo. Satanás es un claro ejemplo de esto.
De Berlín 66 a Lausana 74, Escobar habla de la influencia de referentes no solo en enseñanza, sino en un estilo de vida sencillo y generoso. Además repasa su experiencia de tres años en Canadá, sirviendo entre estudiantes.
Si hay soberbia, acontecerá la deshonra. Pero los humildes y la sabiduría está hermanados.
No es que esté mal buscar la pureza, pero cuando se hace desde la confianza en uno mismo, resulta ser eso de lo que estamos hablando, falsa pureza.
La humillación es producto de la soberbia, su resultado natural, siendo una la causa y la otra el efecto.
Ni siquiera toda una vida de intentos nos puede justificar, porque cuando más familiarizados estamos con nosotros mismos es cuando observamos nuestros fracasos, limitaciones y derrotas constantes.
Hay una generación de fatuos que tienen mucho poder y sus demenciales decisiones pueden salirnos muy caras a todos.
No es fácil ver el asunto de las diferentes iglesias y denominaciones sin la visión y el conocimiento que proporciona la madurez que con el tiempo se va adquiriendo.
Todos tenemos un problema de orgullo aunque no sepamos reconocerlo, y ese problema es más grande cuando creemos que no es así.
Esta cualidad es fundamental en un líder empresarial que enfrenta situaciones inesperadas, adversas o incluso de éxito.
Subyace dentro de mi corazón desde hace bastante tiempo el tema de la humildad sincera y no fingida, algo de lo que se nos habla largo y tendido en diferentes lugares de la Biblia.
Sí, de todas las iglesias puede salir algo bueno, o muy bueno, como son las personas compasivas, las que se duelen con las desgracias ajenas como si las estuvieran sufriendo en carne propia.
Los hippies eran considerados, a finales de los años 60, la escoria de la sociedad americana, pero Dios escogió a aquellos que eran “sin importancia según el mundo, lo despreciable, lo que nada cuenta, para anular a los que piensan que son algo”.
La Biblia explica que Dios usó una zarza espinosa que ardía sin consumirse para manifestarse a Moisés ya que ningún ser humano puede ver directamente al Altísimo.
Si una definición de pecado es no dar en el blanco, el menosprecio consiste precisamente en eso, en no dar en el blanco.
Si hay un rasgo que caracteriza al seguidor de Jesús, esa es “la humildad y mansedumbre”. Sin embargo, el mundo cristiano está lleno de personalismo y orgullo cubierto de falsa humildad.
Estos que se empecinan en obligar a los demás a someterse con toda humildad, espantan a la gente por la tufarada que exhalan.
Dios contempla a los humildes, a quienes están despojados de sí mismos, de sabiduría propia, de fuerza personal y de dignidad adquirida.
En este tiempo de crisis se hace, creo, más necesario que nunca establecernos fuertemente en el Dador de las promesas, más que en la bendición misma que nos ofrece, por mucho que la necesitemos.
Siempre queremos estar en primer lugar: si no es en el lugar de Dios, y tampoco a su derecha, al menos a su izquierda, o en una posición dónde se nos vea bien.
Ser humilde hoy es sinónimo de debilidad y lo débil es algo que en este ególatra mundo no tiene cabida.
Más que ocupar los primeros sitios asegurémonos de llegar con la humildad que se nos pide.
Sin embargo, si la mirabas de frente parecía ser alta, realmente alta.
Incluso cuando acertamos acercándonos a la fuente correcta y procurando imitarle, desacertamos en la manera de hacerlo y reproducirlo.
Aquellas fueron sus primeras navidades.
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