El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se afirma en múltiples publicaciones actuales que la observación de numerosas especies de pinzones en las islas Galápagos estimuló el interés de Darwin por cómo se originaron las especies. Esto es inexacto.
Las evidencias en favor del darwinismo no son tan fáciles de encontrar como habitualmente se cree.
Durante demasiado tiempo, el hombre de neandertal ha sido víctima de un torpe racismo paleontológico en nombre de la ciencia.
Hasta ahora Michael Behe ha sabido responder adecuadamente todas las críticas que se le han formulado y sigue manteniendo su postura.
Thaxton empleó por primera vez, en 1988, la expresión “diseño inteligente” para referirse a la idea de que el origen de la vida sólo podía entenderse adecuadamente apelando a una inteligencia previa.
Los cielos de hoy, como los de los días del rey David, continúan hablándonos de la gloria de Dios.
Marc Jost (Suiza), Clément Diedrichs (Francia) y Thomas Bucher (Alianza Evangélica Europea) ofrecen su opinión. “Aceptar leyes en democracia no significa renunciar a la libertad de expresión”, advierten.
Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española, explica su preocupación por una Europa que restringe cada vez más la participación de personas con convicciones religiosas en el ámbito público.
El problema del origen químico de la vida sigue siendo irresoluble. Muchas preguntas y planteamientos hipotéticos, pero ninguna solución plenamente satisfactoria.
Cada vez que se profundiza en el estudio científico de un determinado organismo, fluyen por doquier las evidencias a favor del diseño.
Antonio Cruz, especialista en biología y bioética, nos da su opinión sobre la encíclica papal Laudato Si y la importancia del cuidado del medio ambiente.
Las fuerzas de la naturaleza no pueden explicar el origen del fototropismo ni de las propias plantas.
El principal desafío para el materialismo científico es explicar cómo pudo surgir la información que presentan todos los seres vivos sin una causa inteligente.
Según algunos escritores bíblicos, la naturaleza muestra evidencias de sabiduría que pueden conducir hacia el conocimiento de su autor.
Los argumentos de antaño contra el diseño de los seres vivos no pueden ser empleados hoy con propiedad contra la teoría científica del diseño inteligente.
Que el universo sea tan antiguo como propone la ciencia contemporánea no tiene por qué ser incompatible con la acción creadora de Dios.
La probabilidad de obtener por casualidad una sencilla proteína de tan sólo cien aminoácidos es exactamente una entre veinte elevado a cien.
El diseño no implica necesariamente recurrir a la existencia de los milagros, ni tiene nada que ver con la religión, sino que es susceptible de verificación científica y, por tanto, debe formar parte de la ciencia.
¿Cómo aparecieron juntos todos los ingredientes, constantes y fuerzas necesarios, en el momento oportuno y en la medida adecuada, para producir un universo capaz de albergar la vida? Sólo se han dado dos respuestas: azar o diseño.
Necesitamos pensar teodiceas más elaboradas que satisfagan las difíciles preguntas formuladas por el hombre de hoy.
Creer que uno tiene la verdad absoluta en estos resbaladizos asuntos es, cuanto menos, un pretensión poco humilde.
Según la interpretación del Dr. Hugh Ross, el relato de la creación contenido en el Antiguo Testamento encaja con lo que vemos en la naturaleza.
Aunque el propósito de la Escritura es eminentemente teológico, esto no significa que sus afirmaciones fundamentales, cuando se refieren a los orígenes, sean erróneas.
Muchos interrogantes planteados por disciplinas como la bioquímica, citología, genética o incluso paleontología, para los cuales el paradigma darwinista carece de soluciones satisfactorias, hallan explicación en la teoría del diseño.
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