El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Antonio Cruz, especialista en biología y bioética, nos da su opinión sobre la encíclica papal Laudato Si y la importancia del cuidado del medio ambiente.
Francisco acaba de publicar la encíclica Laudato Si, un documento en el que aborda “el cuidado de la casa común”, haciendo un énfasis muy directo en la relación entre el daño ecológico provocado por la acción del hombre y la desigualdad.
Una de las claves de la encíclica está en su temática, pocas veces afrontada de forma tan directa por la Iglesia Católica. En la introducción, Francisco admite que en otras tradiciones cristianas han trabajado este asunto a fondo y agradece los esfuerzos que desde diferentes contextos se realizan para actuar contra el deterioro medioambiental.
Consultamos a Antonio Cruz, experto en biología y bioética y habitual colaborador de Protestante Digital desde el blog ConCiencia, sobre su opinión acerca de la encíclica y la posición evangélica en este asunto.
Pregunta. ¿Qué opinas sobre el hecho de que el Papa dedique una encíclica a este tema?
Respuesta. Me parece que esta iniciativa del papa indica la importancia que tiene hoy el problema medioambiental. La ética ecológica hace tiempo ya que entró de lleno dentro del ámbito de la bioética humana, puesto que no se trata únicamente del deterioro de los ecosistemas naturales que conforman la biosfera, sino que semejante destrucción afecta directamente a las personas en general y, en particular, a las más pobres o débiles. Personalmente, estoy de acuerdo con los puntos de vista que se sostienen en esta encíclica. En algunas ocasiones, en Protestante Digital se han defendido también estos mismos planteamientos. Yo dediqué el último capitulo de mi libro, Bioética cristiana, que se publicó en 1999, a este mismo asunto.
P. A grandes rasgos, ¿qué te parece el contenido de la encíclica? ¿Estás de acuerdo con el diagnóstico con respecto a la destrucción de la naturaleza de la que el Papa hace responsable al ser humano en su afán económico?
R. Como digo, el análisis de la encíclica me parece correcto y creo que se debería haber realizado mucho antes. Aunque, desde luego, nunca es tarde para reflexionar y mejorar nuestros comportamientos. En mi opinión, las relaciones entre el ser humano y el entorno natural han venido siendo difíciles ya desde la más remota antigüedad. Sin embargo, actualmente han llegado a ser auténticamente pecaminosas. Los cuatro grandes “ecopecados” o pecados ecológicos de la humanidad, a que me refería en mi libro, son la contaminación indiscriminada de la biosfera, el agotamiento de los recursos naturales provocado por una explotación egoísta y salvaje, la explosión demográfica incontrolada y la carrera armamentista. Por supuesto, no son los únicos, aunque sí los más significativos y perjudiciales.
P. En medios seculares (sobre todo en EEUU) se considera a los evangélicos como “retrógrados” en cuanto a la percepción del cambio climático, muchas veces negado desde posiciones conservadoras. ¿Crees que es una fama merecida? ¿Estamos los evangélicos poco concienciados sobre el cuidado del medio ambiente y nuestra responsabilidad?
R. Las diversas estadísticas al respecto ponen de manifiesto que, no sólo muchos evangélicos, sino también buena parte de la población estadounidense, suelen ser reacios a aceptar la realidad del calentamiento global y, además, que éste sea responsabilidad del desarrollo industrial generado por el capitalismo. Seguramente hay muchas razones sociológicas, ideológicas y psicológicas para ello. La mentalidad posmoderna que duda de todas las “verdades absolutas” de la ciencia puede ser una causa. Mucha gente se pregunta, ¿cómo es posible que el planeta se esté calentando cuando más de la mitad de los Estados Unidos se paraliza por un espantoso ‘vórtice polar’ que alcanza los 50 grados bajo cero, como ocurrió en el invierno de 2014? También la creencia en el crecimiento exponencial fomentado quizás por una mala interpretación de “creced y multiplicaos”, puede ser otra. O ese desprecio equivocado de la naturaleza actual por parte de quienes esperan “cielos nuevos y tierra nueva”. Pero, a la vez, está la idea de que se trata de una manipulación de los datos científicos por parte de los activistas verdes, anarco-socialistas, ciertas ONGs y los medios de comunicación para atacar al capitalismo y la civilización occidental. En fin, sea como sea, lo cierto es que a lo largo de la historia, muchas personas y comunidades que se llamaban cristianas no han sabido estar a la altura de los valores propiamente cristianos.
Creo que, en general, los evangélicos deberíamos concienciarnos más del problema ambiental porque, de hecho, aunque la teología bíblica de la creación no sacralice la naturaleza, como hacen otras religiones de carácter panteísta, sí enseña que somos criaturas que debemos respetar el mundo natural porque pertenecemos a él y evitar también las injusticias que se cometen, sobre todo, contra los indefensos.
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