En esta alta mariología, la cristología también está en juego. Si María es el punto de contacto entre el cielo y la tierra, ¿no está en peligro la singularidad de Jesucristo como Dios-hombre? Si el Evangelio se desencarna sin María, ¿no es borrosa la encarnación del Hijo?
Ella es mi Mamá es el título de un libro escrito en español en 2014 que contiene una larga entrevista con el Papa Francisco realizada por el sacerdote brasileño Alexander Awi Mello. Durante la entrevista, Francisco destaca el afecto y la devoción filial que siente por María. Los lectores de los Archivos Vaticanos ya saben que el Marianismo del Papa a menudo ha sido cubierto y evaluado en este blog. He aquí algunos ejemplos:
Este libro, que ha sido recientemente traducido al italiano e incluye un nuevo prefacio, no abre nuevos caminos en cuanto a la presencia omnipresente del culto a María en la espiritualidad de Francisco. Lo interesante, sin embargo, son los detalles biográficos que ayudan a explicar el contexto personal de su marianismo “aplicado”.
Primeros encuentros personales
Nacido en el seno de una devota familia católico romana, el joven Jorge Mario Bergoglio fue expuesto a la dimensión mariana de la fe desde sus primeros días. Comenzó a rezar con oraciones marianas y la primera imagen que tuvo era una pequeña medalla de María de la Misericordia. El marianismo le llegó intuitivamente como parte de la vida familiar y se le transmitió con profundos afectos y gestos tiernos. Como afirma Clodovis Boff, “la incubadora de la mariología es el corazón, no la mente” (p. 126). En el culto a María, las experiencias y los sentimientos preceden y dominan todo lo demás.
Las primeras experiencias de Bergoglio con la Iglesia Católica fueron en una parroquia dirigida por la Orden Salesiana y dedicada a María Auxiliadora, por lo que sus primeras impresiones de lo que significaba “iglesia” fueron totalmente marianas. El sacerdote más influyente en su infancia fue uno que impartía bendiciones marianas y recitaba oraciones a María cuando visitaba a la familia Bergoglio. De niño, Jorge Mario llevaba regularmente flores a la estatua de María. A los 19 años decidió ser sacerdote mientras rezaba en la capilla mariana de su iglesia parroquial. Sus recuerdos más dulces y sus momentos más decisivos estuvieron marcados por la “presencia” de María a su alrededor. En un pasaje contundente del libro se nos dice que “María entró progresiva y profundamente en su vida, para no dejarla nunca más” (p. 49).
La importancia de los santuarios marianos
Después de convertirse en sacerdote, Bergoglio desarrolló su actividad pastoral en torno a las devociones marianas. Las más populares fueron las peregrinaciones diocesanas al santuario mariano de Nuestra Señora de Luján (cuya imagen supervisa la sala donde se reúne con los obispos católicos de todo el mundo en el Vaticano). Es desde aquí que conduce a miles de personas al santuario de la Santísima Virgen del Rosario de Pompeya. Ha llegado a estar tan próximo a Nuestra Señora de Luján que lleva cerca de su corazón un pequeño trozo de tela que se usó para pulir su estatua en Argentina. Quiere un contacto físico y continuo con algo mariano.
Aparte de la influencia del culto mexicano a María de Guadalupe y las devociones relacionadas con María “Undoer of Knots” [Desatadora de Nudos], cuya veneración ha introducido en Argentina, la vida de Bergoglio también ha sido moldeada por el culto asociado a Nuestra Señora de Aparecida en Brasil. Cuando visitó la Aparecida durante la Jornada Mundial de la Juventud en 2013, el Papa dijo en su discurso allí:
"¡Qué alegría siento al llegar a la casa de la Madre de cada brasileño, el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida! El día después de mi elección como Obispo de Roma, visité la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, para confiar mi ministerio como Sucesor de Pedro a Nuestra Señora. Hoy he venido aquí para pedir a María, nuestra Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud y para poner a sus pies la vida de los pueblos de América Latina".
Otro vínculo a un santuario mariano de importancia central en la vida del Papa es Santa María la Mayor en Roma. Allí hace una visita antes y después de cada uno de sus viajes alrededor del mundo para encomendarlos a María y pedirle su protección.
Teología confusa
Desde la infancia a la edad adulta, desde la Argentina al Vaticano, desde la piedad hasta la teología, en sus prácticas espirituales y devociones cotidianas, el marianismo es quizás el factor más significativo que da forma a la vida del Papa. El apartamento en el que vive está repleto de imágenes marianas. Las salas donde se reúne oficialmente con la gente están decoradas con retratos de María. Su propia ropa diaria lleva objetos asociados a María. Sus oraciones están dirigidas a ella. Sus afectos y pensamientos tiernos están orientados a María. La entrevista es una ventana abierta a la visión mariológica de Francisco. Todos los aspectos de su vida, pensamiento y ministerio - ninguno excluido - están fuertemente impactados por su mariología.
Por supuesto, la omnipresencia de María se argumenta también en términos teológicos. Por ejemplo, Jesús se presenta como alguien que no desea hacerlo todo por sí mismo, sino que quiere que María colabore en la obra de la salvación (p. 45). Según el Papa, Jesús actúa siempre de acuerdo con “la lógica de la inclusión”, y la mediación de María es, por consiguiente, un ejemplo de esa mediación necesaria. Puesto que hay “vínculos orgánicos” entre el Hijo y la Madre, ella está siempre involucrada en lo que el Hijo hace. Es el “principio de la encarnación” el que sostiene y apoya las devociones marianas y la veneración (p. 86).
Mientras que el marianismo tiene una fuerza primordialmente intuitiva y un poder sentimental, la mariología trata de conectarlo con la cristología y por lo tanto con la teología trinitaria, como trata de hacer el Vaticano II (Lumen Gentium 52-69) [Luz de las naciones]. Citando el documento de Puebla de 1979, el Papa continúa diciendo que “ella es el punto de contacto entre el cielo y la tierra. Sin María, el Evangelio se desencarna, se desfigura y se transforma en ideología, en racionalismo espiritualista” (n. 301). Así que en esta alta mariología, la cristología también está en juego. Si María es el punto de contacto entre el cielo y la tierra, ¿no está en peligro la singularidad de Jesucristo como Dios-hombre? Si el Evangelio se desencarna sin María, ¿no es borrosa la encarnación del Hijo?
Un Evangelio Mariano
Una suposición importante en la mayoría de los diálogos ecuménicos actuales es que existe un sólido acuerdo entre todas las tradiciones cristianas sobre la cristología ortodoxa básica y, por lo tanto, que los protestantes y los católicos romanos comparten la misma cristología. Sin embargo, una lectura de este libro desafía este pobre argumento, que se nutre de la miopía teológica, y nos invita a tomar en serio la mariología católico-romana en todas sus implicaciones para la cristología, la salvación, la gracia y la plegaria; en otras palabras, toda la teología y la práctica. Si el Papa ve a María en todas partes, incluso cuando piensa en Cristo y en la Trinidad, en la salvación y en la vida cristiana; si Francisco reza continuamente a María; si siente y busca fuertemente la presencia maternal de María todo el tiempo; ¿es su evangelio verdaderamente un evangelio basado en la Biblia, centrado en Cristo y que honra a Dios?
Poco después de que Bergoglio se convirtiera en el Papa Francisco en 2013, uno de los teólogos argentinos que más le ha influido, Juan Carlos Scannone, dijo sobre él: “Hará hincapié en la piedad y la espiritualidad popular, especialmente en la devoción mariana, tan típica de América Latina” (p. 138). Estas palabras han demostrado ser ciertas. Francisco está promoviendo un evangelio “mariano” que contradice en puntos fundamentales el evangelio bíblico de Jesucristo.
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