En esta tendencia hay resbalones peligrosos que reflejan una ingenuidad teológica cuando se trata de comprender la realidad del catolicismo romano como un todo.
En algunos círculos evangélicos, la “teología sacramental” atrae una atención cada vez mayor y, en algunos casos, hace conversos al catolicismo romano. Para muchos de aquellos que salen de una mentalidad neo-fundamentalista, centrada en las luchas por la verdad objetiva y la certeza de la creencia, y a menudo luchando en batallas secundarias, cierta teología evangélica encuentra en el actual discurso católico sobre el “misterio” una atracción matizada e intrigante.
Dos libros de Hans Boersma, Nouvelle Théologie and Sacramental Ontology: A Return to Mystery [Nueva teología y ontología sacramental: Retorno al misterio] (Oxford University Press, 2009) y Heavenly Participation: The Weaving of the Sacramental Tapestry [Participación celestial: el tejido de un Tapiz Sacramental] (Grand Rapids: Eerdmans, 2011), dan testimonio de la fascinación que algunos teólogos protestantes contemporáneos sienten por las categorías de “sacramento” y “misterio”. Estos conjuntos fueron relanzadas por la nouvelle théologie (nueva teología), una corriente de pensamiento católico (principalmente francés) que se desarrolló en la primera mitad del siglo XX. Esta distorsión de la teología fue muy influyente durante el Concilio Vaticano Segundo y después del mismo.
Estos dos volúmenes, el trabajo de un profesor del Regent College en Vancuver, Canadá, forman básicamente la misma obra: el primero es la editio maior (versión ampliada) y el segundo es la editio minor (versión condensada).
En el primer volumen, Boersma nuestra como, al final del siglo XIX, bajo la influencia de la Ilustración que había roto la relación entre la fe y la vida, la teología católica construyó un sistema teológico-filosófico que, para luchar contra la Ilustración, terminó asimilando sus estructuras de plausibilidad. El Neotomismo que fue tallado en la encíclica Aeterni Patris (Padre Eterno) era un ingenio racional, sofisticado e intelectualista que perdió de vista el “misterio” de la fe expresado en la liturgia y los sacramentos.
La nouvelle théologie es una reacción a este agotamiento de la fe a través del redescubrimiento de una ontología sacramental que “abre” los ojos de la fe al mundo (M. Blondel, J. Maréchal, P. Rousselot), hace fluida la distinción entre lo natural y lo sobrenatural (H. De Lubac y H. Bouillard), insiste en la categoría de la encarnación y la “participación” humana en la encarnación (H.U. von Balthasar y M.D. Chenu), redescubre la interpretación “espiritual” de la Escritura y la tradición (J. Daniélou y H. De Lubac), e invierte mucho en eclesiología en términos sacramentales (H. De Lubac y Y. Congar). En resumen, propone una reapropiación del patrimonio premoderno de la fe cristiana como forma de apreciar de nuevo su catolicidad romana. Todo gira alrededor de la categoría del ressourcement: retorno, reapropiación, reasimilación de la tradición y, por extensión, del “misterio”.
Boersma sostiene que la Reforma Protestante también ha sido un movimiento de ressourcement, sobre todo de la Palabra de Dios. No obstante, a causa de su sacramentología no resuelta y su dependencia del nominalismo, la Reforma ha perdido de vista la ontología del sacramento y en su lugar ha sido absorbida por otros asuntos de la realidad (la razón, el sentimiento, la “pertinencia”). Su intento, entonces, es construir un puente entre los redescubrimientos hechos por la “nueva teología” y la teología evangélica a fin de que la ontología sacramental llegue a ser una parte esencial de esta última.
Por ontología sacramental, Boersma quiere decir “la convicción de que las realidades históricas del orden creado sirvieron como medios divinamente ordenados que conducen a los eternos misterios divinos”. Para lograr este objetivo, sugiere un abrazo de la categoría del “misterio”, para descubrir la unidad dinámica entre la Escritura y la tradición, valorar la Eucaristía como un signo de comunión y la cima de la vida eclesial, y volver a pensar la distinción entre lo que es natural y lo que es sobrenatural para apreciar su continuidad sustancial.
Si el enfoque del primer volumen es histórico, en el segundo el autor despliega las implicaciones de esta inmersión para la teología evangélica. Para él, es una cuestión de redescubrir el “tapiz sacramental” de la realidad creada y redimida. Toda la insistencia evangélica en la verdad “proposicional” debe ser atemperada por la apreciación de una teología que es narrada, imaginada y simbolizada en busca de unos niveles espirituales más profundos de significado que vayan más allá del sentido histórico y literal y que están encarnados en los sacramentos. Toda la insistencia evangélica en el significado “forense” de la justificación debe ser reemplazada por la experiencia de la salvación como “participación” en las realidades divinas. La mentalidad sacramental está imbuida de la “participación” real. De ahí el título que indica en la “participación celestial” el horizonte de la fe cristiana.
Boersma usa con frecuencia la referencia a “la participación” sin mostrar el conocimiento suficiente de las implicaciones de tal utilización por la teología católico romana. En la misma, la participación se usa para diluir la comprensión de la encarnación de Cristo a través de su prolongación en la iglesia, ampliando el momento de la revelación de Cristo al de la tradición eclesial que lo complementa, extendiendo la presencia de Cristo en la Cena del Señor a la “presencia real” de la Eucaristía, ampliando la obra de la salvación con el fin de incluir la contribución humana a la misma, expandiendo la Cristología para hacer espacio para las reclamaciones de la mariología, etc. La “participación” si no está bíblicamente definida y teológicamente entendida, es el instrumento a través del cual la teología se convierte en teología católico romana.
Después de todo, para Boersma lo que está en juego es reconstruir la síntesis entre el platonismo y el cristianismo que, mucho antes de la Reforma Protestante, fue destrozada y reemplazada por la síntesis nominalista entre el aristotelianismo y el cristianismo. Según este punto de vista, la síntesis entre Platón y el Evangelio es el eje más alto del pensamiento humano. ¿Es así realmente?
En este punto, el autor considera que la Reforma es un “desgarro” de la Iglesia. No obstante, ¿estuvo la iglesia verdaderamente unida antes de Lutero? Los reformadores no se separaron de la iglesia sino que dieron a la iglesia una oportunidad de redescubrir el Evangelio bíblico. La visión de Boersma de que la Reforma es el “desgarro” de la Iglesia es históricamente simplista y teológicamente reduccionista.
De su diálogo con Carl Raschke (The Next Reformation) [La Próxima Reforma], Boersma espera una futura Reforma que está “en preparación” la cual, lejos de la lógica de la Sola Escritura, la Sola Fe y Sólo Cristo, abrazará la “gran tradición” que une a todos los cristianos y que está centrada en el énfasis “católico” de la Eucaristía, la tradición y los sacramentos.
Según Boersma, la nouvelle théologie es la medicina que puede curar la división entre los católicos y los evangélicos (190) haciendo a los católicos más evangélicos y a los evangélicos más católico romanos. Parece tener una opinión muy idealizada de lo que significan la Tradición y las tradiciones para el catolicismo romano. ¿Ha visitado alguna vez un santuario católico o una capilla mariana o ha asistido a algún festival religioso?
¿No estará basada su lectura del catolicismo romano en el conocimiento de algún teólogo ilustrado, más que en la vida católica real?
De hecho, la “nueva teología” que Boersma quiere injertar en la teología evangélica no desafió los dogmas católicos basados en la tradición antes que en la Escritura, no cambió las prácticas tradicionales establecidas más sobre la piedad popular que en la Escritura y no modificó la estructura imperial de la Iglesia fundamentada en la tradición en lugar de la Escritura. ¿Cómo se puede ser tan optimista sobre lo que puede hacer la “nueva teología” si la misma ha reforzado el sistema católico más que desafiarlo? Es evidente que el autor ha sentido su mensaje encantador y su atracción hasta el punto de que su lectura crítica y su análisis general han perdido su columna evangélica. Una vez que la suprema autoridad de la Escritura se ha distorsionado y la justificación por la sola fe se ha empañado, ¿esta teología es todavía evangélica?
Estos libros son un testimonio de como la teología puede alcanzar elevados niveles de erudición y sofisticación sin desarrollar un conocimiento adecuado de los temas debatidos. Junto con observaciones inteligentes y oportunas, hay resbalones peligrosos que reflejan una ingenuidad teológica cuando se trata de comprender la realidad del catolicismo romano como un todo.
El riesgo está en que estos relatos sacramentales de teología alimentan puntos de vista ecuménicos superficiales sin entender lo que está en juego. La teología sacramental del catolicismo romano de hoy en día es el “corazón” del catolicismo mismo. Se puede comprender como puede atraer a algunos círculos evangélicos que no han desarrollado una imaginación teológica bíblicamente rica e históricamente consciente. En lugar de reapropiarse de la “gran tradición” de la fe cristiana clásica (bíblica, patrística, protestante, despierta, evangélica), están fascinados con la versión que es el núcleo de la síntesis católico romana. ¿Es ésta la “próxima Reforma” que tanto anhelan?
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