El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No se trata de estar en un pánico constante, ni en una sobrevigilancia obsesiva, pero sí de estar atentos, velar y seguir teniendo presente lo frágiles que somos.
Traigo delante de ti cuatro conceptos, precisamente para ayudarnos a hacer balance en este momento del año.
Porque sé y me recuerdo que Dios es amor y lo muestra hacia mí y hacia el mundo al que quiere reconciliar consigo, es que confío en lo que aún no puedo ver y tengo la certeza de que veremos bendición en medio de todo esto.
La nueva normalidad nos va a obligar a tomar decisiones y como cristiana sé que mi decisión compromete mi fe frente al mundo.
Hoy se habla de inteligencias múltiples, de habilidades sociales, de cuánto éxito se alcanza... pero la sabiduría ha quedado desterrada.
Lo fácil era salir al balcón a aplaudir. Eso no cuesta nada. Lo difícil es ser personas responsables y consecuentes.
Demasiados confunden a Dios con la religión que les han contado e intuyo que, ante una situación lo suficientemente compleja, algunos reaccionarían y se plantearían buscar a ese Dios del que se habla, en vez de esperar y ya está.
Para acercarse a Dios ha de creerse que Él existe, y la fe tiene que ver muchas veces con ese primer paso de aproximación a la realidad que se está buscando.
Mucha gente que nunca se planteó que hubiera un Dios siquiera, no solo lo valoran porque sienten alguna necesidad en medio del caos, sino que por primera vez están alzando su vista al cielo.
Debemos concretar si poder hacer ciertos movimientos porque se nos da permiso desde la ley y es lo más conveniente y se están presentando como nunca antes en esta pandemia los picos de ansiedad.
En el cumplimiento de su voluntad moral en toda esta crisis, en la búsqueda de Él y sus principios, podremos hallar gozo y paz sobrenaturales.
Empezamos a ser conscientes de algunos elementos de luz que reconocemos como buenos y que producen en nosotros los mejores afectos.
Todos nuestros esfuerzos van orientados a la preservación de lo que se tiene, aunque sea mediocre en comparación con lo que podría ser.
Cuando decidimos como seres creados que no nos interesaba encajar al Creador en nuestros planes, establecimos que caminaríamos solos.
El Dios al que adorábamos en la bonanza es exactamente el mismo que controla en la tormenta, aunque ésta no nos deje verle con claridad.
Tímidamente empiezan a verse determinados gestos prosociales hacia los afectados por la situación, pero lo que se sigue palpando en el ambiente es un terrible egoísmo.
Constantemente estamos bajo el influjo de las circunstancias, expuestos al dolor y a que un cambio de ritmo nos tire al suelo de forma irreversible.
Si van a tratar un tema sensible y van a mencionarnos, al menos háganlo bien.
Incluso cuando acertamos acercándonos a la fuente correcta y procurando imitarle, desacertamos en la manera de hacerlo y reproducirlo.
Convivimos con malos hábitos, y muy antiguos, que quedaban ya recogidos en los escritos de Pablo y el resto de apóstoles y que no hemos terminado de ser capaces de solventar.
Bajo la queja de no tener propósito en nuestra vida, se esconde demasiadas veces un enfoque mucho más egoísta de lo que nos gusta reconocer.
Estamos todos dentro de esta locura que se ha impuesto en el último tiempo y no parece que tengamos muy claro cómo vamos a salir.
La injusticia y los excesos se pueden producir tanto de unos lados como de otros.
No me quiten una religión para sustituirla por otra, porque igual de mal me parecería que se impusiera un credo como el otro a quienes no comulgan con él.
Muchos de los problemas en los que nos metemos, muchos de los hábitos viciados en los que estamos instalados, no importa en qué ámbito concreto de nuestra vida, tienen que ver con esta cuestión.
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