Mujer con alas nuevas

Hay momentos en la vida en los que una mujer se detiene, exhausta; mira hacia atrás y no reconoce el camino, mira hacia adelante y no ve salida. Lo que antes la sostenía: relaciones, rutinas, roles impuestos, ya no tienen sentido. Es entonces cuando, sin saber como ni cuando, algo nuevo se empieza a gestar.

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No se ve aún, pero se siente: unas alas distintas comienzan a crecer.

Como escribió Clarissa Pinkola Estés en su obra Mujeres que corren con los lobos: “Dentro de cada mujer hay una vida secreta, poderosa, que aguarda ser liberada.”

Este despertar no es fácil, implica perder pieles, como las serpientes; implica desaprender, soltar, llorar en silencio mientras el mundo sigue su curso. La metamorfosis no es estética; es interna, cruda, honesta.

Es como un renacer, no desde la comodidad; sino desde la verdad.

La Palabra no ignora el proceso del quebranto y la restauración; de hecho, lo honra: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas.” Isaías 40:29-31

Dios no solo entiende las heridas de la mujer, las redime; da alas, no para escapar, sino para volar con propósito. No hay alas nuevas sin haber tocado fondo, es allí donde él actúa.

Waris Dirie nació en Somalia, en una familia nómada. A los 5 años fue víctima de mutilación genital, a los 13 escapó de un matrimonio forzado; caminó días por el desierto hasta llegar a Mogadiscio, y de ahí, con ayuda, acabó trabajando como limpiadora en Londres.

Fue allí donde un fotógrafo la descubrió por casualidad. Waris se convirtió en supermodelo internacional, pero lo más relevante de su vida no fueron las pasarelas, sino su voz: se convirtió en activista contra la mutilación genital femenina.

Es autora del libro Flor del desierto y fundadora de la Desert Flower Foundation, que ha ayudado a miles de niñas.

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Ella misma dijo: “Soy libre, y no tengo miedo a decir la verdad; esa es mi verdadera belleza.”

Waris es una mujer con alas nuevas, no porque su historia sea perfecta; sino porque decidió reconstruirse desde las ruinas.

Quizá tú también estás en ese punto intermedio: entre el cansancio y la esperanza, entre lo que ya no eres y lo que aún no sabes qué serás. No subestimes el proceso.

“Una mujer fuerte es aquella que se levanta con cicatrices, pero también con alas.” Anónimo

Y no olvides esto: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Isaías 43:2

Tener alas nuevas no significa no haber caído, significa haber aprendido a levantarse de otra manera.

Ser mujer con alas nuevas es:

• Escoger la verdad aunque duela.


• Renunciar al miedo aunque tiemble la voz.


• Apostar por la libertad, incluso si hay un precio.


• Volar bajo a veces, pero nunca rendirse.

Las alas no se heredan, se construyen con lágrimas, fe, tiempo, y coraje. Y tú, aunque ahora no lo creas, también tienes alas creciendo.

Señor de mi vida... Gracias por levantar del polvo a esta mujer, por sanar mis heridas con tu amor eterno, y por vestirme de fuerza, dignidad y propósito.

Tú, que haces nuevas todas las cosas, me diste alas no prestadas, sino nacidas del cielo, para volar no por orgullo; sino con destino, para no huir del dolor, sino sobrevolarlo en tu gracia.

Hoy camino, ¡vuelo en el Espíritu! No temo al abismo ni al viento contrario, porque sé quién sostiene mi vuelo.

Haz de mi vida un testimonio vivo, de que cuando todo parece perdido, tú comienzas a escribir una historia gloriosa.

Que mis alas no se doblen ante la tormenta, porque tú, Señor, eres mi refugio y mi impulso. Y donde otros ven ruinas, yo pueda ver oportunidades de redención.

Gracias Señor por esta mujer con alas nuevas. Que vuele alto, pero siempre contigo. ¡Te amo con todo mi corazón!

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