Principios bíblicos sobre un tema polémico.
Quiero lanzaros una pregunta apremiante hoy.
Como protestantes, ¿podemos participar en manifestaciones socio-políticas con los católicos?
Necesitamos una respuesta urgente a la luz de los avances de la ideología de género en la península ibérica. Los fundamentos de la moralidad bíblica están bajo ataque. ¿Qué hacemos como discípulos del Señor? ¿Resulta necesario hacer algo más que orar y predicar?
Habría que aclarar que aquí no estamos hablando del ecumenismo. Así que, ¡no os asustéis!
Lo que está en juego con nuestra pregunta inicial es la ética cristiana en la esfera pública: el aborto, el derecho de enseñar y disciplinar a nuestros hijos conforme a la Palabra de Dios sin temor a represalias (por ejemplo, a que las autoridades nos los quiten), la libertad de expresión religiosa, la defensa de la familia tal cual fue diseñada por Dios, la transparencia pública (falta de corrupción), etc.
Si mantenemos la distinción entre el ecumenismo por un lado y la esfera política por el otro, creo que tenemos algunas buenas razones bíblicas para participar en manifestaciones políticas juntamente con los católicos e incluso con los musulmanes, budistas, hindúes y ¡hasta ateos!
Justificación
Antes que nada, lo más importante en cualquier manifestación es la veracidad del asunto que estamos defendiendo. Digamos que se organiza una manifestación oponiéndose a la matanza sistemática de bebés indefensos (o sea, el aborto).
No hace falta que los otros manifestantes estén cien por cien de acuerdo con nuestras convicciones cristianas para formar parte de la manifestación porque están allí para levantarse contra el aborto en sí. Es un asunto concreto, definido, específico.
Eso es lo que importa a nivel político, independientemente de las creencias religiosas de los asistentes.
¿Qué dice la Biblia?
Ahora bien, somos evangélicos, el pueblo del libro. Nos gloriamos en Sola Scriptura. ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Es correcto manifestarnos con los católicos, esto es, con los que no predican el mismo evangelio que nosotros? Queremos ofrecer tres respuestas bíblicas.
1.- Trabajamos con católicos todos los días
En el día a día, la mayoría del pueblo protestante en España trabaja con católicos. Los profesores, banqueros, peluqueros y jardineros evangélicos tienen compañeros católicos en sus empresas.
Es perfectamente legítimo que trabajen juntos con el fin de ganar un salario y cumplir las metas de su compañía. No es pecado trabajar juntamente con los no evangélicos. De otra manera, ¿cómo podríamos trabajar? Tendríamos que fundar una ciudad exclusivamente para los evangélicos en algún lugar remoto.
Tenemos los ejemplos de José en Egipto trabajando para proteger la nación de Egipto de la hambruna o Daniel que usó sus dones para bendecir el imperio babilónico. Si podemos trabajar con los no creyentes del lunes al viernes, ¿por qué no podemos manifestarnos con ellos el fin de semana?
Si la causa de la manifestación es justa y correcta delante de Dios, tendríamos que estar agradecidos por contar con el apoyo de otras entidades no evangélicas.
2.- Tenemos responsabilidades socio-políticas
Creo que todos los evangélicos estamos bastante bien versados en nuestras responsabilidades espirituales (el estudio de la Palabra, la oración, la santidad personal, la llenura del Espíritu), pero a veces nos olvidamos del llamamiento público de Dios, el cual es tan espiritual como la vida interior.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento dan testimonio de las responsabilidades socio-políticas de los creyentes. El defender los valores bíblicos en la esfera pública –con la presencia de católicos o sin la presencia de ellos- se trata de ser fiel a nuestro alto llamamiento.
El Señor dijo a los habitantes de Judá en los días de Jeremías, “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor; porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jeremías 29:7).
Tenían que procurar la paz de las ciudades babilónicas adonde el Señor los iba a llevar. Este mandato tenía claras ramificaciones socio-políticas. Tenían que defender a los pobres, los huérfanos, las viudas y los extranjeros.
Cuando defendemos la ética bíblica en la esfera pública, estamos procurando la paz de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, etc.
El Nuevo Testamento nos llama a ser políticamente responsables “por causa del Señor” (1 Pedro 2:13). Damos gracias a Dios por las autoridades, oramos por ellas y las obedecemos siempre y cuando no nos exijan a violar la voluntad revelada del Señor (Hechos 5:29).
Las parteras no hicieron caso al mandato de Faraón de matar a los niños varones. Los tres amigos de Daniel no se postraron ante la estatua de Nabucodonosor. El oponernos a las injusticias públicas forma parte del discipulado cristiano. Sabemos que el estado no es Dios sino su servidor.
Así que, cuando el gobierno promulga leyes que van en contra de las Escrituras, hacemos bien en levantar la voz juntamente con los católicos y otros ciudadanos que no sean evangélicos.
3.- La comisión de la creación
Finalmente, otro principio teológico importante es la comisión que el Señor da al hombre en la creación en Génesis 1:28. Tendemos a centrarnos casi exclusivamente en la gran comisión de Mateo 28:19-20 en nuestros días; pero la comisión de la creación también importa.
La esfera pública también está bajo la soberanía del Omnipotente. Por esta razón, tenemos todo el derecho de defender su voluntad en el ámbito político.
Ligado a la noción de la comisión de la creación es el concepto reformado de la gracia común, esto es, la gracia por la que Dios da a las personas “innumerables bendiciones que no son parte de la salvación” (Wayne Grudem).
Por medio de su gracia común, Dios restringe el pecado, muestra paciencia hacia los impíos, bendice a todos (tanto los salvos como los perdidos) y permite que los pecadores hagan “buenas” obras, que conozcan la verdad y que, en algunos casos, experimenten algo del poder del Espíritu.
Todo esto quiere decir que Dios se mueve en la vida de los incrédulos también. Y al levantarnos en la esfera política juntamente con los católicos, estamos promoviendo los intereses del Señor en el ámbito público.
Dios usa a los católicos y a muchos otros no evangélicos para bendecirnos a lo largo de la semana; así que, ¿por qué no podría usarlos para defender su verdad en un mundo cada vez más desviado y ateísta?
Conclusión
Esperamos que todo haya quedado claro. No tenemos ningún problema con manifestarnos juntamente con los católicos. Esto no significa que prediquemos el mismo evangelio.
Simplemente quiere decir que vale la pena defender la voluntad revelada de Dios en la esfera pública por el bien de nuestras ciudades españolas y las próximas generaciones.
Así que ¡ánimo y adelante! ¡A cumplir con nuestras responsabilidades socio-políticas para la gloria del único Soberano!
¿Podemos participar en manifestaciones socio-políticas con los católicos?
Desde luego que sí.
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