El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La esperanza que Dios nos da es definitiva, fiel, confiable, total, indudable e invencible.
Necesitamos recordar sus promesas en la Biblia y en las experiencias que hemos vivido. Aun en tormentas, incomprensión o dolor, podemos decir: “Padre, en ti confío”.
Siempre he valorado la presencia de los mayores, vidas plagadas de sabiduría que nos han legado tanto por lo que seguir luchando, pero que hoy, en estas circunstancias tan adversas, valoro aún más.
Jesús nos compara con unos pajarillos, algo débil y pequeño, como ejemplo de dependencia de Dios. Es en su providencia que podemos tener confianza en medio de esta crisis.
Los cristianos somos privilegiados, por tener la conciencia de un propósito y la compañía de Dios en toda situación.
Los creyentes gemimos, lloramos, somos solidarios con el sufrimiento de los otros esperando la renovación de todas las cosas.
Estamos conmovidos, humillados delante de Dios, y hemos rasgado simbólicamente nuestros corazones para llorar y clamar por nuestro pueblo.
Del pastor y rey David podemos aprender a profundizar en nuestra relación personal con Dios en medio de circunstancias difíciles.
Las circunstancias difíciles nos ayudan a eliminar lo secundario y ser más capaces de encontrar lo verdadero, a Jesús mismo.
Qué triste experimentar la ausencia de alguien a quien no esperabas tener que recordar.
En la Biblia vemos un patrón: antes de la victoria, viene la prueba. Este es el proceso que Dios puede usar para que maduremos y así crezcamos.
Esta crisis nos ayuda a entender que nada humano nos es ajeno.
En situaciones de dificultad podemos aferrarnos a las tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y el amor.
La incertidumbre lleva al miedo. No sabemos cuánto durará esto, pero nos arraigamos a la Palabra.
Cuando se pone a prueba nuestra fe, la gran diferencia está en confiar y saber quién es él.
No es tan importante cuánta fe tienes, sino en quién la pones.
La pandemia nos está arrebatando a los queridos a toda prisa, sin avisar, sin un momento para sentarse, mirarse, hablar y callar.
Es tiempo de hacer nuestras las palabras del Salmo 46: nuestro refugio está en Dios.
Estas circunstancias nos hacen reconsiderar nuestro camino y desafía nuestro orgullo.
Tengamos paciencia con nosotros mismos, e insistamos en el agradecimiento cotidiano a Dios por todo lo que tenemos a pesar de la prueba.
Las circunstancias difíciles permiten que nuestro testimonio se confirme con obras.
Una carta dedicada a los que más sufren en la crisis actual.
En este tiempo de adversidad yo sigo creyendo en el Dios de lo imposible.
Ante una situación tan sorprendente como la que vivimos, acudir a Jesús da ánimo para seguir adelante.
En medio del caos y la inseguridad de la situación actual, nuestra fe se fortalece al considerar las promesas de Dios.
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