El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El propio abuelo de Darwin ya tenía también ideas transformistas. Escribió un libro sobre ciertos problemas relacionados con la evolución, declarándose partidario de la herencia de los caracteres adquiridos.
La creencia en que los organismos originalmente creados pudieran cambiar de manera natural a través del tiempo no fue desarrollada por el cristianismo medieval.
Heredamos de Dios diferentes características, entre ellas la capacidad de imaginar lo no creado, la capacidad de inventar historias y crear mundos.
No cabe duda de que la teoría darwinista del siglo XIX hunde sus raíces en este antiguo suelo naturalista del mundo clásico.
He querido manifestar en esta obra mi punto de vista favorable a la descendencia de una sola pareja.
En el presente artículo afirmo la inspiración de la Biblia al mismo tiempo que la realidad de Adán como posible figura literaria prototípica o representativa de la humanidad, no como una persona necesariamente histórica.
Los datos que se poseen no solo reflejan una profunda laguna sistemática en el registro fósil entre ambos seres (simios y humanos) sino también un lapso de tiempo demasiado extenso.
Sólo se le menciona un par de veces en el Antiguo Testamento (Lv. 11:17 y Dt. 14:17), en las listas de los animales impuros que se dedican a pescar peces.
En la última década, se han organizado debates entre expertos sobre este tema y, en vez de alcanzar un consenso, las opiniones de los creyentes se polarizaron todavía más.
El maltrato de los ecosistemas naturales y de los seres vivos que forman parte de ellos es el origen de los virus que pueden matarnos.
No existe ninguna razón de peso para suponer que la extraordinaria complejidad e información de los hilos de seda se haya forjado mediante un proceso ciego de evolución por selección natural.
En mi opinión, los lentos movimientos de los girasoles gritan a los cuatro vientos la palabra “diseño”.
Heino Falcke, el coordinador del proyecto que ha tomado las primeras imágenes de un agujero negro, explica el proceso de su trabajo y la influencia de su fe cristiana.
La luz es la mensajera que nos revela las características de los cuerpos celestes y nos habla de planetas, soles, galaxias, supercúmulos de estrellas y agujeros negros.
La idea de un Dios que somete la tierra y a los mortales subyace en el inconsciente colectivo de Occidente y provoca que el ser humano se sitúe frente al mundo como señor y dominador absoluto.
Esa llave iba a ser la causa de toda la felicidad del hombre o de toda su desgracia, de su ventura o de su tragedia.
Actualmente, tanto los científicos como los cristianos creen en un punto de partida para la creación, pero luego divergen a partir de ahí. Un artículo de Terry Young.
Es verdad que vivimos en un mundo caído y sometido al mal, pero en el que todavía resulta posible detectar migajas de aquella bondad primigenia con la que el Creador hizo todas las cosas.
Los cristianos tienen la doble responsabilidad de administrar el planeta y de amar al prójimo. Un artículo de Hannah Eves.
El Dios Creador de la Biblia es la única base sólida para edificar una bioética objetiva y auténticamente universal.
La entrada del pecado en el mundo complica el cumplimiento de lo que se ha denominado “mandato cultural”, pero no lo imposibilita ni lo invalida.
El cuidado de la creación es esencial en el hecho de seguir a Jesucristo. Es algo que forma parte del núcleo de nuestra fe.
Uno de los aspectos relevantes que abordan los primeros capítulos de Génesis es el relacionado con la sexualidad humana y los roles. Las interpretaciones en este campo son variadas.
Se trata de administrar algo que no nos pertenece y de hacerlo respetando el orden con que todas las cosas fueron creadas.
Si rechazamos a Dios, podemos ser lo que queramos, pero siempre viviremos sabiendo que un día vamos a morir y ahí se acaba todo.
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