Este planteamiento tan especulativo del multiverso o de los universos burbuja tiene más de filosófico que de científico y responde al deseo de no querer aceptar lo que resulta evidente.
Hoy sabemos que, en lugar de estático e inmutable, -como antiguamente se creía- el universo es dinámico y cambiante puesto que está en continua expansión. Además, aunque la teoría del Big Bang no requiera un principio del cosmos, tampoco lo prohíbe. Es verdad que todavía hay muchas cosas que se desconocen, como por ejemplo la composición material y energética del mismo o qué leyes debieron intervenir en los primeros instantes de su formación, pero lo que está claro es que el cosmos actual empezó a existir a la vez que la energía, la materia, el espacio y el tiempo. Si esto fue así, si ocurrió tal principio, algo lo debió causar porque nuestra experiencia hasta el día de hoy es que de la nada absoluta no suelen salir universos, ni nada de nada. De manera que la pregunta por la causa del universo ha estado vigente desde siempre y ha llegado intacta a nuestra época científica.
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La Biblia -que no es un libro de ciencia- empieza diciendo que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Es decir, que el cosmos tuvo principio y que fue causado por Dios. Algunos autores, como el físico Paul Davies, creen que “hay algo detrás de todo (…) parece como si alguien hubiese sintonizado con precisión los números de la naturaleza para hacer el universo (…) la impresión de que hay un diseño es aplastante”.[1] Sin embargo, estas “aplastantes” evidencias de diseño, con las que tan a gusto nos sentimos los cristianos desde los días del apóstol Pablo, no agradan a todo el mundo. Algunos científicos no creyentes, agnósticos o ateos, se han venido esforzando por elaborar argumentos alternativos a estas aplastantes evidencias de diseño. Hipótesis que quizás pudieran explicar el diseño pero sin diseñador o el origen de todo a partir de la nada. Planteamientos, por ejemplo, como la noción del multiverso o existencia de múltiples universos.
En este sentido, se nos dice que nos hacemos tales preguntas, acerca del diseño del cosmos, precisamente porque vivimos en un universo que permite la vida inteligente. Y que, en cualquier otro mundo que no permitiera la vida, no sería posible formularse tales preguntas por la sencilla razón de que no existiríamos. Por tanto, si se supone el multiverso en el que hay infinitos universos -todos los que se quiera imaginar- en los que no existe vida y que sólo en el nuestro ésta se da, entonces no estaríamos ante un diseño especial de nuestro universo, ya que como existen todos los mundos posibles, resulta que nosotros estamos en el que permite la vida inteligente y parece diseñado, aunque en realidad no lo estaría. En otras palabras, puede haber muchísimos universos en los que no exista vida inteligente, pero solo en los que sí la haya puede haber alguien que se sorprenda de lo excepcional que es el suyo. Por tanto, nuestro mundo no tendría nada excepcional.
Este planteamiento tan especulativo del multiverso o de los universos burbuja tiene más de filosófico que de científico y responde al deseo de no querer aceptar lo que resulta evidente. ¿Se podrá llegar a demostrar la existencia de esos otros hipotéticos universos? No, porque la luz -que es la que aporta la información más importante- no puede salir ni entrar de nuestro propio universo. Algunos dicen que quizás, en el supuesto de que se descubrieran sutiles vibraciones del espacio provenientes de la colisión entre distintos universos burbuja, se podría detectar su existencia. Sin embargo, todo esto no son más que hipótesis sin ningún tipo de fundamento o prueba científica. A pesar de todo, la comunidad de los cosmólogos está dividida entre partidarios y detractores del multiverso.
Sea como sea, conviene tener en cuenta que aunque alguna vez se llegara a detectar la existencia de otros universos, esto no eliminaría tampoco la necesidad de una causa primera. De la misma manera que nuestro mundo conocido requiere de una causa original que lo creara, el multiverso -en el supuesto de que fuera real- también la requeriría.
Notas
[1] Davies, P. 1989, The Cosmic Blueprint: New Discoveries in Nature’s Creative Ability to Order the Universe, Touchstone Books, New York, p. 203.
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