El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
A veces llegamos a vivir absolutamente inmersos en el pecado mientras asistimos a la iglesia o incluso «servimos» a Dios, así que pensamos que estamos un poco mimados por él y nos sentimos especiales.
Esperar la segunda venida del Señor Jesús y nuestra boda con Él no es abandonar lo que estamos haciendo, sino sencillamente desear ese día con todo el corazón.
Hoy los amigos ya no se comprometen, simplemente porque no saben abrazar ni mirar a los ojos ¡Ni mucho menos llorar juntos!
A veces no nos damos cuenta del peligro de dejar que los días pasen de cualquier manera.
En la Biblia cuando se habla de aquellos que no creen en Dios, no se les llama ignorantes sino necios, porque esa es la mejor definición para aquel que no quiere creer.
Lo peligroso para el poder dominante son aquellas informaciones reales que son capaces de cambiar la opinión de las personas.
El deseo de trabajar y de terminar bien lo que hacemos es un reflejo del carácter de Dios. A él le gusta hacerlo todo bien.
Vivimos en un mundo esclavizante que no nos permite descansar ¡y mucho menos meditar! La tiranía de lo instantáneo nos ha absorbido por completo.
Todos sabemos de todo y creemos que nadie puede enseñarnos nada. De esa manera vamos avanzando hacia el caos.
Dios nos regala mucho más de lo que imaginamos, pero nosotros siempre estamos anhelando aquello que nos deslumbra.
Este año es único para vivir una Navidad mucho más cercana al espíritu de amor y generosidad.
Siempre queremos estar en primer lugar: si no es en el lugar de Dios, y tampoco a su derecha, al menos a su izquierda, o en una posición dónde se nos vea bien.
Las heridas pueden ser una bendición. Todo depende de nuestra reacción a las circunstancias y no sólo la manera de enfrentarlas, sino también cómo las curamos.
Podemos amar a muchas personas por lo que significan para nosotros, pero tenemos que reconocer que no hay nadie como Jesús.
Muchos no se dan cuenta de que lo que realmente importante es tener nuestro nombre en otro libro: el libro de la vida.
Cualquier cosa que no es buena, que destruye nuestra relación con Dios, que nos enfrenta con los demás o que nos "mata" interiormente, es pecado.
Las palabras a las que hacemos caso pueden marcar nuestra vida por completo.
Los pequeños detalles pueden llegar a ser decisivos, aunque creamos que no tienen importancia. Las pequeñas decisiones dan lugar a grandes cambios.
Todos queremos tener más posesiones, mientras pasamos nuestra vida como espectadores inútiles dentro del cuerpo más activo que existe en la humanidad: el cuerpo de Cristo, la iglesia.
Me doy cuenta de que los viajes de ensueño en familia se pueden realizar a un hogar infantil en una pequeña aldea, que la casa ideal para crecer no es más que tener un lugar al que llamar hogar.
La celebración que surge de lo bueno, lo recto y lo amable es absolutamente genial, porque desborda alegría compartida, cánticos, gozo, baile, sinceridad y vida.
Dios ha dado a cada persona completa libertad para pensar sin que nadie la imponga ninguna idea por la fuerza.
Dios siempre tiene un propósito en nuestra vida, una bendición que derramar en nosotros y por medio de nosotros.
El peligro llega cuando somos capaces de dejar de lado nuestros principios con tal de conseguir lo que otras personas tienen.
La justicia y la misericordia hacen preguntas diferentes. Un artículo de Paul Campbell.
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