Parecernos a nuestro Padre

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El actor Bob Hope es un caso especial, y no por las docenas de buenas películas en las que trabajó, sino porque llegó a recibir cinco Oscar honoríficos durante su carrera por su labor en el campo humanitario. Isabel II le nombró caballero de Inglaterra y en los Estados Unidos recibió la medalla nacional de las Artes de manos de Bill Clinton. Kennedy le había dado anteriormente la medalla de oro del Congreso de los Estados Unidos y Lyndon Johnson la medalla presidencial de la libertad. Además de todo esto, hay que reconocer que sus frases también son dignas de admiración, siempre con su peculiar sentido del humor:

“La peor de las enfermedades del corazón es no tener corazón”.

“Te das cuenta de que te estás haciendo viejo cuando las velas cuestan más dinero que la tarta”.

“Un banco es un lugar en el que te prestan dinero si puedes probar que no lo necesitas”.            

La Biblia dice: “La luz brilla para el hombre bueno, la alegría es para la gente honrada”(Salmo 97:11, versión popular). Una de las características de los hijos de Dios es la alegría. Cuando Jesús comenzó su ministerio, todos se dieron cuenta de que algo diferente estaba sucediendo: su manera de vivir se oponía a la de los líderes religiosos como el día a la noche; ¡con el Mesías las personas comenzaron a disfrutar de una alegría sin límites! Las personas fueron queridas, alimentadas, sanadas, resucitadas ¡Todo era diferente!.

Dios se hace cercano, juega con los niños, abraza a todos, acepta todas las invitaciones que le hacen para comer, comienza su ministerio en una boda ¡Es considerado un comedor y bebedor porque se mezcla con todas las personas, y éstas  disfrutan con Él! 

La vida cristiana es radicalmente diferente a lo que muchas veces hemos visto y oído. Los que somos hijos de Dios vivimos con nuestros ojos abiertos admirando lo que nos rodea. La aventura es algo cotidiano. Esperamos siempre lo bueno, aunque en muchas ocasiones nos sucedan cosas malas. ¡No nos dejamos llevar, sino que nos asombramos como los niños que juegan! Aprendemos algo de todo lo que nos sucede, porque cada día es un regalo de Dios. Disfrutamos con Él porque nos sentimos queridos y sabemos que no nos abandona nunca. La luz brilla para nosotros porque Dios nos ha hecho hijos de luz ¡Nada puede derrotarnos de una manera definitiva! El Señor nos enseñó a levantarnos y a volver a luchar cuando algo aparentemente nos hace caer.

Cuando nos sumergimos en la vida que el Señor Jesús nos ofrece aprendemos a disfrutar de todo lo que Él nos regala. Y si nos señalan como “comedores y bebedores”… quizás es porque nos parecemos a Él, más de lo que imaginamos.