El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El camino de la santificación no es sencillo, porque tenemos un Dios santo, pero también es un Dios que nos ha marcado bien claro el camino.
Nuestra existencia se sostiene sobre la acción y la gracia de un Dios soberano que, a pesar de nuestra infidelidad, no nos deja en vacaciones.
Nos hemos acostumbrado a hacer el mal y nos lo permitimos en todas sus formas y expresiones.
Hacer el bien es una forma potente y absolutamente bíblica de mostrar a otros aquello en lo que creemos.
Las leyes de Dios, coincidan o no con las nuestras, son las que verdaderamente rigen nuestras propias vidas.
¿Qué vas a hacer, qué voy a hacer yo, con esa parte de la realidad que no te gusta?
Podemos decir un millón de veces que nos hemos arrepentido, pero si no hay un cambio profundo, nuestros propios actos nos delatarán una y otra vez.
El entrenamiento divino nos dice, que en el momento en que decidimos que Él fuera el centro de nuestras vidas, ya nunca más estaríamos solos.
Podemos aprender algo de la mente de Dios, pero no podemos alcanzarla ni abarcarla, sino sólo decir, de rodillas, “Gracias”.
La psicóloga Lidia Martín advierte sobre los efectos a largo plazo en una sociedad que expone, asume, consume y normaliza actos violentos.
El tiempo aceptable para preguntar, responder y reflexionar… es AHORA.
Episodios como el del asesinato de un profesor a manos de un alumno es la punta del iceberg de una situación de la que todos somos conscientes, pero pocos tomamos medidas para cambiar, nos advierten varios expertos.
Es lícito disfrutar de lo que tenemos, no lo es hacerlo al margen de Quien nos lo dio.
Ser cristiano supone la carga de una cruz que, a veces, como en Kenia y en otros lugares del mundo, supone la muerte.
El mundo nos ve. Y toma buena nota de lo que hacemos y decimos. ¿Cuánta gloria dan a Dios cada uno de nuestros gestos?
Entre pensar que “ha muerto” y “me lo han matado” hay diferencias que pueden complicar el duro duelo ante la pérdida de seres queridos.
Estamos en esta Tierra para dar testimonio de Jesús, no para prestarnos a trampas que nos retiren del partido demasiado pronto.
La mano del Señor y no otra cosa (o persona) es lo que permite que el Mar Rojo pueda ser atravesado.
La pieza que no nos encaja, se llama Dios, y le da sentido y perspectiva a todas las demás piezas.
En el acercamiento a Él, llevados por Él, algo se mueve… y es profundo.
Seguimos sin comprender que es Dios quien controla nuestras vidas, que no hay casualidades.
Todos podríamos hacer nuestro relato de los pequeños grandes milagros que el Señor ha hecho con nosotros.
Lo que hacemos, pensamos, decimos, omitimos… tiene implicaciones a favor o en contra del Reino y Sus intereses.
Él y lo que nos da, cómo nos lo da y en el momento que lo hace, es siempre suficiente.
Él viaja en nuestra barca, y lo hace para siempre.
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