El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La Biblia es la historia de la paciencia de Dios con su criatura más sublime y, sin embargo, la más rebelde.
Enfermera; doctora en Ciencias de la Salud; docente e investigadora universitaria; y especializada en duelo, final de vida, cultura y género.
Puede que corramos el riesgo de dar más importancia al medio que al mensaje.
Lo que está sucediendo hoy en día en la sociedad, y de manera especial en este mundo occidental del que formamos parte, es incomprensible sin reconocer el origen espiritual que tiene.
No hay mensaje más humanista, ecologista y esperanzador que el que nos presenta la Biblia, la cual nos desvela el futuro glorioso que Dios tiene preparado para su Creación.
Dejar a Dios fuera del cuadro deja a nuestra sociedad sin recursos para sus juicios y decisiones éticas y la acobarda ante sus enemigos.
A muchos les mueve solo lo que les reporta ganancias económicas, placeres sensuales o el poder; sin darse cuenta de que están labrando su propia ruina.
La anarquía que precede a la tiranía está en camino, y a menos que la gente se vuelva a Dios y ponga su confianza en el Señor Jesucristo, este mundo no tiene solución.
En toda la Biblia se nos presenta a un Dios que en absoluto “pasa” de su Creación, ni de cómo van las cosas en el mundo que Él ha creado.
“Venga tu reino” debería ser nuestra petición prioritaria y, si ello fuera posible, que sucediera en nuestra propia generación, como deseaba el apóstol Pablo.
Ni el miedo a la muerte por coronavirus ni el temor a los hombres deben gobernar nuestra vida ni nuestra actuación.
La sabiduría de la Palabra de Dios resulta evidente para todo el que esté dispuesto a reconocerla.
¿Ha desaparecido Dios de nuestros esquemas de pensamiento a la hora de considerar el mundo y los asuntos de esta vida?
Si nuestra aportación como Iglesia a la resolución de la pandemia es como la de los no creyentes, estamos fallando en nuestra percepción de la realidad.
Tener en cuenta a Dios en los problemas que aquejan a la sociedad humana es la mejor forma de infundir paz a la gente y de hacer posible una solución.
Hemos de manifestar en quién creemos y en quien esperamos, y que es poderoso para salvar.
Nosotros ─como Jesús─ estamos en el mundo para “dar testimonio a la verdad”. Pero nuestro mundo sigue haciéndose la misma pregunta que aquel escéptico Pilato después de escuchar al Señor: “¿Qué es la verdad…?”
Las manifestaciones de jóvenes son el grito desesperado de una generación que ve su futuro amenazado por el deterioro del planeta.
No hemos de dar por sentado que las causas del problema sean aquellas que generalmente se identifican en los medios seculares.
Ese periodo amenazante que se nos venía encima propició el inicio de las “reuniones unidas”, cada último sábado de mes en el local del Ejército de Salvación.
¿Cómo podemos los evangélicos ser fieles a Dios a la hora de votar, siendo así que nos identificamos cada vez menos con las opciones políticas existentes?
Ellos que rechazan públicamente la ley del talión son quienes mejor la aplican; y, como ellos mismos reconocen, si damos por bueno el “ojo por ojo y diente por diente”, pronto nos quedaremos todos ciegos y sin dentadura.
Ni nuestras creencias, ni nuestra manera de vivir o de actuar nos relacionan siquiera de lejos (menos aún nos identifican) con lo que se ha considerado siempre la “ultraderecha”.
Si el movimiento LGBTI con su ideología de género trata de borrar la diferencia entre los sexos, el feminismo radical no le va a la zaga: incluso converge con él en sus objetivos.
El fallecimiento de Stephen Hawking es una buena ocasión para reconocer cuánto ha avanzado la ciencia. Vivimos en un mundo tecnológico basado en la investigación científica.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.