El suicidio colectivo de los políticos

En su afán por aparecer inmaculados y dignos de toda confianza ante el electorado, los políticos españoles están cometiendo un harakiri colectivo conduciéndose como se conducen. En primer lugar, alardean de ser irreprochables ─ellos o sus partidos─ cuando ningún ser humano o institución terrena lo es; y en segundo lugar, su forma de demostrar su honradez y la pureza y fiabilidad de sus intenciones es acusando al contrario y rebuscando en la vida y el pasado de sus oponentes cualquier cosa que puedan utilizar en su contra. Ni que decir tiene que esto lo encuentran sin dificultad, ya que, como dice el apóstol Pablo, “no hay justo ni aun uno […], no hay ni siquiera uno”1. Si tal cosa es verdad de todo hombre y toda mujer en todas partes, ¿cómo no iba a serlo en nuestra querida España, donde estamos acostumbrados a hacer trampas en nuestro propio beneficio, ocultando cosas tales como nuestros verdaderos ingresos o el precio real de la venta de nuestra casa, o a escamotear la declaración o el desembolso del IVA, para no pagar a Hacienda o a nuestros proveedores lo que nos corresponde 2. No nos rasguemos, pues, las vestiduras por lo que hacen los políticos, porque lo único que nos falta muchas veces es la oportunidad de hacer nosotros lo mismo... ¡por lo menos a la mayoría! 

Pero si el problema es general y extensivo a toda la raza humana, ¿cómo no se dan cuenta los políticos ─que se hallan supuestamente entre los hombres y mujeres más inteligentes y preparados─ de que lo que hacen tiene un efecto bumerang, y que de aquello de lo que hoy acusan a otros, cuando se vuelvan las tornas, les pedirán cuentas a ellos? Un poco de buen juicio y de sano corporativismo ─de “hoy por ti y mañana por mí”─ no les vendría nada mal a nuestros representantes públicos. ¿Acaso no entienden que, cuando se inviertan los papeles, con la misma medida con que juzguen serán juzgados 3? Lo mismo que le hizo Pedro Sánchez a Mariano Rajoy se lo hace ahora el PP a él. ¿Hay, pues, razón para quejarse? Ellos que rechazan públicamente la ley del talión son quienes mejor la aplican; y, como ellos mismos reconocen, si damos por bueno el “ojo por ojo y diente por diente”, pronto nos quedaremos todos ciegos y sin dentadura. 

Si nuestros políticos actuales fueran sabios se evitarían muchos disgustos: como los de la Gürtel y los ERE andaluces; los de los másteres de Cristina Cifuentes y Carmen Montón; los de los doctorados de Pablo Casado y del presidente del Gobierno… por no hablar de aquellos “cortesía” del comisario Villarejo, que reparte tortas literalmente a diestra y siniestra con sus grabaciones: ora a la ministra Dolores Delgado, ora a Dolores de Cospedal (¡cuántos dolores a izquierda y derecha!). Y es que siempre hay alguien más ruin que uno o una esperando su oportunidad.

No es que aboguemos por cerrar los ojos ante el delito o la corrupción ─“que audiencias se conceden y procónsules hay”4, y para eso está la justicia 5─; pero quien es miserable con el adversario político, no solo se denigra a sí mismo y enturbia la vida pública, sino que también paga la factura: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago)6. Y también: “Con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Jesús)7. Pero teniendo en cuenta que “el principio de la sabiduría es el temor del Señor”8, no resulta extraño que a nuestros políticos ─que bien no creen en Él o bien no hacen caso de sus buenos consejos─ les falte inteligencia y sensatez para reconocer y solucionar su problema.

En vez de rebuscar en la basura ajena, ¿no sería mejor y más beneficioso para todos que nos deshiciéramos de la nuestra? “¿Y piensas esto, oh hombre ─dice Pablo─, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras”9. El juicio divino, en ciertos casos, se manifiesta en esta vida, dándonos la posibilidad de arrepentirnos, pero sea como fuere “todos compareceremos ante el tribunal de Cristo […] para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”10.

Nuestros políticos deberían prestar más atención a estas palabras de la Biblia y, en vez de seguir con el juego perverso y destructivo de buscar con ahínco los pecados ajenos y esconder los propios, reconocer sus errores delante de Dios y acudir a Aquél que mientras estemos en la tierra “tiene potestad para perdonar pecados” y “limpiarnos de toda maldad”11: Jesucristo. Esa es la sabiduría que nos hace ser más generosos con los demás y trae paz interior y concordia los unos con los otros 12. Un poco de humildad, generosidad y nobleza no estaría de más en la vida política, y contribuiría a fomentar esas mismas cualidades en el resto de la sociedad con el consiguiente beneficio para todos. Lo que están representando hoy en día nuestros líderes políticos es un suicidio colectivo acorde con el nihilismo que ha invadido nuestra sociedad como consecuencia de su rechazo de Dios y del evangelio de su Hijo Jesús.

Notas

1 Romanos 3:10-18

2 Romanos 13:7

3 Mateo 7:1-2

4 Hechos 19:38-39

5 Romanos 13:3-4

6 Santiago 2:13

7 Mateo 7:1-5

8 Proverbios 1:7

9 Romanos 1:2-6

10 Romanos 14:10; 2 Co. 5:10

11 Mateo 9:6; 1 Juan 1:9-10

12 Santiago 3:13-18