¿Cómo podemos los evangélicos ser fieles a Dios a la hora de votar, siendo así que nos identificamos cada vez menos con las opciones políticas existentes?
¿Cómo podemos los evangélicos resolver el dilema que se nos presenta teniendo que escoger entre alternativas igual o casi igual de malas a la hora de votar? La situación de la política en nuestro país y en todas las naciones occidentales ha llegado a tal punto de discrepancia con los valores del reino de Dios que los cristianos bíblicos -evangélicos- tenemos muy difícil votar de manera que no comprometamos el evangelio de Jesucristo con nuestro voto. Tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político se esconden lazos para el creyente en Cristo, cuya lealtad suprema es para con el Dios que hizo los cielos y la tierra(1) y para con su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y Señor, que nos ha reconciliado con Él por medio de la fe en su sangre(2) derramada en el Calvario hace más de dos mil años(3).
Hemos de dejar claro que nuestro compromiso con la verdad, la justicia, la misericordia, la paz o el medio ambiente no responden a una militancia política de izquierdas por nuestra parte, puesto que esos valores pertenecen más al cristianismo que a ninguna ideología política de siglos recientes. Ni el rechazo del aborto, el “matrimonio” homosexual, la ideología de género o la eutanasia indican una de derechas, o que nos hayamos quedado anclados en el pasado y profesemos valores arcaicos y trasnochados; porque los cristianos hemos sostenido siempre esas posturas desde el principio(4) en base a unos valores bíblicos que son eternos(5), porque Dios es eterno(6). Dios no cambia, ni hay otro remedio para el mal (o la maldad) del ser humano o de la sociedad que el evangelio de Jesucristo(7); ni otras instituciones distintas del matrimonio entre un hombre y una mujer(8) o de la familia construida sobre esa base, capaces de hacer posible una procreación natural, proporcionar un ambiente adecuado para los hijos y asegurar un futuro esperanzador para la humanidad. Se podrán utilizar otros métodos, y todos los avances tecnológicos que Dios le ha permitido al hombre conseguir, para imitar lo que Él ha creado, pero el resultado será decepcionante e infeliz, cuando no monstruoso. Jamás conseguirá el ser humano igualar la obra del Creador en sencillez, belleza, perfección y eficiencia: por sus propios medios solo obtendrá algo artificial, mecánico y siempre dependiente de aquello que ya ha sido hecho “por la palabra del Señor”(9).
¿Cómo podemos los evangélicos ser fieles a Dios a la hora de votar, siendo así que nos identificamos cada vez menos con las opciones políticas existentes, que nuestro mensaje se dirige a un mundo igualmente pecador ─ya sea de izquierdas o de derechas─ y que nuestras categorías no las dicta la política sino el evangelio, el cual divide a los hombres en creyentes y no creyentes, en pecadores redimidos e incrédulos? Algunos han optado por abstenerse de votar; otros por votar a partidos de derechas, izquierdas o centro, como lo menos malo; otros se han planteado muchas veces votar en blanco, pero se topan con el problema de que sus votos se sumarían a la candidatura ganadora. ¿De qué manera podríamos ejercer el voto expresando nuestra diferencia con las diversas opciones políticas a la vez que señalamos al evangelio del reino de Dios como única solución y esperanza para este mundo? ¿Es posible hacerlo?
El voto nulo es aquel que presenta algún defecto grave como, por ejemplo, un sobre con dos papeletas de candidaturas contrarias, algunos nombres tachados o la papeleta rasgada. Esos votos se incluyen en el recuento, pero no otorgan escaños. Tampoco se suman a la candidatura ganadora ni a la perdedora; de modo que al usarlo no se interfiere con la voluntad del electorado. Sin embargo, el voto nulo puede captar la atención de los políticos y de la sociedad e indicarles que hay ciudadanos que no se sienten representados por los programas de los partidos porque creen en un mundo distinto, piensan de un modo distinto, viven de manera distinta, reivindican una solución diferente para los problemas de la sociedad actual y pregonan una esperanza también diferente basada en las promesas del Dios creador, la buena noticia de Jesucristo el Salvador y el poder transformador del Espíritu Santo anunciados en la Biblia. Por otro lado, un voto así da al traste con las acusaciones interesadas que nos tachan de “fachas”, “rojos” y otros epítetos peyorativos, y nos identifica únicamente como cristianos en este mundo; pues si nuestro voto sale a la luz pública es posible que la gente nos demande razón acerca de la esperanza que hay en nosotros(10) y, si no sale, siempre podremos hacer referencia al mismo cuando nos pregunten o sea conveniente.
Supongo que muchos me considerarán ingenuo -y tal vez lo sea-, pero prefiero identificarme con Dios y con el evangelio de su Hijo (de modo que si tuviera que sufrir por algo fuese por causa de Cristo) que con otras causas menos nobles o excelentes. Además, esta opción tranquiliza mi conciencia y hace que me sienta libre para predicar el evangelio a “diestra” y a “siniestra”. No soy el enemigo de nadie, porque el evangelio es para todos. Mi voto nulo será, pues, un voto de testimonio.
Notas
1 Sal. 146:6
2 Ro. 3:25
3 1 Co. 5:17-19
4 Ep. Bernabé19:5; 20:2; Didajé2; Atenágoras “En defensa de los cristianos”, 35; Tertuliano, Apologeticum9:8, etc.; Ro. 1:18-27; 1 Co. 6:9; etc.
5 Sal. 119:89
6 Is. 41:28
7 Jn. 8:24
8 Gn. 1:27; Mt. 19:4-6;
9 Gn. 1:3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26; Sal. 33:6; Jn. 1:1-3; Col. 1:16; etc.
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