El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No hay tantos científicos ateos como se suele creer. La increencia es un fenómeno mayoritariamente europeo.
El judaísmo no cree que las profecías mesiánicas se cumplieran en Jesús. Los musulmanes creen que Jesús predijo la venida de Mahoma al hablar del “otro Consolador”.
La creencia, propia del politeísmo, en que el mundo material siempre existió, propia del politeísmo, choca contra el argumento cosmológico que afirma que todo tuvo un principio y que nada existió eternamente.
La moral de las sociedad evoluciona y cierta teología con visos panenteístas pretende que los preceptos morales de Dios también cambien para adecuarse a la moralidad moderna.
A lo largo de la historia del hinduismo se han manifestado ciertas tendencias de especulación filosófica que podrían clasificarse como escépticas o agnósticas, además del hinduismo panteísta.
Según el ateísmo, lo único que posee existencia real sería el universo físico o material.
Cada religión concibe a Dios a su manera y lo representa de forma diferente.
La evidencia histórica y la pura lógica indican que el rabino galileo fue quien dijo ser, que murió en la cruz, fue sepultado y la tumba quedó vacía.
El Corán niega que Jesús fuera crucificado por los romanos, en base al pobre argumento de que a la gente “le pareció que había ocurrido así”.
¿Qué mentiroso es capaz de morir por defender una mentira, sabiendo que es mentira?
Si la resurrección de Jesús hubiese sido una alucinación, el cristianismo se habría extinguido en sus mismos orígenes.
Esta idea choca frontalmente contra el comportamiento de los discípulos de Jesús, ya que ninguno de ellos tenía la esperanza de que resucitaría al tercer día.
Existen numerosas hipótesis y legendas contrarias a la resurrección o que pretenden negar la realidad histórica de la misma.
Toda criatura humana es también como un caminante de la historia. El Maestro se hace presente en los senderos de la humanidad.
El Dios de la Biblia no puede reducirse a la propia naturaleza creada por él mismo, como creyeron tantos filósofos materialistas a lo largo de la historia.
Si hay algo que Jesús ha dejado claro, en el N.T., es que Dios no es un sádico que se complace en hacer sufrir al ser humano.
Hay hechos que cuanto más avanza el conocimiento científico, más recalcitrantes se vuelven. Son sucesos que se resisten a cualquier intento de explicación científica.
La fe cristiana es universal porque, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios es el Señor de todas las naciones de la tierra.
Lo impuro, desde la óptica bíblica, no es lo pecaminoso sino más bien todo aquello que incapacitaba formalmente para acercarse al santuario del Dios vivo.
Los milagros, si han ocurrido, han tenido también una primera vez, sean únicos, como la resurrección de Jesús, o no lo sean, como las diversas sanidades.
El creyente que no se maravilla ante la creación de Dios, es que no ha entendido la Escritura bíblica.
Tradicionalmente la cristiandad ha venido aceptando los milagros, tal como se describen en la Escritura, hasta los siglos XVII y XVIII.
Dios no se dedica a castigar a la humanidad por medio de virus mutantes que matan sobre todo a los más ancianos, o a quienes tienen un sistema inmunitario débil, sean éstos, creyentes o no.
El Covid-19 puede ser el principio de toda una serie de epidemias víricas que se nos vendrán encima si no aprendemos a ser mucho más respetuosos con la creación.
Si al leer tu Biblia descubres que Dios te está hablando a través de ella, es porque el Espíritu Santo te está dando la oportunidad de solucionar algo que no está bien en tu vida.
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