¿Impide la fe cristiana el avance de la ciencia?

En ocasiones, suele oírse decir que la creencia en un Dios creador impide o dificulta el avance de la ciencia puesto que, frente a ciertos problemas del mundo natural para los que aún no se conoce una solución racional, los creyentes tienden a pensar que forman parte del misterio divino porque el creador diseñó el universo así y quizás el ser humano nunca alcance el conocimiento necesario para comprenderlos. De esta manera se perdería el interés por resolver tales dificultades naturales y supuestamente se impediría el avance de la investigación científica.

Sin embargo, es más bien al revés. La creencia en un Dios que ha diseñado inteligentemente el cosmos y a todos los seres que lo habitan estimula el progreso científico, mientras que el materialismo naturalista lo dificulta. Durante la Revolución científica de los siglos XVI y XVII se produjo en Occidente el florecimiento de la ciencia moderna gracias a investigadores que creían en Dios, como Copérnico, Galileo, Kepler, Newton y muchos otros. Todos entendían que la naturaleza era la otra revelación divina y se aproximaban a ella con respeto ya que consideraban que no era fruto del azar sino de la inteligencia de Dios. Esperaban encontrar en cada detalle físico, químico o biológico esa sabiduría sobrenatural que proviene de lo alto y así fue como descubrieron las leyes fundamentales de toda ciencia.

Posteriormente, con el desarrollo de las ideas materialistas de la Ilustración a partir de mediados del siglo XVIII y las del darwinismo en el XIX, la creencia en el Dios creador se fue sustituyendo progresivamente por las de la eternidad de la materia, el azar como fuente de diversidad biológica y la selección natural evolucionista. De esta manera se llegó a la conclusión de que el evidente diseño que muestra el universo y los seres vivos es fruto de la casualidad y no de la inteligencia. Muchos siguen creyendo hoy que tal diseño es aparente ya que se debería exclusivamente a la transformación aleatoria de la materia. Sin embargo, esta cosmovisión materialista ha conducido a errores que han dificultado durante años el avance de la ciencia.

Por ejemplo, el darwinismo predecía que buena parte del genoma humano y de los animales fuera inútil ya que no servía para producir proteínas. Se creó así el erróneo concepto del llamado “ADN basura”, que supuestamente estaba formado por restos de material genético que habrían tenido alguna función en el pasado filogenético de la especie pero que ya no servían para nada. Pues bien, la genética ha demostrado de manera irrefutable la falsedad de la hipótesis del ADN basura. Aquello que se creía inservible ha resultado ser una fuente de información sofisticada imprescindible para el correcto control y funcionamiento de las células. Esta mala interpretación genética se produjo en base a la supuesta aleatoriedad impersonal materialista y no a la creencia en un Dios sabio del que no cabría esperar la creación de basura en el ADN. En este caso, la fe en un creador inteligente habría promovido la investigación para descubrir posibles funciones en dicho ADN basura, garantizando así la objetividad científica. Por lo tanto, la fe en Dios no impide el progreso de la ciencia sino todo lo contrario, le abre las puertas de par en par.