El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La inteligencia humana puede no ser el órgano infalible con el cual llegamos a alcanzar el conocimiento de las cosas.
Lo que parecía un camino cómodo y fácil, está resultando erizado de vergüenza y bochorno.
Es expresión de un egoísmo individual que se ha vuelto colectivo, no teniendo más horizonte que el materialismo consumista.
Mientras que el ateísmo afirma que la causa es el efecto y el efecto la causa, el cristianismo afirma que la materia es el efecto de una causa, que es Dios. Ese Dios invisible es auto-existente, creador de materia y vida.
La Biblia misma responde esta pregunta, aunque tal respuesta no procede de la imposición de nuestras propias fantasías.
El pueblo de Israel era un pueblo mediterráneo, sanguíneo y dado a la espontaneidad, pero tuvo que aprender la importancia del orden.
Hoy se enarbolan muchas banderas divisivas y de rechazo, pero el pueblo de Dios tiene una bandera mejor que levantar.
En el matrimonio en la voluntad de Dios hay lugar para el disfrute y el contentamiento.
No merece la pena militar bajo banderas sobre las cuales planea la sombra de la derrota; por eso es vital no equivocarse de enseña.
La resistencia surge a consecuencia de un estado de cosas insoportable, cuando el mal se hace o quiere hacerse hegemónico y la justicia es aniquilada totalmente.
La restauración es solo posible porque Dios tiene misericordia de su pueblo.
La tarea de traer una solución absoluta a este mundo es sobrehumana. Por eso sobrepasa las facultades de cualquiera, hasta de los mejores.
La bandera trascendental es la que Dios ha levantado para nuestro bien.
La confianza es imprescindible en cualquier campo de la existencia humana.
Si hubiera que definir con una palabra la obra que efectúa la pornografía, esta sería destrucción.
Debemos, en esta hora crítica, presentarnos ante el trono del Rey de reyes y Señor de señores para implorarle que tenga misericordia de nosotros.
Ese libro, que nos explica nuestro origen, la causa de nuestro problema y la solución al mismo, es hostigado, ridiculizado, odiado y prohibido.
Sin ley no se puede vivir, porque es lo que regula la convivencia humana y también el equilibrio individual de cada cual.
La moderna censura es más sutil que la vieja, porque se ampara no en tal o cual ley sino en algo abstracto y nebuloso: ‘el espíritu de la época’.
Tres mil años antes de la película, Proverbios describe con exactitud la trama del engaño ajeno y el autoengaño propio.
Toda esta exaltación de la idea de pueblo tiene un talón de Aquiles, porque ¿qué ocurre si es el pueblo mismo el que se desvía o corrompe?
¿Por qué todos tienen derecho a decir lo que piensan y el predicador no tiene derecho a proclamar lo que dice la Biblia?
La libertad de conciencia es un derecho humano inalienable que procede del Creador. Lo único que puede hacer un Estado, una Constitución, un parlamento, un gobierno o una judicatura es reconocerlo y preservarlo.
La dimensión que ha adquirido el teléfono inteligente ni en sus mejores sueños podían haberla imaginado sus inventores, al haberse convertido en pocos años en algo imprescindible.
Actualmente el mundo de las telecomunicaciones en España se va pareciendo cada vez más a un agitado mar en el que tiburones y otras especies depredadoras se mueven a sus anchas.
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