El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Si te dueles con la batalla de Romanos 7, y si te entran dudas en cuanto a tu propia salvación, presta atención.
Dos hombres poderosos y ricos. ¿Sabes por qué acabaron estrellándose de forma tan estrepitosa?
Tras vivir una vida humana sin tacha y morir en lugar de los pecadores, fue enterrado. Al tercer día, resucitó con un cuerpo transformado.
Tanto Pablo como Pedro hablaban bien. Pero no queremos quedarnos admirando la técnica oratoria de los mensajeros, sino centrarnos en el contenido de ese mensaje.
Una reflexión sobre los errores del universalismo al considerar el tiempo de salvación abierto por Dios.
En este lado de la eternidad, el Juez de toda la Tierra nos extiende la mano deseoso de ser nuestro Salvador en vez de quien deba dictar sentencia.
“O sea, que incluso si intento cumplir los 10 Mandamientos, ¿no me gano el cielo?”
Tras la muerte, lo que se pudo haber aprendido antes, no se podrá solventar después.
Si te refugias bajo las enseñanzas de falsos profetas y maestros, acabarás bajo los escombros.
¿Quién podrá reclamar sus derechos cuando se encuentre frente al Creador?
La respuesta a la felicidad es alguien, no una cosa.
¿Te das cuenta tú también de la paciencia que Dios presenta para contigo?
Tienes ese regalo delante de ti. ¿Le has quitado el envoltorio y te has apropiado personalmente de Él?
Todos los mortales son pecadores y sus vestimentas están sucias. Pero hay esperanza.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
El plan de redención data de la eternidad pasada pero en buena hora llegó el único que podía llevarlo a cabo.
Jesucristo trae salvación porque se entrega a Sí mismo.
Si nuestra primera estación es nuestro nacimiento y comenzamos nuestro trayecto de esa manera, el final del trayecto es nuestra defunción.
“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos" (Ezequiel 11:19)
Hay una promesa emitida en el pasado, una realidad presente y un cumplimiento futuro.
Tú decides quién saca la basura.
Vemos el sufrimiento pero sabemos que el mal que lo genera no tendrá la última palabra.
Las agujas del reloj seguirán su imparable curso...
Dios no necesita ni ritos ni sacramentos ni ascetismo por tu parte. Ya te ha perdonado si te has arrepentido y confías en Él para tu salvación.
¿Cómo podemos afirmar que algo que hay que cumplir nos hace libres?
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