La pena capital romana ("romanorum supplicio") por la que Jesús fue "ejecutado" fue de hecho la crucifixión, del latín "crucifixio".
En los tiempos del Nuevo Testamento, la única autoridad con derecho a condenar gente a muerte era Roma. Ese derecho que se reservaban los romanos se llamaba en latín “use gladiatus”:
“Les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie” (Juan 18:31).
En el año 70 antes de Cristo, el abogado, político y escritor romano Marcus Tullius Cicero, dio un discurso ante los ciudadanos en nombre de Gaius Rabirius afirmando que ningún romano debiera morir por crucifixión. Desde entonces, los ciudadanos romanos ya no tenían que temer esa muerte.
Sin embargo, la pena capital romana ("romanorum supplicio") por la que Jesús fue "ejecutado" fue de hecho la crucifixión, del latín "crucifixio". La frase en latín es "ibis ad crucem", que significa "irás a la cruz". En otras palabras, se te dejará morir en una "crux" ("cruz" en latín). Pilato dijo: “¡He aquí el hombre!" (Juan 19:5), que en latín es "Ecce homo" y entregó a Cristo para que fuera crucificado (Juan 19:16).
Tras las palizas y el flagelum, o látigo romano (Juan 19:1), se colocaron sus brazos en el "patibulum" (barra transversal), y luego sus pies en el "stipes" (viga vertical), algo que la Biblia describe con tan solo las palabras “y allí le crucificaron” (Juan 19:18).
Después leemos en hebreo: “Wayijtov Pilatos Ketovet Al-luaj Wayisimehu Al-hatselav Yeshua hanatseri Melej hayehudim”. El griego sería: “Iisous Nazoreos Vasilef ton Ioudeon”. Es decir, Juan 19:19-22 dice: “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito”. De allí el acróstico archiconocido “INRI”, que quiere decir “IESVS NAZARENVS REX IVDÆORVM”.
Jesús padeció eso y más por ti y por mí. Sin duda leemos:
“Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5b-8).
Pero lo bueno es que esa cruz ahora está vacía y no meramente porque hayan descolgado el cuerpo de la cruz (Mateo 27:57-60). No, Cristo resucitó (Salmo 16:9-10, Hechos 10:40, Hechos 17:31, Hechos 25:19, Hechos 26:23, Romanos 1:4, Romanos 4:24, 1ª Corintios 15, 2ª Corintios 5:15, 2ª Corintios 13:4, Gálatas 1:1d, Efesios 1:20, Colosenses 2:12, 2ª Timoteo 2:8b, Hebreos 13:20, 1ª Pedro 1:3) y por eso Filipenses 2:9-11 prosigue con las palabras siguientes:
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
Algo que vemos se cumplirá: “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:13-14).
Los romanos imponían su “pax romana” de esta forma pero fue la forma en que Dios trajo paz entre un Dios santo y los pecadores: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
La cruz y la tumba vacías atestiguan que Cristo resucitó. Y te ofrece la vida eterna si confías en Él y te apartas del pecado. ¿Resucitarás tú con Él?
Nuestro Señor Jesús “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
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