Podemos tener esperanza bajo toda circunstancia adversa, siempre y cuando cumplamos los requisitos para tener dicha esperanza que ni la muerte puede apagar.
“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis” (Mateo 24:6).
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¿Que no nos turbemos? Mirando las tensiones, los conflictos, las guerras, bueno, para abreviar, mirando el estado en el que se encuentra el Mundo actualmente, es muy difícil no turbarse. ¿Cómo lograr un objetivo tan sublime como difuso? Aprendamos del Apóstol Pablo, que tiene mucho que decirnos acerca del poder el pensamiento positivo. Pablo escribió:
“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2ª Corintios 1:8).
Si había alguien que podría estar turbado por todas las aflicciones que pasó en su día, sería Pablo. Podría haberse sumido en la desesperanza pero no lo hizo. El los dos versículos siguientes, vemos el secreto que le ancló en la esperanza:
“Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (2ª Corintios 1:9-10).
Pablo aprendió a fijarse en los aspectos positivos de incluso circunstancias y motivaciones negativas como leemos en Filipenses 1:15-18. Veamos:
“Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”.
Pero fijaros que Pablo no tiene la cabeza en las nubes. El motivo de dicha esperanza tenía una base sólida. La intercesión de otros hermanos le sostenía y llenaba de ánimo:
“Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:19-21).
Dichas líneas de la pluma de Pablo manifiesta un contexto desesperanzador. Estaba en cautividad y temía por su vida. Pero Dios responde a las oraciones de los justos y tiene la capacidad de romper tanto las circunstancias como el círculo del pensamiento negativo.
Pero el caso es que le liberaran o no, Pablo seguía firme en la esperanza incluso tras la muerte. No se trata de vivir en las musarañas ignorando la realidad. No, estaba encadenado y seguía temiendo por su vida. Pero el caso es que tenía esperanza ante el último enemigo y más allá en la eternidad. Eso es poner en práctica la teoría de la cual escribirá también en la misma epístola:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Filipenses 4:6-9).
Visto esto, podemos tener esperanza bajo toda circunstancia adversa siempre y cuando cumplamos los requisitos para tener dicha esperanza que ni la muerte puede apagar. La llave que abre la puerta a la esperanza la divisamos aquí: “Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. ¿Tienes esa esperanza?
Esa es la única base para tener esperanza. Hemos hecho mención del “Evangelio” y que puedes acceder a las promesas por medio del Salvador: “Cristo es anunciado; y en esto me gozo”. ¿Conoces el contenido del Evangelio que seguimos anunciando los Cristianos? Por si acaso, aquí tienes en palabras de Pablo de nuevo:
“Sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:24-25).
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Es decir: Cristo vino a morir por nuestros pecados. Si arrepentidos confiamos en Él y creemos en Su resurrección, tenemos acceso al perdón de nuestros pecados y a la vida eterna con nuestro Señor. ¿Cómo no pensar positivamente?
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).
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