Las grullas conocen su tiempo

Como la grulla y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en alto mis ojos. Jehová, violencia padezco; fortaléceme. (Is. 38:14)

Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio de Jehová. (Jer. 8:7)

Estas son las dos únicas citas bíblicas en que aparecen las grullas. En la de Isaías se hace alusión al estridente sonido que estas aves son capaces de emitir, mientras que en la de Jeremías se señala su extraordinaria costumbre migratoria.

El término hebreo sus, סוּס o sis, סִיס, que se tradujo por “grulla” proviene de una raíz que significa “saltar o brincar”. De hecho las grullas son famosas por sus bailes y sus saltos de hasta cinco metros de altura que realizan en pequeños grupos, a modo de rituales sociales de reconocimiento.

No se trata de animales residentes en Tierra Santa sino de aves migratorias que la atraviesan un par de veces al año y que, por tanto, se las puede ver a principios de otoño, cuando vuelan hacia África y al final del invierno, en su viaje de regreso al norte de Europa y Asia.

El famoso teólogo y naturalista inglés del siglo XIX, Henry B. Tristram, describía ya en su época la presencia de más de dos mil grullas sobrevolando las tierras bíblicas y deteniéndose a descansar en lugares como Beerseba y Acaba.[1]

En la actualidad, todavía se las puede ver a centenares, durante los tiempos de migración, en el lago Agamon-Hula, al norte de Israel y en otros lugares.

Las grullas euroasiáticas (Grus grus) son aves elegantes de la familia Gruidae, que poseen las patas y el cuello largos. Presentan el plumaje general de color gris, algo pardusco o más oscuro en la espalda, mientras que en el pecho y las alas suele ser más claro.

A principios de otoño y de invierno, durante sus migraciones, pueden verse bandadas de grullas buscando semillas, insectos y otros pequeños animales en los campos de Israel. / Antonio Cruz.

El aspecto general recuerda al de las cigüeñas y las garzas. Los ejemplares de mayores dimensiones pueden alcanzar el metro y medio de altura, así como una envergadura alar de más de dos metros y medio.

Existen unas 14 especies distintas repartidas por todo el mundo. Las grullas habituales en Israel se identifican claramente por la pequeña mancha roja sin plumas que presentan en la cabeza. Así como por los colores blanco y negro de la cabeza y cuello. Son aves longevas que pueden vivir hasta los 50 años.

Una de las características más curiosas de las grullas es su grito estridente y lastimero, que a oídos del profeta Isaías sonaba como señal de queja o disgusto por parte de dichas aves. Tan singular vocalización se debe a la particular anatomía interna de su tráquea.

Ésta puede medir un metro y medio de longitud, ya que está arrollada en el esternón, por lo que el animal es capaz de emitir potentes sonidos atrombonados, capaces de oírse a más de dos kilómetros de distancia.

La caza practicada por deporte durante años, o por el supuesto daño que las grullas causaban a los campos, disminuyó considerablemente en el pasado las poblaciones de estas majestuosas aves.

Sin embargo, en la actualidad, están protegidas en todo el mundo. Son excelentes voladoras que normalmente necesitan recorrer un pequeño trecho antes de despegar bien del suelo.

Cuando se hallan en el aire, las bandadas componen una bella imagen ya que se ordenan en forma escalonada o de V, sustituyendo periódicamente al ave vértice, o que va en cabeza, para evitar el cansancio provocado por el rozamiento del aire.

Se desplazan mediante lentos batidos de alas, manteniendo el cuello completamente estirado hacia delante. Son capaces de volar a gran altura, alcanzado en ocasiones los 4000 metros sobre el nivel del mar.[2]

Grulla (Grus grus) a la carrera, tomando impulso para despegar del suelo. / Antonio Cruz.

Las grullas son omnívoras, se alimentan principalmente de vegetales, hojas, raíces, tallos, semillas y frutos, pero también consumen pequeños animales como insectos, arañas, ciempiés, cangrejos, lombrices, caracoles, anfibios, pececillos y roedores.

Aunque pueden dañar alguna cosecha local, sólo suelen tragar los granos caídos en el suelo y no arraigados, por lo que en general son beneficiosas para la agricultura puesto que consumen animales que pueden constituir plagas.

Las grullas del noreste de Asia y norte de Europa pueden usar dos vías para migrar a África sin cruzar el mar Mediterráneo, una es Israel y la península arábiga, mientras que la otra es la península Ibérica.

En otoño, cruzan España de norte a sur alrededor de 150.000 grullas procedentes de Escandinavia y los países bálticos. Se detienen un tiempo en la laguna de Gallocanta (situada entre Zaragoza y Teruel) y continúan su viaje hacia el Sureste, algunas se quedan en Extremadura y Andalucía, mientras otras prosiguen hasta África, a la desembocadura del río Massa, en la vertiente atlántica de Marruecos.

El texto de Isaías 38 que encabeza esta entrada es una composición poética que recuerda los salmos de David. Se refiere a la grave situación emocional que sufrió el rey Ezequías, al experimentar una enfermedad mortal.

De alguna manera, permite pensar también en el sufrimiento de Job. El texto se pregunta acerca de lo poco que puede hacer el ser humano frente a aquello que ya está decidido de antemano por Dios.

Después de manifestar el dolor, de gritar lastimeramente como hacen las grullas, de orar pidiendo clemencia y de llorar amargamente, sólo queda esperar en el Señor. La segunda parte del capítulo se refiere a la gratísima experiencia de haber sido escuchado y librado de la muerte.

El rey Ezequías recibe sanidad y Dios le alarga la vida quince años más. El autor reconoce que la vida es frágil, que debemos vivirla intensamente y regocijarnos en ella, pero sobre todo admite una importante lección divina: durante la existencia humana hay que prepararse para el más allá.

Igual que hacen las grullas en el tiempo de la migración, debemos estar dispuestos para despegar el vuelo cuando el Señor nos llame a su presencia.

[1] Tristram, H. B. 1883, The Natural History of the Bible, London, p. 239.

[2] Burton, M. et al., 1979, Enciclopedia de la Vida Animal, Bruguera, Barcelona, p. 1214.