Tenemos que hablar de las dos dimensiones que debe tener la espiritualidad cristiana: la vertical y la horizontal.
Hay que tener cuidado con la experiencia religiosa, fundamentalmente con la experiencia de la espiritualidad cristiana. La pregunta sería la que encabeza el título del artículo: ¿Qué es y en qué consiste la experiencia de la espiritualidad cristiana en medio de un mundo en crisis?
Quizás, aunque parezca extraño, esta pregunta se podría responder con otras preguntas. ¿Es un arrobamiento que, de alguna manera, nos aparta del mundo y de nuestras responsabilidades para con el prójimo en necesidad y sufrimiento? ¿Es estar, de alguna manera, prendado de lo divino, buscando un encuentro personal con el Señor, pero dando la espalda al grito del prójimo? ¿La vivencia de la espiritualidad cristiana no nos lanza también a contemplar como hacían los profetas y Jesús mismo una realidad social compleja en la que se da la pobreza, los focos de conflicto, el sufrimiento, el hambre y tantos y tantos focos en los que muchos sufren la historia de una manera terrible?
Quizás la espiritualidad cristiana se podría definir así: estar aferrados a Dios, al Padre con una de nuestras manos y con nuestro corazón, pero, sin duda alguna, es también estar aferrados en compromiso con el prójimo en medio de tantas crisis y problemáticas urgentes en medio de una realidad social violenta, conflictiva e injusta.
Esta vivencia de la espiritualidad cristiana nos ha de llevar a ver con claridad la visión de los profetas y de Jesús mismo que nos comunicaron la perspectiva y la visión de estar atentos al llamado de Dios y al llamado con relación al prójimo practicando la justicia y la misericordia, o sea la práctica de la projimidad, que deben estar avaladas por la misma fe en una tensión equidistante y semejante de vivir por un lado el amor al Dios tres veces santo y, en una relación de semejanza, al prójimo como a nosotros mismo.
Fuera de esta tensión entre estos dos polos se puede practicar una religión no auténtica, ejercer una espiritualidad que no se corresponde con el concepto de religión, la religión que define la Biblia y que lo hace así: “La religión pura y sin mácula es ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y mantenerse sin mancha hasta el fin”. Se puede ser religioso pero no vivir en profundidad la experiencia de la espiritualidad cristiana.
Es necesario vivir con igual fuerza esos dos polos: Dios y el hombre, la realidad ultramundana y la realidad mundana de nuestro aquí y nuestro ahora en justicia, misericordia y fe. Siempre llamados a servir al prójimo en el mundo por amor a Dios. La vivencia de la espiritualidad cristiana en relación con un Dios que dignifica y ama al hombre debe estar en esa línea, aunque sea en contra de los poderes humanos y de las estructuras de injusticia que agobian a la humanidad.
Recordemos cómo Dios se comunicaba con sus profetas, con su pueblo, hasta llevarles lejos de los rituales litúrgicos vanos y mostrarles que el auténtico ritual siempre va a estar en relación con Dios y con el servicio al prójimo en necesidad. ¡Qué curioso que la definición bíblica de religión comience con “ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” antes de llegar a la idea de estar libres de pecado, de “mantenerse sin mancha hasta el fin”. Las dos líneas que hemos de tener en la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana.
Una pregunta de nuevo: ¿A qué nos puede llevar todo esto, el seguir estas líneas bíblicas? Los que practican la auténtica espiritualidad cristiana pueden ver a la vez las dos dimensiones de las que estamos hablando: pueden estar aferrados a un Dios justo al que desean alabar, rendir culto y servir y, necesaria y simultáneamente, pueden estar centrados y pendientes del sufrimiento del prójimo, del grito de dolor de los sufrientes de la tierra que la Biblia muchas veces los concentra, quizás como símbolos de los marginados y sufrientes del mundo, en tres colectivos que englobaban las grandes injusticia y sufrimientos de los desamparados: los extranjeros, los huérfanos y las viudas.
No. No hay auténtica espiritualidad cristiana fuera de estas líneas. Y si algunos dijeran que la hay, sería la vivencia de una espiritualidad cristiana mutilada, alicortada, espiritualmente enferma. Por eso tenemos que hablar de las dos dimensiones que debe tener la espiritualidad cristiana: la vertical, que nos lleva a una relación con Dios del que podemos recibir bendiciones y fuerzas para la evangelización del mundo, y la horizontal, que nos lleva a la relación con el prójimo sufriente en amor y solidaridad con el grito de dolor de nuestro prójimo en una tierra empapada del dolor de los hombres.
Por tanto, el creyente también está llamado a preocuparse, estudiar y conocer la realidad del mundo y a no dar la espalda al horror en el que viven tantos y tantos coetáneos nuestros. Debemos saber que el sufrimiento y la injusticia en el mundo clama a Dios hasta que Jesús nos llegó a dejar este mensaje: “Lo que hicisteis por estos mis hermanos más pequeños por mí lo hicisteis”. Os dejo todo esto como reflexión para que todos nosotros nos planteemos si, realmente, estamos viviendo la auténtica espiritualidad cristiana como la Biblia nos enseña y como los profetas y Jesús nos dieron ejemplo.
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