Ante lo eficaz, lo rentable y el beneficio

No. No nos podemos sustraer a las presiones del ambiente socioeconómico del mundo. Muchas veces, los cristianos ya cerramos también nuestros oídos a ciertos mandamientos bíblicos.  Así, en los salones de nuestros templos entran los valores consumistas. Hombres, mujeres, adolescentes y, en general, todos —sálvese quien pueda—, buscan lo eficaz, el beneficio económico, todo aquello que creemos que nos es “lícito” acumular y guardar, olvidando las líneas del compartir. Hay que hacer un stop y preguntarse: ¿Son valores bíblicos todas estas presiones, o debe predominar el “basta a cada día su propio afán, el pan nuestro de cada día dánoslo hoy, o el aserto bíblico de Jesús de que la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”? ¿Qué valores hay en nuestras mentes, en nuestros corazones y en nuestras vidas? 

¿Nos domina la idea de lo eficaz y del beneficio económico? ¿Se agarran a nuestras mentes, a nuestros corazones y a nuestras almas, aun viendo las leyes injustas de un mercado insolidario, y de tantos y tantos prójimos desposeídos, apaleados y tirados al lado del camino? ¿Llega esto a ser una neblina que se interpone entre Dios y nosotros, entre nuestra alabanza y nuestras oraciones —léanse a los profetas— ante un Dios justo que demanda justicia, práctica de misericordia y el mancharnos nuestras manos en la ayuda al prójimo, usando nuestra hacienda, tiempo y palabra para darle una mano de ayuda. Todos debemos replantearnos nuestra vivencia de la espiritualidad cristiana, no sea que erremos y perdamos el camino.

¿Son nuestras alabanzas ruidos molestos a los oídos de Dios? ¿Son como metal que resuena o címbalo que retiñe? Si no practicamos la misericordia, el compartir y la justicia, nuestras alabanzas pueden ser ruido que interceptan la relación con Dios. No. Para el cristiano no siempre lo eficaz y la búsqueda del beneficio propio es lo bueno. Puede ser una trampa de Satanás. 

Coméntale al mundo hoy que, buscar lo eficaz, lo rentable y el beneficio propio, no es algo bíblico y que deben volver su mirada a los pobres de la tierra. Probablemente, se rían de nosotros muchos de nuestros contemporáneos. El rico necio de hoy no es despreciado en el mundo, la parábola del Rico Necio parece ser algo del pasado, la ven  como un romanticismo económico que rompe las leyes de la eficacia, de lo rentable, del cuidado y custodia del beneficio que hemos generado que, según los parámetros de los valores antibíblicos, debe ser para nosotros, solamente para nosotros y nuestros hijos.

La Biblia nos habla de hacer justicia y practicar misericordia. Hoy, en una sociedad impregnada por valores en contracultura con la Biblia, pensar y exigir políticas de auténtica redistribución de bienes, el hacer justicia a los débiles y practicar la misericordia a costa de los beneficios económicos de las minorías enriquecidas, es una locura social, cultural y vital. Va en contra de lo eficaz y de lo rentable. Pues bien: eso es la antítesis del cristianismo. Hoy es imposible entender la frase bíblica de que “no haya pobres entre vosotros”. Es un idealismo ineficaz que rompe con las leyes económicas de un mundo injusto.

Así, centrarse en ideas de misericordia, redistribución de bienes, llamar necios a los acumuladores del mundo, practicar políticas sociales de ayuda a los desfavorecidos hoy, en medio de un mundo injusto y en donde se da el escándalo de la pobreza, sería un pecado económico, una tentación indigna de lo eficaz, un signo de debilidad que puede perjudicar al mercado regido por las economías neoliberales.

Dos caminos, dos soluciones, dos sendas éticas o económicas. Una es la de creencia en los valores bíblicos, de práctica de una ética que puede ser cristiana o su antítesis, la anticristiana, pues la ética cristiana es la del amor al prójimo que nos descentra proyectándonos en aquellos que nos necesitan, renunciando a las ideas de buscar solamente el beneficio propio. Lo otro es lo malo, la respuesta de la muerte, la que está en contracultura con los valores bíblicos, en la antítesis con los valores del Reino y con los mandamientos de Dios para aquellos que quieren seguirle. Es la vía egoísta del culto a la eficacia, las acumulaciones, la búsqueda del beneficio propio que puede formar una nueva “religiosidad” satánica que puede confundir aún a aquellos que se denominan cristianos y seguidores del Maestro.

Cuidado con la “religiosidad” pagana que se da hoy en muchos contextos sociales, que también tiene sus ritos demoníacos: la inclinación y el respeto a los que más tienen, el dar los primeros lugares a los más ricos, considerar la riqueza como prestigio, avalar a los triunfadores aunque, quizás, estén montados en el sufrimiento de los más débiles, el acabar adorando el propio beneficio económico como satánico becerro de oro. Esta religiosidad pagana se puede introducir también en medio de nuestras congregaciones.

La Biblia nos dice que con nosotros, sus seguidores, no debe ser así. Que debemos estar cerca, en búsqueda de justicia y misericordia con los huérfanos y las viudas, con los extranjeros, con los injustamente tratados, con las víctimas del culto a la eficacia y al beneficio propio. Si no, según los profetas, Dios permanecerá mudo ante nuestras peticiones y sordo ante nuestras alabanzas, diezmos y cualquier tipo de ritual cúltico. El consejo de Dios es: “Aprended a hacer justicia y practicar misericordia”. Es entonces cuando Dios abrirá sus oídos y saldrán palabras de aprobación de su boca ante nuestro culto a Él.