El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Desde su labor docente y como escritor, Escobar ahonda en cómo la misión evangélica implica necesariamente abordar las injusticias.
Legitimamos nuestras protestas y reivindicaciones desde una idea muy particular de la justicia. Una lástima que esto no se corresponda con la organización de nuestro estilo de vida, en general.
Uno de los mayores peligros que puede haber no es morder el polvo en la derrota, sino confiarse en la sucesión de victorias.
Ruth Lorente y Laura Pérez presentan ‘Una historia mejor’, un recurso para llevar el mensaje de Jesús a la universidad. “Las narrativas importan, funcionan como unas gafas a través de las que interpretamos lo que vivimos”, explican.
El silencio cómplice que, quizás, atrona al mundo debe saltar hecho pedazos con la voz solidaria de los creyentes del mundo.
Si el cristiano es libre para algo, es para comprometerse en su libertad con el prójimo sufriente.
Hoy, los gobernantes en semejanza con el Pilato de los tiempos de Jesús, nos darían palmaditas en la espalda y estarían muy satisfechos de que trabajáramos en la privacidad de nuestros templos.
Cuando las riquezas de alguien son causa del empobrecimiento de muchos, no son lícitas, son pecaminosas.
El bajar a la arena de la realidad donde se mueven los que están en el no ser de la pobreza y marginación no está entre las prioridades de los buenos samaritanos de hoy en día.
Dios puso dentro de nosotros ese sentimiento de justicia. La necesidad de un ser superior que tenga la última palabra en todo es la sed de Dios dentro de nuestro corazón.
¿Cómo pretender levantar un edificio, si el fundamento carece de solidez?
Jesús fue libre ejerciendo su libertad en compromiso con el hombre y con el mundo de una manera amorosa, ética y muy humana.
No me duele mi invisibilidad, ¿por qué habría de dolerme tal cosa? Me duele la invisibilidad de las injusticias, de la pobreza, también la pobreza del corazón.
Usemos la fuerza de la Palabra, de la denuncia, de la solidaridad y amor entre los hombres.
Estos males existen desde el principio de los tiempos.
La justicia y la misericordia hacen preguntas diferentes. Un artículo de Paul Campbell.
Jesucristo puede identificarse hoy con cada víctima de injusticia sistémica en nuestro mundo. Un artículo de Ivor Poobalan y Victor Nakah.
Si no practicamos la misericordia, el compartir y la justicia, nuestras alabanzas pueden ser ruido que interceptan la relación con Dios.
Los cristianos tenemos la labor profética de denunciar tanto los pecados sociales como morales que inundan nuestra sociedad y que van en contra de la Palabra de Dios.
La obediencia ciega no es una respuesta válida en los momentos en los que la injusticia reina.
No debe, mientras cierra los ojos y se enfunda el corazón ante el dolor, la miseria, el desprecio, la impotencia. Mientras lo ajeno le importa.
El mar, sólido muro recio y gris, atrapa la agonizante esperanza destrozada por la realidad presente.
El proceso judicial al que se vio sometido Nabot, el de Jezrael, me ha llamado mucho la atención.
La ética bíblica del trabajo choca de frente con un sistema laboral deficitario, según la Organización Internacional del Trabajo, en “bienestar material, seguridad económica, igualdad de oportunidades y margen suficiente de desarrollo humano”.
Nos hacemos más cercanos a las bestias conforme pasa el tiempo, más inmediatistas, más ajenos a todo lo que no sean nuestros propios impulsos.
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