Querer amar a Dios sin tener en cuenta al prójimo es una mentira; querer amar o ser solidario con el prójimo sin tener en cuenta a Dios, puede ser un humanismo ateo.
Nos equivocamos cuando queremos amar a Dios sin el prójimo o, en su caso, al prójimo sin Dios. Rompemos la unión de dos imprescindibles, atacamos la función de dos elementos en relación de semejanza. Querer amar a Dios sin tener en cuenta al prójimo es una mentira; querer amar o ser solidario con el prójimo sin tener en cuenta a Dios, puede ser un humanismo ateo.
Si yo preguntara que cómo vivimos hoy los creyentes la espiritualidad cristiana, no sé si se respondería en la línea unidireccional, la que mira sólo hacia arriba, la que contempla sólo a Dios, línea que tuvo que corregir Jesús mismo. No sé si los cristianos nos hemos dado cuenta que Jesús vino a corregir y complementar tendencias espiritualistas y desencarnadas de la realidad humana que no se adaptaban a la forma en que Dios quiere que vivamos la espiritualidad cristiana: Ésta es una vivencia de la espiritualidad de doble dirección. Debe tener una referencia en Dios y otra en el prójimo.
Rompamos toda unidireccionalidad. Desde lo más antiguo de la historia de la humanidad, la tendencia general para vivir la espiritualidad ha sido vivirla unidireccionalmente, mirando hacia arriba, buscando solamente la presencia de Dios o, en su caso, de los dioses en los que el hombre creía o ante los cuales se atemorizaba. La relación con el hombre nunca contaba. Eran espiritualidades sin prójimo.
Recordemos que el hombre primitivo tendía a ver todo lleno de dioses a los que amaba, temía u odiaba, pero una espiritualidad alicortada en donde faltaba el otro polo de referencia que nos enseñó Jesús. No es posible la espiritualidad cristiana que olvida al prójimo y lo deja tirado en la estacada al lado del camino. ¿Seguimos viviendo la espiritualidad sólo en esta dirección vertical que sólo tiene en cuenta la divinidad, o hemos aprendido lo que Jesús y los textos bíblicos en general nos enseñan acerca de que la espiritualidad cristiana tiene una doble dirección: Dios y el prójimo? Sin prójimo, la relación con Dios se rompe, sin Dios pierde todo su sentido trascendente.
A veces, cuando hablo del hombre como un lugar sagrado para Dios, no sé si siempre me pueden entender. Pues va en esta línea. No puede haber relación con el Santo de los Santos si no estamos reconciliados, en todos los sentidos de la palabra, con el hombre, con el prójimo. La relación con Dios se rompe si nuestro lugar sagrado no llega hasta el hombre, fundamentalmente el que sufre, no nos lleva a él.
¿Es que no aprendemos de la experiencia de los tiempos proféticos en los que se imposibilitaba el culto, la adoración a Dios y otros rituales si no estábamos, a su vez, haciendo justicia al prójimo y defendiendo a los más débiles como era el caso de los huérfanos, las viudas y los extranjeros, colectivos típicos de excluidos en la Biblia? No podrás tener a Dios en tu vida si estás de espaldas al prójimo, al grito de los pobres, al alarido de los apaleados del mundo. Serán intentos vanos de practicar una espiritualidad sin prójimo que nuca se podrá identificar con la espiritualidad cristiana.
No es posible tener una relación con Dios que le agrade, si tenemos al prójimo en el olvido y a años luz de nuestras preocupaciones, de nuestro amor, de nuestras solidaridades, de nuestra compasión, misericordia y búsqueda de justicia. Seremos religiosos, pero no cristianos, viviremos experiencias espirituales, pero alejadas de la auténtica espiritualidad cristiana. Si nuestro lugar sagrado lo encontramos solamente en la divinidad y no vemos en el amor al prójimo esa semejanza con el amor a Dios mismo, el auténtico lugar sagrado desaparecerá de nuestro horizonte.
Vivir de cara a Dios y de espaldas al hombre, es inentendible en la vivencia de la espiritualidad cristiana. En Jesús se funden lo divino y lo humano, con su venida a la tierra se unen lo trascendente con lo inmanente. Es por eso que irrumpe de una manera tan especial y tan fuerte el concepto de prójimo, la idea de projimidad. Es como si, con la venida de Dios, y en cierta manera, lo divino se funde en lo humano y lo humano en lo divino. El prójimo también es un lugar sagrado para Dios. Por eso, la frase bíblica que nos asusta un poco: “El que dice que ama a Dios y aborrece a su prójimo, es mentiroso”.
¡Cómo crecería el servicio cristiano, la acción social evangélica, la búsqueda de la justicia y la lucha contra la opresión si los cristianos nos concienciáramos bien en cuanto a estas líneas! El mundo cambiaría si nos tomásemos en serio y en profundidad el concepto de prójimo que Jesús nos deja. Podríamos vivir lo divino en lo humano y lo humano en lo divino. Dios y el hombre: Dos inseparables, dos imprescindibles, dos semejantes.
La gran trampa de Satanás: Que queramos ser como dioses dando la espalda al hombre, a lo humano, al prójimo en necesidad. Satanás quiere romper con la concepción que Jesús tenía del prójimo, eliminar nuestras responsabilidades para con él. Es una sencilla forma de separarnos de Dios, pero la Biblia nos enseña que estemos atentos a esos dos imprescindibles, a esos dos inseparables, a esos dos en relación de semejanza.
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