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Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (3)

Con su libro, el misionero Pedro Wagner  quiso dar un panorama de la producción teológica protestante en Latinoamérica.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR 84/Carlos_Martinez_Garcia 03 DE MAYO DE 2020 17:10 h

A Samuel Escobar, C. René Padilla, Pedro Arana  y Pedro Savage (in memoriam), con profundo agradecimiento.



Sin proponérselo el misionero Pedro Wagner estimuló la planificación de una reunión en la que se fundaría, en diciembre de 1970, la Fraternidad Teológica Latinoamericana.



Su libro Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? La lucha por la fe en una iglesia creciente,1 del cual se dio un ejemplar a cada participante en el Congreso Latinoamericano de Evangelización I (Bogotá, Colombia, 21-30 de noviembre de 1969), concitó que un grupo de jóvenes teólogos evangélicos iniciaran conversaciones para intentar construir un espacio de reflexión bíblico-teológica que trascendiera la dependencia del evangelicalismo norteamericano.



Wagner trabajaba con la Bolivia Indian Mission, que después cambió de nombre por el de Andes Evangelical Mission,2 y en la obra ya citada quiso dar un panorama de la producción teológica protestante en Latinoamérica.



Dedicó el trabajo a “uno de los profetas distinguidos del siglo XX, Donald A. McGavran y a sus colegas del cuerpo de profesores de la Facultad de Misión Mundial e Instituto sobre Crecimiento de la Iglesia del Seminario Teológico Fuller”.



McGavran y la citada Facultad alcanzarían importancia mundial en circuitos misioneros evangélicos con sus propuestas de facilitar a las personas la conversión sin necesidad de cruzar barreras de clase, étnicas, políticas y culturales.



El que Wagner llamaba “profeta”, Donald A. McGavran, alcanzó notoriedad con el desarrollo y aplicación del Principio de Unidades Homogéneas (PUH).



El PUH pasó de una observación sociológica a ser “bautizado” con algunos versículos bíblicos que, supuestamente, apoyaban que en aras del crecimiento de las iglesias fuesen dejadas de lado premisas bíblicas sobre el significado de la conversión.



Redujo la misma a realizar una decisión por Cristo, sin calibrar las implicaciones éticas de tal decisión ni enfatizar el compromiso con la comunidad confesante.



Años después, en el Alma Mater de Pedro Wagner (discípulo y continuador de las propuestas de McGavran), René Padilla afirmaría tajantemente que la escuela conocida como Iglecrecimiento sacrificaba nociones eclesiológicas neotestamentarias con el fin de facilitar el tránsito de las personas hacia el cristianismo.



Además Padilla confrontó a Wagner al sostener que:



El Nuevo Testamento muestra claramente que los apóstoles […] nunca contemplaron la posibilidad de formar iglesias basadas en unidades homogéneas en que expresaran su unidad en términos de relaciones intereclesiásticas y nada más […] Debido a su negligencia [de Wagner] respecto a la enseñanza bíblica sobre la unidad de la iglesia, se ha convertido en una misionología hecha a medida para iglesias e instituciones cuya función principal en la sociedad es apoyar el status quo. ¿Qué puede decirle esta misionología a una iglesia en un suburbio de clase media, donde los miembros se sienten cómodos con sus valores propios de la burguesía pero están esclavizados por el materialismo de la sociedad de consumo y ciegos frente a las necesidades de los pobres? ¿Qué puede decirle a una iglesia donde el racista ‘se siente bien gracias a la censurable alianza entre el cristianismo y la segregación racial? ¿Qué puede decir en situaciones de conflicto de tribu, casta o clase? Claro, puede decir que ‘a la gente le gusta hacerse cristiana sin cruzar barreras raciales, lingüísticas o de clase’. Pero ¿qué tiene esto que ver con el evangelio acerca de Jesucristo, quien vino a reconciliar a todos en un solo cuerpo por medio de la cruz?



Las palabras de René Padilla están contenidas en la que fue su exposición en la Consulta del Grupo de Teología y Educación del Comité de Lausana para la Evangelización Mundial, realizada en la Escuela de Misión Mundial del Seminario Fuller, Pasadena, California, en junio de 1977.3



En germen las posiciones de Padilla y Wagner ya estaban presentes en CLADE I. Muestra de ellos es que el volumen del segundo repartido profusamente en el Congreso levantó en un grupo, a decir de Samuel Escobar, indignación porque “tergiversaba los hechos, haciendo una lectura selectiva y simplista de los autores a quienes estudiaba”.4



En Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica?, Wagner pasó revista a quienes consideraba autores representativos del protestantismo ecuménico y del cristianismo evangélico conservador.



Dada la importante producción escrita del primer grupo, el autor dedicó a él la mayor parte de su análisis. La mayoría de los pensadores estaban identificados con el proyecto de Iglesia y Sociedad en América Latina, y entre ellos había coincidencia aunque también matices que apuntaban a posturas diversas.



Bajo el etiquetado de “La teología de la izquierda radical”, Pedro Wagner describió las que para él eran las propuestas teológicas de Gonzalo Castillo Cárdenas, José Míguez Bonino, Ricardo Chartier, Joaquín Beato, Valdo Galland, Justo L. González, Rubem Alvez (sic.), Jorge Lara-Braud, Emilio Castro, Richard Shaull. Intentando una tipología de los pertenecientes a la corriente en cuestión, Wagner escribió:



Lo más probable es que el exponente de este punto de vista [el de la teología de la izquierda radical] sea un protestante de la segunda generación, o si pertenece a la primera generación, probablemente no ha tenido una experiencia radical de la conversión, pero habrá ingresado a la iglesia en virtud de la “educación” en las escuelas protestantes. Sería un miembro de una de las denominaciones religiosas históricas; o si no, su compromiso con la postura radical probablemente se originó en algún incentivo especial tal como beca conseguida por intermedio de alguna de las denominaciones religiosas históricas o fondos para sufragar gastos y viajes conseguidos de fuentes ecuménicas. Habría recibido su educación en uno de los seminarios más liberales de Latinoamérica, tal como la Facultad de Teología en Buenos Aires, el Seminario Evangélico en Río Piedras, Puerto Rico, el Seminario Presbiteriano de Campiñas, Brasil (en uno de sus periodos de dominación liberal), la Comunidad Teológica de Santiago, Chile, o instituciones semejantes. Posiblemente habría realizado estudios posgraduados en Europa o en Estados Unidos de América, en otros seminarios de orientación liberal mediante una beca otorgada por el Consejo Mundial de Iglesias, o el Concilio Nacional de Iglesias (EE. UU.). Le restaría importancia a los elementos escatológicos del juicio final, y a la alternativa cielo-infierno como destino eterno.5



En contraste con la producción escrita de la que Wagner llamaba Teología de la izquierda radical, la reflexión en el ámbito evangélica era desalentadora, dado que “la enorme cantidad de literatura que emerge de la pluma y las prensas de la izquierda radical, es sobrecogedora cuando se pone junto al escaso material escrito por los evangélicos”.6



En consecuencia dedica pocas páginas a examinar artículos del argentino Fernando Vangioni, asociado al equipo evangelístico de Billy Graham; el ecuatoriano Washington Padilla, el ex sacerdote José María Rico, cuya conversión evangélica “conmovió severamente al catolicismo boliviano”; el educador colombiano José Fajardo y también exploró las propuestas del grupo Evangelismo a Fondo de la Misión Latinoamericana.



Pasó por alto a quienes en el sector evangélico estaban mostrando inquietudes sobre las repercusiones sociales del Evangelio y la necesidad de forjar un pensamiento bíblico/teológico que respondiera a la problemática de las sociedades latinoamericanas.



Por ejemplo, para cuando Wagner escribió su libro la reflexión escrita de Samuel Escobar era mayor que la de los autores evangélicos que incluyó en la obra. Solamente hizo una muy breve cita de Escobar, pero con el fin de hacerlo parecer que concordaba con su planteamiento.



En junio de 1967 la Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del Perú publicó la primera edición de Diálogo entre Cristo y Marx, autoría de Samuel Escobar, y la segunda edición vio la luz en marzo de 1969.7



 





La obra compilaba artículos publicados en las revistas Certeza y Pensamiento Cristiano, de las que Escobar era redactor y Alejandro Clifford su director.



En el artículo que daba título al libro, el autor planteaba coincidencias y mal entendidos entre marxistas y cristianos, por lo que se hacía necesario el diálogo creativo.



Escobar perfilaba una conciencia evangélica en la que confluían hermenéutica bíblica contextual, vigor en la evangelización, seriedad en el discipulado, servicio nacido de la encarnación siguiendo el modelo de Jesús, construcción de comunidades que reflejaran los principios del Reino y sentido de cuidado pastoral de los creyentes.



Pocos meses después de la inquietud levantada en teólogos evangélicos jóvenes por la obra de Pedro Wagner, uno de ellos, C. René Padilla, diseccionó el libro en cuestión y destacaba la lectura reduccionista del panorama teológico latinoamericano efectuada por el misionero estadounidense.



Si bien Padilla señalaba su propia distancia hermenéutica del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina, por otra parte reconocía el reto que significaba para quien buscara reflexionar teológicamente en el contexto de Latinoamérica. Por ello ponía en tela de juicio el acercamiento simplificador de Wagner:



¿No se hace más mal que bien a la causa del Evangelio cuando se cierran los ojos al problema que nos plantea el consuetudinario divorcio entre evangelización y responsabilidad social, individuo y comunidad, salvación personal y creación de una nueva humanidad en Cristo? ¿No es la teología radical izquierdista misma, al menos en parte, una reacción contra el fatal reduccionismo de la misión cristiana que ha caracterizado al protestantismo latinoamericano? […] La proclamación del evangelio (kerigma) y la ilustración del evangelio que se da en el servicio (diakonía) forman un todo indisoluble. Lo uno sin lo otro es un evangelio incompleto, mutilado y, consecuentemente, contrario a la intención de Dios. Desde esta perspectiva, es ocioso preguntarse sobre la relativa importancia de la evangelización y la responsabilidad social. Equivale a preguntarse sobre la relativa importancia del ala derecha y el ala izquierda de un avión.8



El conflicto hermenéutico continuaría en el país, Bolivia, en el cual Pedro Wagner era misionero. En diciembre de 1970 acudieron a Cochabamba veinticinco personas para intercambiar puntos de vista durante seis días y así dio comienzo la Fraternidad Teológica Latinoamericana.




1 Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? La lucha por la fe en una iglesia creciente, Editorial Vida, Miami, 1969.



2 Samuel Escobar, “La fundación de la FTL: breve ensayo histórico”, Boletín Teológico, núm. 59-60, julio-diciembre de 1995, p. 103.





3 C. René Padilla, “La unidad de la Iglesia y el principio de unidades homogéneas”, Misión integral: ensayos sobre el Reino de Dios y la Iglesia, tercera edición, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2015, pp. 227-260.





4 Samuel Escobar, op. cit., p. 15.





5 Pedro Wagner, op. cit., pp. 23-24.





6 Ibíd., p. 115.



7 Samuel Escobar, Diálogo entre Cristo y Marx y otros Ensayos, segunda edición, AGEUP, Lima, 1969.





8 C. René Padilla, “Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? Consideraciones sobre el libro del mismo título de Pedro Wagner”, Pensamiento Cristiano, núm. 66, junio de 1970, pp. 135 y 139.



 

 


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