“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”. Prov. 16: 24.
La dulzura, cuando es sincera, es una fuerza invencible”
Marco Aurelio
Era el mes más frío del invierno, y mi alma y mi cuerpo se morían de frío, a pesar de que estaba rodeada de personas amadas y conocidas.
En una reunión que estaba llena hasta rebosar, y en que una deliciosa mujer colombiana tenía la Palabra, yo sólo sabía que necesitaba escuchar la voz de mi Señor de nuevo, y así se lo pedí.
Cuando aquella mujer comenzó a hablar, sentí como si todo lo que había a mi alrededor se hubiera evaporado. En aquella hora, sólo estaba mi Dios, trayéndome Palabra a través de aquella sierva suya, y yo; sentada, callada y bebiendo cada palabra.
No recuerdo el tema ni el título del mensaje ¡Lo siento! Sólo podía sentir que el Señor me estaba hablando y que Su presencia era muy notoria para mi.
En una parte del mensaje, aquella mujer contó algo real sobre la vida y niñez de un querido amigo y consiervo suyo en Méjico. Yo sólo sé que mis ojos se abrieron como platos al igual que mis oídos y mi corazón.
Os pido de antemano que no me juzguéis por lo que voy a relatar, si hay alguien que ha levantado su voz por miles de cosas con respecto a la mujer, esa he sido yo; pero aquella historia real, me dejó sin palabras.
La madre del consiervo y amigo de aquella preciosa hermana, era una fiel creyente casada con un hombre ateo, maltratador, abusador y alcohólico.
Cada noche, cuando venía bebido, todos sabían lo que iba a suceder. Los cinco hijos se aferraban a las faldas de su madre, y aquella bendita mujer recibía, no sólo todos los palos y gritos emocionales posibles; sino las más cruentas palizas físicas.
Desconozco el año, las circunstancias y todo lo que rodeada a todo aquel horror y en aquella cultura.
Creo que hoy, nadie soportaría nada parecido; cualquiera de nosotras estaríamos llamando de inmediato al teléfono de la mujer o a cualquier institución o ONG, incluso a la policía….
Una noche en la que aquel marido vino más bebido de lo acostumbrado, comenzó a golpear a la mujer hasta la extenuación. Sangraba por todos los lados y no podía con ella. Cuando paró, subió a la terraza de la casa mientras la luna brillaba en el firmamento, su sangre corría por su rostro entremezclada con sus lagrimas, y sus cinco hijitos se le acurrucaban entre las faldas.
No hizo nada, miró hacia el cielo y comenzó a cantar como pudo con la voz más dulce del universo, el mundialmente conocido “Cuan grande es Él”.
Todos sus hijitos podían ver aquel horror, pero eran demasiado pequeños para decir nada, ella sólo lloraba y cantaba llena de dolor y de confianza en el Dios de su vida.
Después de muchas cosas y muchos años y miles de oraciones por su parte, aquel hombre, fue transformado por completo. Conoció al Señor, se entregó a Él, dejó la bebida y todo su mal obrar.
Con el tiempo, aquella casa fue transformada por completo, y aquellos cinco niños, se convirtieron en cinco siervos del Altísimo, a causa del testimonio de una madre cuya fidelidad a Dios y ejemplo, no tienen parangón.
Mientras la hermana relataba este episodio, sus ojos se llenaban de lágrimas, y tenía que parar de vez en cuando. Se trataba de la tremenda niñez de su querido amigo y bendito consiervo, y de cosas tremendas que sólo sabe el Señor como pudo soportar aquella madre. No me digáis nada ¡Por favor! Yo sólo sé que todo lo que había en su corazón, aquel cantar en una noche tremenda le lágrimas, sangre, y luna llena, dieron un fruto para el cual no tengo palabras.
Cuando desperté de aquella especie de sueño y volví a la realidad, podía escuchar los comentarios de mucha gente…. ¿Cómo pudo ser eso?..... ¡Nadie en sus cabales soportaría lo que ella soportó!... A muchas mujeres se les empapaban los rostros de lágrimas. Yo, simplemente callé y guardé todo aquello muy dentro de mi corazón.
Son muchas las ocasiones en las que me vienen a la mente y al corazón, preciosos recuerdos de mi Escuela Dominical. Por mucho tiempo, se le daba a muchas personas que no tenían dones demasiado aparentes, ¡eran niños solamente!. Sé que hoy las cosas ya no son así; pero yo recuerdo con todo el amor del mundo y más, a cada maestra de la Escuela Dominical, personas que, tal vez no tuvieran demasiadas letras; pero que jamás podré olvidar. Ni a ellas ni cada una de sus enseñanzas.
Hubo un tiempo en el que nos hacían aprender de memoria el libro de Proverbios, todo un precioso manual de vida y conducta. Creo que se debía de parecer bastante a un libro de urbanidad que no dejaba de nombrar mi abuela, ni sé por donde andará, pero aludía a él continuamente y, mucho de lo que nos enseñaba, coincidía con el libro bíblico que os acabo de citar.
Me recuerdo a mi misma memorizando pasaje tras pasaje, grabándolos en mi mente y en mi alma de tal modo, que jamás los he podido olvidar. Hasta el punto que me cuesta mucho decirlos en otra versión diferente a aquella en los que los aprendí.
Soy gallega, y algo tan hermoso como la dulzura de labios, la dulzura de Rosalía de Castro, lo llevo demasiado metido dentro de mi. Es algo inherente a mi propia personalidad que no puedo evitar; aunque tengo que pedirle perdón al Señor por las veces que….” Me salgo de las casillas” ¡Lo siento de corazón! Soy humana, imperfecta, el vejo hombre mora en mi, y no seré totalmente semejante a Cristo hasta que me vea reflejada en Su rostro como el maestro artesano platero.
Siempre me tocaban el alma de chica, textos como:
“El sabio de corazón es llamado prudente, y la dulzura de labios aumentará el saber”
Prov. 16: 21
“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, más la lengua de los sabios es medicina”
Prov. 12: 18.
“Manzana de oro con figuras de plata, es la palabra dicha como conviene”
Prov. 25: 11.
“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia será a tu cabeza, y collares a tu cuello”
Prov. 1: 8 y 9.
“Sabiduría, ante todo adquiere sabiduría…. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”
Prov. 4.
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”
Prov. 16: 24.
¡Sí, cuántas veces nuestra lengua nos traiciona y nos salimos de un camino precioso que cura multitud de males!
Volviendo a aquella mujer y su historia con la que muchos no estaréis de acuerdo. Repito que desconozco la época y todas las circunstancias; sólo sé el bien que me hizo escuchar aquella historia. Podía haber gritado a lo grande y miles de cosas más, pero no lo hizo, encomendó al único que podía todo su dolor, y las consecuencias fueron eternas y maravillosas.
No estoy abogando por una mujer sometida y que aguante de todo. Esta es una historia muy inusual, pero que habla a mi corazón con más fuerza de la que os podéis imaginar, en todos los aspectos de mi vida.
Todavía me recuerdo a mi misma con la Biblia en la mano, memorizando a la vez que grabando en las más profundas entrañas de mi ser, todos los textos que os he puesto y mucho más, tal vez sentada en el campo, en el verano.. O a la sombra de un precioso árbol. O a mi aire sentada sobre un lado del pozo de la casa de ms abuelos.
¿Creéis que todo aquello fue en vano? ¡En absoluto! Al día de hoy, todo aquello sigue guardado en lo más profundo de mi alma, y procuro que salga hacía afuera. Cuando por alguna razón sale de mi boca lo que no debe de salir, pronto me arrepiento con toda mi alma. Sé demasiado bien que la miel de los labios, sincera y llena del Amor de Dios, es el mejor testimonio para cualquiera, y en cualquier situación.
Os dejo con la maravillosa e inmortal canción que cantaba aquella mujer entre lágrimas profundas, ella sabía bien en quien había creído y quien restauraría su vida y toda su realidad.
¡Qué Dios os bendiga inmensamente!
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