La obra de Dios genera oposición. El evangelio no es una buena noticia para el mal.
El hombre se fue, y dijo a los judíos que Jesús era el que lo había sanado. A causa de esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo. Pero Él les respondió: Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo. Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Jn. 5:15-18
Razones doctrinales, históricas, religiosas, sociales, emocionales, intelectuales... Hay muchas razones para oponerse a la obra de Dios. Muchas de ellas son válidas si se analizan desde el único y limitado punto de vista del opositor. Si Sanbalat solo consideraba las razones políticas de su cargo de gobernador de Samaria es comprensible que se opusiera a aquello que Dios estaba haciendo en su pueblo, con su pueblo y a través de su pueblo. En el cuarto capítulo del libro de Nehemías se nos narra como él y sus aliados se enfurecieron, decidieron coger sus armas, atacar Jerusalén y provocar violentos disturbios con tal de que la construcción de la muralla de Dios no se produjera.
Nos gusta mucho la comodidad. Nos encanta la seguridad. Un sábado para dormir es mucho más atractivo que un sábado para trabajar. Sin embargo, la obra de Dios es digna de nuestra dedicación y de la aceptación (que no resignación) de la inevitable realidad, verdad o hecho de que aquel que trabaje para Dios tendrá oposición de muchos de aquellos que se verán afectados si la obra sigue su curso –aparte de fuerzas opositoras a Dios.
Un pequeño paréntesis. No debemos confundir la oposición con la vida cotidiana, la persecución con la tribulación. Algunos cristianos viven las dificultades de la vida como si enemigos invisibles les hicieran perder el autobús, les impidieran tener el último modelo de iPhone o influyeran misteriosamente para que la chica que les gusta no corresponda su amor. Instalados en la queja pierden de vista el propósito de sus vidas, la construcción del Reino de Dios.
El mundo es injusto. Está habitado por personas injustas que actúan con injusticia y por lo tanto, todo aquel que viva en este mundo recibirá su parte de injusticia. La oposición tampoco consiste necesariamente en que no tengamos trabajo, vivamos un suceso triste o nos pongamos enfermos una y mil veces. Jesús dijo (y dice) a sus discípulos que en el mundo tendremos aflicción. Dios es nuestro Padre, pero sigue lloviendo sobre justos e injustos.
No hay ningún acuerdo para que Dios acomode y asegure nuestras vidas en la tierra. El evangelio no consiste en nuestra seguridad personal, sino en nuestro compromiso de servir al Rey y a su causa mientras Él demande nuestro servicio en este mundo roto.
En palabras pronunciadas en el Sermón del Monte, Jesús da por hecha la oposición que la obra de Dios sufre y sufrirá mientras el mundo sea mundo:
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros. Mt. 5:10-12
Ira, odio, rechazo, marginación, aislamiento. Respuestas lógicas a la obra de Dios. No solo no deben sorprendernos sino que podemos comprender su origen malvado, su lógica egoísta y, por lo tanto, su presencia constante en nuestro medio. Debería llamar nuestra atención su ausencia, como un indicador de potencial ausencia de la obra de Dios.
El mismo Jesús tenía su fiel grupo de haters ya formado en el capítulo 3 de Marcos. Fariseos y herodianos se confabularon para matarle. Aquellos que querían mantener su poder sobre los asuntos religiosos y aquellos que querían mantener intactos sus privilegios políticos se opusieron a lo que Jesús hacía. Él amenazaba su modus vivendi y, por lo tanto, o capitulaban ante Jesús o debían oponerse a él con toda su fuerza.
Un último apunte es fundamental para todos aquellos que amamos a Dios y queremos hacer progresar su obra en este mundo. Nadie se opone a ti. No hay que perder de vista a quién rechazan (1 Sa. 8:7) No es nada personal, al menos, nada personal hacia ti, sino hacia lo que representas o, siendo más exacto, hacia el Dios que representas como heraldo o embajador en tierra extranjera.
A Sanbalat le daba igual que Nehemías viviera o muriera hasta el día en que éste decidió llevar a cabo la obra de Dios que tanto amenazaba a Samaria. Si Nehemías hubiera abandonado la obra, la oposición hacia su persona hubiera igualmente acabado. No somos tan importantes para este mundo. No por nosotros mismos. Dios sí. Nosotros como representantes de Él, entonces también. Él es fundamental. Es el Creador, el Sustentador y el Restaurador que puede devolver la luz a las tinieblas y vivificar a los muertos. Es capaz de convertir a los opositores en siervos de los pobres y a los egoístas en mensajeros de buenas noticias para un mundo sediento que no sabe dónde buscar.
La obra de Dios genera oposición. El evangelio no es una buena noticia para el mal. Nos toca ser determinados y fieles.
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