El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Dios sigue trabajando. Y le encantan los campamentos. Es un formato que a Él le gusta para acercarse a su pueblo y a las personas que ama.
Los campamentos son un espacio apropiado para que la Palabra sea predicada, corra, crezca en nosotros, sea descubierta, desvelada, encarnada en mi realidad, me influya, me afecte, me cambie, me exija.
Los campamentos son lugares apropiados para aprender a trabajar en equipo, a servir a los demás sin recibir nada a cambio.
En nuestra búsqueda de Dios necesitamos tanto ritmos constantes, lugares seguros en los que podemos ver a Dios y su obra, como eventos que nos muevan de nuestro lugar.
Me gustaría que esta serie ayudara a reflexionar sobre este particular formato intensivo que llamamos campamento.
Fidelidad no es una palabra vacía. Tiene tantas implicaciones que nos va la vida en ello.
La obra de Dios genera oposición. El evangelio no es una buena noticia para el mal.
Ante la obra de Dios siempre hay que posicionarse.
A menudo nos lamentamos (al menos yo lo hago) de lo mucho que hay por hacer. ¡Y qué difícil es sacar tiempo para todo lo importante! Pero ¿qué es lo importante?
La intolerancia frente a la verdad no me sorprende fuera de la iglesia pero ¿dentro?… Esto me ha hecho pensar en las razones que favorece esta ausencia de honestidad en nuestra reflexión.
Si alguien te pregunta, conoces las respuestas adecuadas, socialmente correctas, espiritualmente apropiadas.
Veo mucho pecado no reconocido en la iglesia. Y en aquellos que juzgan a los homosexuales también.
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