El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La sacramentología católica considera a la Iglesia como “mediadora” de la gracia y contrasta radicalmente con el mensaje bíblico.
En su casa no había imagen alguna, pero pintó cien veces la cruz como símbolo universal del sufrimiento.
Una crítica de la película Gladiator, de Ridley Scott (2000).
Lo que hizo Jesús fue declararse Mesías Divino sin decirlo literalmente y por lo tanto decir la verdad sin ser culpable de blasfemia.
Matan a Dios y Dios se deja matar. Lo asesinan, pero lo necesitan y en la noche más oscura lo buscan en su necesidad. Y Él resucita, tantas veces como haga falta, para regalar la ansiada paz.
Toda la perfección obtenida por Jesucristo será comunicada a su pueblo. En ese proceso nos encontramos y avanzamos.
En los brazos de la cruz hay acogida para todos y capacidad de perdón. La cruz como símbolo de amor incondicional, aunque sin olvidar nunca el sufrimiento que costó al propio Hijo de Dios.
Sancho hizo lo más y mejor que pudo por los habitantes de la ínsula Barataria, igual que lo hizo Jesús por los habitantes de Jerusalén.
En todas las situaciones de la vida, la verdadera paz solo se consigue pagando un precio muy alto, y alguien tiene que hacerlo.
Leo en las manos de Cristo lo que soy, una marca de dolor que él lleva muy cerca y a la cual no mira con desaprobación.
La cruz de Jesús, más que en las fachadas o interiores de las iglesias, más que colgada con una cadena a nuestros cuellos, debería estar en nuestras mentes y en nuestros corazones.
En tus heridas están impresas mis culpas, los errores de mi condición inmunda, esa carga de pecado que has tenido a bien portar para librarme de tan pesado lastre.
La muerte de Jesús en la cruz, representa y aglutina lo que fue su compromiso con el hombre que sufre. Jesús fue humano, muy humano.
Los paralelismos del Extraterrestre con la figura de Jesús le resultaron evidentes desde el primer momento, por el trasfondo católico de Mathisson, la guionista.
Dios siempre nos acompaña. Desde que le recibimos en nuestra vida, nada ni nadie puede separarnos de Él, y esa es una promesa que no se plasma solo en la eternidad.
Un estudio de Génesis 22.
La luz del Evangelio brilla potente en medio de tantas luces tenues. La Navidad nos recuerda que Dios ha bajado a este mundo para sufrir con nosotros, como nosotros y por nosotros.
La oveja aparece en la Biblia con frecuencia, sobre todo en relación al ritual de los sacrificios y a la clasificación entre animales puros e impuros.
Fue allí, en el monte Calvario, donde la misma muerte del crucificado venció a la muerte, algo que se haría realidad profunda en la Resurrección.
Esta larga narración da fe de cómo Dios asumió y purgó el sufrimiento humano en toda su realidad en la persona de su Hijo.
Desde aquel Getsemaní, en las horas más angustiosas, sintió la soledad humana, el desconsuelo, el miedo. Esos momentos teñidos de ausencia los vivió a solas con el Padre.
La Navidad enseña que solo Dios nos puede salvar, que no nos podemos salvar a nosotros mismos.
Como sociedad somos egoístas porque como individuos lo somos. Ahí está la base de todo: en el corazón humano.
Nos hizo sus amigos. Para que tuviéramos su identidad, para ser como Él.
Copa amarga, copa dura; pero absolutamente necesaria.
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