Fue allí, en el monte Calvario, donde la misma muerte del crucificado venció a la muerte, algo que se haría realidad profunda en la Resurrección.
“En la Cruz, ¿fue Cristo el que murió, o fue la muerte la que murió en Él? ¡Oh qué muerte que mató a la muerte!”
Agustín de Hipona
No se trata de pensar algo que dice la Escritura y también la razón… de pensar en que “cualquier tiempo pasado fue mejor” ¡en absoluto! Pero ya hace unos cuantos años que mi alma, cuando llega la Semana de Pasión, anhela tiempos en los cuales de la forma que haya sido y del modo que fuese, pasara y recuerde esta inmensa semana, con un recogimiento especial... nada de místico, queriendo volver al pasado, o retomando tradiciones que no vienen al caso; eso indica un tanto de mucha edad, legalismo, o cosas parecidas... y va a ser que no soy así de ningún modo. Pero es como si todo mi ser pidiera tomar un descanso del mucho trabajo, relajarme, y parar muchas cosas volviendo a la Cruz, la bendita Cruz de Cristo.
Pienso que hemos dejado demasiadas cosas buenas por el camino, las hemos trastocado, y queriendo huir de tradiciones que no tienen sentido para un creyente fiel a la Palabra, nos hemos dejado ir yendo, y la Cruz, algo que tendría que ser el centro de nuestras vidas y ministerios, pasó a otro plano.
Sé perfectísimamente que sin la resurrección de Jesús, que hoy celebramos llenos de gozo, no habría el mínimo triunfo. Jesús venció a la muerte cuando el propio sepulcro no pudo retenerlo… pero sabemos bien que a pesar de que esa es la garantía de nuestra propia resurrección, no será una realidad en nosotros hasta que nos vuelva a recoger.
Fueron muchas las ocasiones en las que tuve que escuchar que predicamos un evangelio demasiado sangriento, o que cuando celebramos “la cena del Señor” tal vez unos por celebrarlo cada semana, u otros por celebrarla demasiado poco, hacemos que de algún modo pierda toda su esencia y todo su valor.
Son demasiadas las veces en las que tengo que sufrir viendo una celebración memorial del sacrificio de Jesús por todos nosotros, escuchando hablar de cualquier cosa llevando a otros terrenos, viendo poco respeto ante los símbolos... Siento mucho si molesto a alguien con esto, pero,.. todo vale, podemos ir de cualquier manera en cualquier sentido en el que podamos imaginar… ¡Lo siento! Podéis pensar lo que gustéis, pero la Cruz de Cristo, tendría que ser esencial en nuestras vidas y ministerios, volver a aquel lugar una y otra vez y llenar nuestros corazones del alto precio y del inmenso e incalculable valor de aquel sacrificio… tinieblas y terremotos, todo el tremendo dolor físico, y muy por encima el tremendo dolor espiritual, el cargar con todo el pecado de la humanidad, el tener que sentir el abandono del Padre no pudiendo soportar el ver llevar sobre si a su Hijo todo aquello…. Sencillamente, hoy hacen que mi corazón se encoja de un modo indescriptible, agradezca profundamente… cuando puedo sentir y saber que las fuerzas del mal estaban luchando con un poder increíble por hacer que Jesús abandonara, y cuando veo a mi Jesús pisotear la cabeza de la serpiente antigua triunfando sobre todos los principados y potestades, simplemente mi corazón se enardece de todo lo que os podáis imaginar.
Y me duele el ver a creyentes juzgar a otros creyentes; para unos el decir que la sangre de Cristo tiene poder, o pedir que nos cubra en momentos especiales, es como una especie de herejía; sin embargo no tienen la menor duda en cantar llenos de gozo... “Hay poder, poder, sin igual poder en la sangre que Él vertió”. Cosas así me hacen doler el alma; porque unos y otros están diciendo lo mismo de distinta manera.
Es por eso que hoy, en un domingo gozoso y triunfal de Resurrección, tengo que volver a la Cruz de mi Cristo, y agradecer, y postrarme; porque fue allí, en el monte Calvario donde la misma muerte del crucificado venció a la muerte, algo que se haría realidad profunda en la Resurrección.
Cuando pienso en el velo del Templo que fue rasgado sin que nadie lo tocara de arriba a abajo, cuando recuerdo que aquel precioso manantial sigue manando de algún modo, hacen que quiera sumergirme en él por completo, y así renovarme, limpiarme de nuevo, y mirando al Invisible que se entregó por mí en el monte Calvario, hagan que mi vida, todos mis afanes, ministerio, penas y alegrías…. cobren un nuevo valor y sentido, y hoy, Domingo de Resurrección, vuelvo al Calvario; y una cosa detrás de otra hacen vibrar mi corazón de gozo, de agradecimiento… de miles de cosas, y hacen que la centralidad de la Cruz, produzcan en mí el más profundo respeto, de alguna manera necesito gritar al mundo mi fe, sin estridencias o tradiciones sin sentido; pero sí con un respeto tremendamente profundo, una nueva visión, una nueva perspectiva, al mismo tiempo que tomando un nuevo impulso adorando primero, entregándome de nuevo después, y retomando el recorrido que un día mi Dios me encomendó.
Considero que el Señor hizo de mí una persona muy normal y centrada en miles de cosas, huyo de sectarismos, tradiciones que no tienen el mínimo valor y mucho más… pero cuando me paro con calma y pienso en todo lo que significa y sigue significando aquella Cruz levantada en el monte Calvario, cuando puedo ver que hubo como una especie de cataclismo, que absolutamente todo el universo se centró en un pequeño planeta de una galaxia pequeña y envejecida en medio de todo el espacio universal… Un bendito Jesús que entrega su vida voluntariamente por cada uno de nosotros con todas las connotaciones tremendas que tuvo todo aquello, grito con toda mi alma…¡Murió por mí!
El himno En el Monte Calvario, está en la lista de los himnos más populares de la iglesia cristiana. La mayoría de nosotros hemos escuchado y cantado en multitud de ocasiones este glorioso himno que ha bendecido nuestras vidas de manera poderosa. Su autor es George Bennard, quien un día de 1913 recibió la inspiración para escribir este himno. Primero compuso la melodía; después él cuenta lo siguiente:
Las palabras del himno fueron puestas en mi corazón como respuesta a mi propia necesidad personal. Poco tiempo después, la versión final fue dada a conocer en reuniones especiales.
El padre de George Bennard murió cuando él tenía 16 años de edad y tuvo que hacerse cargo de su madre y sus cuatro hermanos, por este motivo no pudo continuar preparándose para el ministerio cristiano, y en vez de eso ingresó en el Ejército de Salvación. Bennard y su primera esposa sirvieron varios años en esta organización. La inspiración para escribir el himno «En el Monte Calvario» la atribuye en gran medida a las experiencias que tuvo en dicho ministerio. Pero hubo una experiencia en particular, demasiado triste, que le hizo reflexionar sobre el significado de la Cruz y lo que quiso decir el apóstol Pablo en Filipenses 3:10, donde habla de “participar de los padecimientos de Cristo”. Después de muy largas horas de estudio, oración y meditación... finalmente dijo:
Vi al Cristo de la Cruz como si estuviera viendo Juan 3:16 dejar la página impresa, tomar forma y representar el significado de la redención. Cuanto más contemplaba esas verdades, más me convencía de que la Cruz era mucho más que solo un símbolo religioso: era el verdadero corazón del evangelio.
En aquellos días de lucha espiritual, el tema comenzó a dar vueltas y más vueltas en su mente; aunque algo le decía que debía esperar. Añadido a eso su responsabilidad preparando campañas, impidió que Bennard terminara el himno en aquel momento; pero más tarde volvió a concentrarse en su proyecto, y las palabras y la melodía fluyeron libremente.
Un coro de cinco voces de una pequeña iglesia, cantó el himno por primera vez usando la copia manuscrita de Bennard. Eso ocurrió un domingo de 1913. Al día de hoy, en esa iglesia se celebra el “Día del monte Calvario”, y en una gran roca cercana a ella tienen esculpidos los nombres de los cinco que cantaron por primera vez el himno y lo que significó aquel memorable domingo.
Al poco tiempo de escribir el himno, Charles Gabriel, uno de los principales escritores de himnos evangélicos del momento, recibió de George Bennard una copia del manuscrito; cuando lo recibió, Gabriel le dijo a Bennard: “Le aseguro que oirá hablar mucho de esta canción, señor Bennard”.
Y no tardó mucho para que se cumplieran estas palabras. En el monte Calvario se convirtió en uno de los himnos más publicados. Es el himno más grabado. Es conocido en las cárceles y prisiones como El himno del prisionero.
George Bennard continuó trabajando con su ministerio, cuarenta años más tarde de haber escrito el himno, también escribió otros himnos, pero ninguno tuvo la respuesta que tuvo “En el monte Calvario”. En 1958, cuando tenía 85 años, George Bennard cambió su “cruz por una corona”.
Y hoy, Domingo de Resurrección, vuelvo a la Cruz, y hago mías de nuevo las palabras del principio…
“En la Cruz, ¿fue Cristo el que murió, o fue la muerte la que murió en Él? ¡Oh qué muerte que mató a la muerte!”
Agustín de Hipona
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