El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos" (Ezequiel 11:19)
Hay una promesa emitida en el pasado, una realidad presente y un cumplimiento futuro.
Tú decides quién saca la basura.
Vemos el sufrimiento pero sabemos que el mal que lo genera no tendrá la última palabra.
Dios no necesita ni ritos ni sacramentos ni ascetismo por tu parte. Ya te ha perdonado si te has arrepentido y confías en Él para tu salvación.
¿Cómo podemos afirmar que algo que hay que cumplir nos hace libres?
No lo pensamos dos veces cuando una persona nos dice algo. Pero cuando Dios afirma algo ¿le creemos?
Puesto que Dios derrama su amor en nuestros corazones, debemos amarnos los unos a los otros de forma proactiva.
¿Te ha transformado esta verdad, o sigues fuera del Reino de Dios aunque sepas como llegar?
La báscula física no puede pesarlo todo.
La Biblia utiliza el término "simulación" (Gálatas 2:13) para referirse a la "hipocresía".
Podemos ir por ese camino y disfrutar de su beneplácito o podemos seguir en rebeldía contra Él y sufrir las consecuencias.
La oración es señal de una relación personal con Dios, no de una religión.
No hay segundas oportunidades tras el aterrizaje.
Cristo te extiende Su mano. Él sabe que necesitas la salvación y te la ofrece gratuitamente si confías en Él.
Si el profeta Isaías apunta a la presciencia como uno de los atributos únicos e intransferibles de Dios, ¿qué conclusión podemos sacar acerca de Jesús?
Cuando leemos que Dios “es el Salvador de todos los hombres”, no quiere decir que todos se salvan.
El deporte nos puede dejar valiosas lecciones para la vida.
Lo que la Biblia nos enseña sobre la etapa de la vejez.
Un diálogo acerca de los méritos para acceder al cielo.
Te pregunto: ¿Le prestas la misma atención a tu alma que a tu cuerpo?
El salmista se queda a cuadros al reflexionar acerca del hecho de que Dios lo sabe todo y está en todas partes.
Un proceso verdadero de conversión comienza con un cambio en el interior.
Beber en exceso tiene consecuencias nefastas para el cuerpo, pero también para el alma.
El no actuar conforme a la creencia de uno conlleva consecuencias que se sufren en carne propia.
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