Fugitivos

“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:30-31).

En ese momento, los Apóstoles están hablando en un contexto judío, pero la realidad es que los pecados de todos nosotros, llevaron al Salvador a la cruz. Todos somos pecadores pero Cristo vino para pagar por nosotros y a rescatarnos. Resulta sumamente triste que cuando Dios muestra un amor tan grande, que huyamos de Él, ¿no te parece? Pero Dios sigue intentando salvar a los que no lo merecen:

“Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá” (Isaías 46:12-13).

Y sigue buscando, no solo dentro del contexto judío sino que busca por el Mundo entero:

“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22).

Lucas 19:10 dice de Cristo que “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

Y no ha abandonado Su misión. Sigue buscando fugitivos con vistas a salvarles. ¿Salvarles de qué? De la retribución justa por el pecado. La salvación se define como el perdón de pecados y hemos leído que para ello se requiere arrepentimiento, o apartarse de las cosas que ofenden a Dios y que conoces muy bien porque tu conciencia te lo confirma. Dios puso esa conciencia allí para que te dieras cuenta de que le necesitas. Si sigues jugando a ser fugitiv@, se habrá echado a perder el motivo por el cual dispones de conciencia. Esos sentimientos de culpa existen para que dejes de huir y acudas al único que te puede salvar: Jesucristo.

Si te apartas del pecado y confías en Él, Dios promete rescatarte del infierno y darte la bienvenida al Reino de los Cielos. Si te niegas:

“Moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24).