El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Pocos libros se han acercado al misterio del mal como “El corazón de las tinieblas”. La literatura, la música y el cine siguen volviendo a este misterioso viaje por el Congo, para descubrir en él algo del corazón humano.
Para que Dios pueda perdonar el pecado, ha de ocurrir alguna cosa. Dado que es santo y justo, no puede decir simplemente: “Bien, tú has pecado y yo te perdono”.
A ninguno de nosotros nos gustaría estar en esas tres categorías, pero déjame decirte que caemos en ellas a menudo.
¿Qué es la avaricia? Para San Pablo, no sólo bloquea la entrada al reino de Dios, sino que está también entre los vicios que descalifican para ocupar cualquier oficio en la iglesia.
Por causa del pecado, toda sociedad “categoriza” a los seres humanos. Todos “somos iguales”, pero claramente algunos son más iguales que otros.
El corazón humano, en su estado natural, es una auténtica fábrica de abominaciones.
Nuestro concepto moderno de "amor" como ausencia de conflicto y confrontación, difiere marcadamente de la dialéctica bíblica de amor y odio (ira, enojo) divinos, humanos y cristianos
La teología patrística y la teología reformada no están en contra la una con la otra. Por el contrario, se enriquecen mutuamente.
"Acercaos, pecadores, Cristo os puede perdonar; aquejados de dolores, él os puede restaurar".
Pablo Martínez abordará el tema de la caída en pecado de los pastores en una de las ponencias del próximo Seminario de Teología y Psicología pastoral.
Dios quiere que descansemos en la certeza de su perdón. Quiere que vivamos felices en Su amor.
No debemos ignorar leyes nacionales, pero también tenemos que cuestionar las que son injustas.
Al rechazar lo justo o la ley moral, padecemos no sólo porque nos propongamos hacer el mal, sino porque en principio desafiamos a una fuerza superior, la realidad de las cosas.
“El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo” (Fil. 1:6).
El pecador no puede pagar su pecado. Su (nuestra) única salida es acogerse, acogernos, a la gracia de Dios.
El puritano John Owen nos enseña acerca del peligro de la apostasía espiritual.
El auge de las redes sociales y la posibilidad de que cualquiera deje en ellas constancia de sus pensamientos constata el odio inusitado que puede albergar el alma humana.
El pecado se produce de forma larvada en nuestro corazón carnal y sinuosamente va seduciéndonos hasta quedar atrapados.
Allí, en lo más profundo del mar, Dios ha mandado sepultar todos nuestros pecados. Están ahí, ocultos en los abismos marinos, cubiertos por un insondable manto de agua.
Si a un huerto le quitamos las malas hierbas sólo tendremos una tierra sin hierbajos; lo sabio es plantar frutos y cuidarlos para tener un jardín.
El convencer del Espíritu es una tarea interna, reflexiva, sin tensión, asentida en ausencia de señaladores. Ahí no podemos entrar.
La enfermedad, los desastres y la corrupción son síntomas de un problema mayor: la raza humana se ha rebelado contra el Creador.
¡Qué poco nos cuesta amarnos a nosotros mismos, a la vez que odiamos aquellas actitudes erróneas que nos llevan a pecar!
Un análisis de lo que creen las denominaciones evangélicas españolas sobre la soteriología.
De lo que proviene del mal, por muy lógico o agradable que nos parezca, no podemos esperar grandes cosas.
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