Por causa del pecado, toda sociedad “categoriza” a los seres humanos. Todos “somos iguales”, pero claramente algunos son más iguales que otros.
En los últimos días ha resaltado el nombre de Philando Castile en las noticias nacionales e internacionales. Castile fue otro hombre de raza negra muerto de manos de un policía. De nuevo, el desenlace fue el mismo. El oficial de policía fue exonerado de toda responsabilidad legal, argumentando de que se sentía en peligro de su vida. Este mismo argumento ha “justificado” la muerte de tantos otros hombres como Philando, a través de la historia de los Estados Unidos. Parece claro que nuestra sociedad no está dispuesta a reconocer la posibilidad de que un oficial de policía pudiera tener culpa al quitarle la vida a un hombre negro, no importando las circunstancias.
Por causa del pecado, toda sociedad “categoriza” a los seres humanos. Todos “somos iguales”, pero claramente algunos son más iguales que otros. Los Estados Unidos tiene una historia que justificó la compra y venta, la violación, el maltrato, la muerte, la discriminación y tantas otras acciones contra la gente raza negra. Aunque esas cosas ya no son legales, es claro que el legado de desprestigiar a los afro-descendientes sigue en nuestro subconsciente nacional.
Nuestro país también justificó la expropiación de las tierras de los pueblos originales y la destrucción masiva de culturas y sociedades indígenas. Todo es hizo en nombre del proceso, de la superioridad racial o de la “bendición” divina. En menor escala estas mismas lógicas son las que justifican el trato hacia los trabajadores migrantes.
En toda sociedad hay gentes más iguales que otras. Los ricos tienen más derechos que los pobres, los blancos más que los de tez más oscura, los educados más que los que tienen educación formal limitada, los nacidos en el país más que los inmigrantes. Estas lógicas tienen siempre tienen una justificación legal y una aplicación de dichas leyes que demuestra la realidad del valor relativo de los seres humanos en cada sociedad.
El evangelio nos dice que todos los seres humanos somos creados por Dios, que todos somos pecadores y que la gracia de Dios en Cristo es para todos ser humano. Dios nos ama a todos y nos trata por igual. El evangelio es las buenas nuevas de que en Cristo todos los humanos tenemos el mismo valor. Pero también es una palabra de juicio a toda sociedad que tiene categorías de valorización de los humanos.
Y es por eso que temo por mi patria al considerar casos como el de Philando Castile. Le es demasiado fácil a tantos cristianos “justificar” la acción del oficial de policía en éste y tantos otros casos que se han dado últimamente en los Estados Unidos.
Como cristianos nos toca confrontar nuestra realidad nacional y sus raíces en los pecados que le dieron vida al país. Hasta no poder arrepentirnos como país seguiremos experimentado la injusticia “justificable” de la muerte de otro varón de raza negra cuyo único crimen habrá sido ser afro-descendiente. Que Dios nos perdone por la manera que valoramos la vida humana.
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