Dios quiere que descansemos en la certeza de su perdón. Quiere que vivamos felices en Su amor.
El tema que sigue en el Credo es el perdón de los pecados. Dice el texto: "Creo en el perdón de los pecados...". No podía faltar en el Credo un tema de tanta importancia doctrinal como éste del perdón de los pecados, tan necesario, además, para la tranquilidad espiritual del cristiano.
El perdón de los pecados es doctrina que se remonta a los primeros episodios bíblicos.
Cuando la primera pareja peca, Dios la perdona prometiéndole la redención en Cristo como simiente de la mujer (Génesis 3:15).
En la teología del Viejo Testamento, el perdón de Dios forma parte de Su misericordia, que no quiere la muerte, sino la vida eterna del pecador. Dice el profeta Ezequiel: "Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así, diciendo: Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos; ¿cómo, pues, viviremos? Diles: Vivo yo, dice Jehová el señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. ¡Volveos! volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?" (Ezequiel 33:1 0-11).
Sin embargo, el perdón otorgado por Dios en la antigua dispensación era distinto al que se obtiene por medio de Cristo. Aquel era ocasional, parcial, "porque sin derramamiento de sangre" no hay auténtico perdón de pecados" (Hebreos 9:22).
La entrega voluntaria de Cristo en la Cruz, su muerte y resurrección a favor del hombre caído, son los caminos establecidos por Dios en la nueva y definitiva alianza para el perdón de los pecados. Así lo entendieron y así lo proclamaron los apóstoles de la primitiva Iglesia. Dice Pedro: "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen" (Hechos 5:30-32). "Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeron recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:42-43).
Pablo es de la misma opinión. En la sinagoga de Antioquía dijo a los judíos: "Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados" (Hechos 1 3:37-38).
El perdón de Dios es absoluto. Cumplidos los requisitos bíblicos que se establecen para la obtención del perdón divino, el alma puede descansar tranquilamente en la seguridad de que las promesas de Dios son absolutamente fieles.
La siguiente historia ilustra admirablemente este pensamiento: un rico escocés había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a sus deudores y cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto a la palabra: "Perdonado". Después de su muerte, su esposa se dio cuenta de que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que principiar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos, le preguntó:
-Señora, ¿es ésta la firma de su esposo?
-Sí -contestó ella- de eso no hay duda.
-Entonces -dijo el Juez- no hay nada que obligue a estas personas a pagar cuando el mismo esposo de usted ha escrito la palabra "perdonado".
Si Cristo nos ha perdonado nuestros pecados, en vano se afana el Diablo por traérnoslos a la memoria. "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1), dice Pablo.
El Credo nos pide que tengamos fe en el perdón de los pecados. Y hemos de tenerla. Dios quiere que descansemos en la certeza de su perdón. Quiere que vivamos felices en Su amor. Cuando acudimos a Dios en nombre de Cristo y somos perdonados por el Padre, El borra todos nuestros pecados y empieza una cuenta nueva en el libro de nuestras vidas. Las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas ( 2ª Corintios 5 : 17).
En el Viejo Testamento hay cuatro pasajes importantes que confirman la verdad del perdón divino. Son éstos: "Echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isaías 38:17); "Sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:19); "Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Salmo 103:12); "Yo deshice como nube tus rebeliones y como a niebla tus pecados" (Isaías 44:22).
Tras la conversión, Dios echa nuestros pecados tras sus espaldas, para no verlos más; los sepulta en lo profundo de la mar; los aleja de Su presencia hasta lo infinito; los deshace como se deshacen las nubes en verano.
¡Podemos tener fe en el perdón de los pecados! ¡Podemos!
No te conozco; no sé quién eres, ni a qué te dedicas, ni cómo está tu conciencia. No sé si eres una persona espiritualmente limpia o vives con angustia y con miedo de Dios en tu interior. Sólo sé que por muchos que sean tus pecados y por muy graves que puedan parecerte, Dios te los perdona. Todos ellos. Escucha esta historia:
Un misionero se estaba esforzando en hacer comprender a los nativos de una aldea africana cómo el poder de la sangre de Jesús basta para limpiarnos de todos nuestros pecados, sin adición alguna de dogmas ni ceremonialismos. Al fin, una mujer se acercó a él, y con pena le confesó: "Señor, pero mis pecados son tantos como las arenas en la ribera del mar. ¿Puede Jesús borrarlos todos?" El misionero contestó: "Id pues, a la orilla del agua, y levantad un montón de granitos de arena. Luego sentaos cerca y esperad. Veréis lo que sucede". La mujer se quedó pensando un instante y al fin exclamó:"¡Ya lo veo!, ¡ya lo veo! Como la mar se llevaría todo el montón, así también la sangre de Jesús me lava de todos mis pecados...!".
Para que Cristo te otorgue Su perdón has de arrepentirte.
Hay quienes confunden el arrepentimiento con el remordimiento, pero son sentimientos distintos. Uno puede sentir remordimientos y seguir haciendo las mismas cosas. Judas sintió remordimiento, pero no se arrepintió. Y se condenó. Dios salva solamente a través de Cristo, porque Cristo es Dios. La fe y el arrepentimiento son actos internos, son sentimientos que sólo conoce quien realmente los siente. Estos sentimientos han de ser seguidos de una manifestación pública de la divinidad de Cristo. Dice la Biblia que con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación.
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