Muchas veces los cristianos vivimos mirando al cielo y dando la espalda al prójimo mientras permanecemos pendientes de promesas, recompensas y goces religiosos.
El silencio que tienen muchos cristianos ante las injusticias del mundo, el maltrato, abandono y abuso de los débiles de la tierra, puede gritar tanto que ese grito acabe siendo una acusación de complicidad de tantos y tantos religiosos con lo injusto.
Creo que, aunque en nuestras congregaciones, se conozcan más o menos lo que son los valores del reino, no se practican ni hacen realidad para la ayuda a un mundo en conflicto. Por tanto, no te calles, no nos callemos, usemos nuestra voz profética de denuncia.
Muchas veces y en tantas ocasiones callamos, guardamos silencio, nuestra gargantas permanecen mudas y el espacio silente que nos envuelve como una cápsula diabólica llega a hacernos cómplices de tantas y tantas injusticias, abusos y atropellos contra los débiles de las tierra.
Damos la espalda al hecho de “hacer justicia” como nos reclama la Biblia. De esta manera, podemos llegar a ser amigos de la injusticia por un silencio insolidario nos impide ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.
No te calles. Este silencio es una tragedia humana, porque lo más peliagudo es que aquellos que conocen los auténticos valores, esos valores bíblicos y del Reino que conformarían una ética cristiana en el mundo, en tantas y tantas ocasiones se han quedado mudos.
Muchas veces podemos notar que sobre la tierra se extiende una nube silenciosa que engloba un espacio silencioso de los creyentes que siguen mirando solo al cielo en espera de recompensas. No practicamos la projimidad.
El silencio que nos envuelve ante estos temas de búsqueda de justicia y práctica de la misericordia, nos delata y nos hace coadyuvar de alguna manera con la maldad en el mundo.
Es posible que el habernos quedado mudos se puede deber a la comodidad y falta de compromiso en el que permanecemos en nuestras congregaciones, creyentes mudos y estáticos captados por el ritual y que han olvidado los valores proféticos avalados por el mismo Jesús.
Muchas veces los cristianos vivimos mirando al cielo y dando la espalda al prójimo mientras permanecemos pendientes de promesas, recompensas y goces religiosos. Mudos y ajenos al compromiso evangélico.
Quizás muchos cristianos, de forma insolidaria, han cambiado esos valores y han buscado otros que favorecen a aquellos que se encumbran poniendo sus pies sobre las cabezas cansadas de los de abajo, los excluidos, los “don nadie”.
La riqueza como prestigio nos deslumbra y ponemos en los primeros lugares de nuestras congregaciones a aquellos integrados que tienen sus almacenes llenos y sus cuentas corrientes abultadas.
¡Cuidado con los valores en contracultura con la Biblia, los valores consumistas e injustos, valores egoístas y prepotentes, que dan la espalda al grito de los sufrientes y pobres de la tierra en contraposición con los valores del Reino como el que muchos últimos serán los primeros
¡Cristianos que conocéis a los profetas y los mensajes de Jesús frente a todos estos temas! No debéis guardar ante esto un diabólico silencio colaborador del mal.
Nosotros que conocemos los auténticos valores los hemos de usar en el mundo como una espada de justicia que arrase las estructuras injustas de maldad, las estructuras económicas que marginan y abusan de los más débiles.
Tomad la espada liberadora de los valores bíblicos y lanzaros al mundo como Quijotes en busca de hacer justicia y eliminar ladrones, malandrines y follones, usando como únicas armas la palabra, la Palabra con mayúsculas, el ejemplo de vida y la vivencia de prioridades que nos hagan ser en el mundo Biblias abiertas evangelizadoras.
No. No puede continuar el silencio injusto. No nos podemos dejar envolver por una atmósfera silente que nos aplaste con pesadas losas de injusticia. No nos dejemos aplastar por los antivalores, por los contravalores bíblicos consumistas, insolidarios e injustos. ¡Hay que romper la atmósfera de silencio que nos envuelve porque puede estar en complicidad con los opresores, injustos y acumuladores de la tierra!
En el mundo hay políticos, humanistas, filósofos, economistas y otros que pueden luchar contra estas crisis de valores, pero los cristianos no nos debemos callar y quedarnos atrás en el ámbito de la insolidaridad cristiana.
Quizás lo primero sería quedarnos con este valor bíblico: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen” y desde ahí agarrar la espada de los valores bíblicos que cambian vidas dejándonos cambiar nosotros primero la nuestra.
Es nuestra responsabilidad cristiana, ahí está la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana, ahí está el auténtico camino del seguimiento a Jesús.
Hay que romper con esa posibilidad de vivir una vida retirada y en silencio buscando solamente los goces religiosos y el ritual, para intentar ser, realmente, las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor. Así romperemos para siempre vivir en la burbuja silente que nos puede hacer cómplices con los injustos de la tierra.
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