Sobre la tierra se extiende una nube silenciosa que engloba un atronador silencio de muchos creyentes que siguen mirando solo al cielo en espera de recompensas.
¿Qué nos hace caer en el silencio cómplice ante la opresión, la pobreza en el mundo, el racismo y la xenofobia, el maltrato y desprecio a los migrantes del mundo y otros temas candentes en el mundo hoy? ¿Serán estos silencios pecados de omisión?
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Nadie duda que en nuestro momento histórico hay una enorme y horrorosa crisis de valores, una ética secular e insolidaria en la que muchos de estos valores cristianos o simplemente humanitarios que deberían fundamentar nuestras sociedades y culturas se han perdido.
Vivimos un momento sin brújula sobre lo bueno y lo malo… y muchos silencios cómplices.
El silencio cómplice incluso de muchos llamados cristianos se debe a que la mayoría de los valores auténticos se han pervertido, se ha cambiado lo dulce por amargo en perjuicio de los más débiles.
Nos hemos callado. La interpelación de nuestras conciencias se ha agarrado a nuestras gargantas. Quizás por miedo.
Lo más peliagudo es que muchos de aquellos que conocen los auténticos valores, valores que conformarían una ética cristiana en el mundo, se han quedado mudos.
No se oye la voz de los creyentes sobre esos temas. ¡En tantas y tantas ocasiones quedamos mudos mientras miramos hacia otro lado ajemos al grito de los sufrientes del mundo!
Muchas veces el silencio cómplice dando la espalda a los temas proféticos y a los compromisos de Jesús mismo, chilla sobre la tierra. Silencios que gritan, silencios que nublan el universo.
Sobre la tierra se extiende una nube silenciosa que engloba un atronador silencio de muchos creyentes que siguen mirando solo al cielo en espera de recompensas.
Los auténticos valores son estos: Los valores del Reino. Los cristianos deberían estar esparciendo estos valores por el mundo con palabras y acciones, con compromisos de projimidad, pero muchos seguidores del Maestro se han quedado en su mundo silente, mudos, estáticos, captados por el ritual —sea éste de alabanzas, oraciones u ofrendas—y las promesas de recompensas y goces religiosos.
Habría que despertar y poner en marcha todos los valores bíblicos a favor del prójimo que sufre. En la Biblia tenemos muchos ejemplos de estos valores. ¡Hablad, gritad a voz en cuello! Hacedlo tal y como dijo Dios al profeta Isaías.
Muchas veces, coqueteamos con los valores antibíblicos y éstos entran en nuestras congregaciones y los asumimos con un silencio cómplice en contracultura con los valores bíblicos solidarios para motivarnos a la ayuda al prójimo tirado al lado del camino que conocemos, pero que no los difundimos por el mundo de forma activa y comprometida. Normalmente no. Ni de palabra, ni de obra, ni de denuncia, ni de clamor por misericordia.
Problema: Existen contravalores. El silencio atronador que reina en el mundo ante el prójimo apaleado es debido a que existen contravalores egoístas, prepotentes, consumistas y que dan la espalda al grito de los sufrientes y pobres de la tierra en contraposición con los valores del Reinos invitados al banquete del Reino sean los desfavorecidos, los despojados y enfermos.
No nos quedemos callados, silentes, mudos ante tantos otros valores bíblicos en torno a los extranjeros, los marginados, los desprotegidos, los oprimidos.
Valores bíblicos que no hemos de olvidar nunca, pero no solamente conocerlos, sino ponerlos en marcha con nuestros compromisos de vida.
Atended a esta curiosa problemática: Muchas personas sencillas y apaleadas, desgraciadamente considerados “don nadie”, acaban asumiendo valores antibíblicos transmitidos por una sociedad injusta.
Es el caso de un valor diabólico como la riqueza como prestigio, la admiración del triunfador en temas económicos, la admiración de los injustos que con sus grandes acumulaciones desequilibran el mundo, mientras que admiran también esas sociedades de consumo y lujo a la que ellos no pueden acceder, sino que son víctimas.
Los antivalores, los contravalores del mundo los han cegado.
Ante todo esto un enorme silencio que debería pesar muchos quintales sobre nuestras espaldas. Es el silencio de los cristianos que conocen los auténticos valores, los valores del Reino, los valores bíblicos que podrían usar como espada redentora y liberadora de todos aquellos que están aplastados por los antivalores, por los valores injustos, por los valores en contracultura con la propia doctrina bíblica.
¡Gritad! Hay que romper el silencio, hay que hablar, denunciar, aullar si es necesario. Hay que escribir, usar la potencia de los modernos medios de comunicación social.
Hay que hacer una evangelización contextualizada y comprometida con el prójimo abusado y desprotegido.
Necesitamos cristianos que sean denunciadores a favor del prójimo apaleado, que griten por misericordia, que sean manos tendidas, pies dispuestos, mentes abiertas y corazones preparados para la auténtica solidaridad cristiana y para la projimidad, pues el amor al prójimo que debe estar en relación de semejanza con el amor al mismo Dios.
Rompamos todo silencio cómplice y, si es necesario, gritemos esparciendo los auténticos valores
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