El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Gracias a Jesús hay poder que se transmite con la resurrección. Un poder que empodera a unas mujeres minusvaloradas, pero que empodera también a todos los débiles de la tierra.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. ¡Terrible grito! El Señor, el Omnipotente, asumiendo nuestro abandono, El Verbo que era en el principio, asumiendo nuestra soledad.
En épocas de Semana Santa, mi credibilidad en la justicia humana cae por los suelos. No siempre puedo creer en la justicia de los hombres.
Es compatible gozarse con el Evangelio, alabar, orar y dar culto a Dios en el seno de la iglesia, con ser una persona comprometida con el mundo, con el prójimo.
Hay que tener mucho cuidado para que muchos valores de una sociedad injusta, los valores en contracultura con la Biblia, no se metan por las grietas y resquicios de los muros de nuestras iglesias.
Pan bendito, signo o señal en el mundo de la solidaridad cristiana, de la fraternidad que debe reinar entre los que son hijos de un mismo Padre.
Los pobres os preguntarán que por qué vais así, por qué vais tan cargados, por qué no queréis ir ligeros de equipaje.
¿Quién podrá ponerse a trabajar, sino los redimidos, buscando un desarrollo humano y de la naturaleza que se base en principios y exigencias psicológicas, intelectuales, de dignidad de la persona, éticas, morales y religiosas?
Los cristianos debemos sentirnos interpelados en nuestra responsabilidad ante el prójimo viviendo la tensión a que las injusticias sociales y las estructuras de pecado y económicas de poder someten los valores bíblicos.
La indiferencia, siendo más sutil, es mucho más peligrosa y acaba arrastrando a millones de personas que dan la espalda a todo lo que suena a cristiano.
Muchos no se dan cuenta o no son instruidos sobre las miserias que se mueven detrás de la prostitución: trata de personas, mujeres abusadas y engañadas.
Mammón disfruta por las dependencias de sus templos paganos, los despachos de los grandes bancos, las Juntas de accionistas de los grandes centros comerciales y mira con sonrisa de oreja a oreja los coches de lujo y otras joyas.
Todo ritual que deja a un lado la misericordia, es vano.
Se lo pedimos al nuevo año, al año 2018, pero la petición la debemos pasar al pueblo de Dios para que con su ejemplo, sus estilos de vida, hagan que el nuevo año sea diferente, mejor.
El mundo pobre también se mete en el corazón de nuestras ciudades ¿Es que, acaso, en esta Navidad no hay lugar para muchos en el mesón de la abundancia y el derroche?
Algunos dirán que por qué tanta alegría en un mundo injusto, por qué tanto gozo en un mundo donde hay legión de empobrecidos, por qué tanto júbilo en una tierra despojada y ecológicamente maltratada. La razón es sencilla.
A pesar de tantas oscuridades y lugares sombríos y fantasmales, la luz puede llegar, una luz que espante todo tipo de tinieblas.
Expreso mi preocupación para que podamos ampliar tanto la visión como la acción solidaria.
Una civilización del consumo, tal y como la que existe en el mundo rico, no es universalizable.
Los valores cristianos son de acogida, dignificantes, solidarios y justos. ¿Por qué no nos esforzamos más en sacarlos a la palestra pública?
Sin el hombre como referencia en la espiritualidad cristiana, nos quedamos sin prójimo.
Una espiritualidad desencarnada, insolidaria y ajena a las preocupaciones mundanas, no es cristiana.
Hay acumuladores que pueden mirar al cielo mientras desprecian al prójimo al que dejan tirado.
El perdón auténtico de Dios no se puede ganar, pues es gratuito y está abierto siempre a todos.
Tenemos una economía sin ética y sin sentimientos de projimidad, sin sentimientos de amor o ayuda al prójimo sufriente.
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