El panorama podría ser un poco desolador, triste, injusto y con sensaciones de abandono y exclusión de muchos. Quizás por eso es bueno pensar en el tiempo prenavideño, tiempo que puede cambiar nuestras sensaciones, nuestras sensibilidades, nuestras solidaridades.
El que es, el Yo soy el que soy, el gran yo soy, se transforma en estos días prenavideños, sin dejar de ser la esencia del yo soy el que soy, en el que viene, el que llega, el que se acerca. ¡Feliz tiempo prenavideño, feliz tiempo de Adviento! Feliz llegada del que viene a un mundo injusto, un desierto, un sequedal en el que la vida se convierte en algo complicado, un mundo de abandonados y lanzados a la soledad del que se queda tirado al lado del camino sin que se le tienda ninguna mano amiga.
El panorama podría ser un poco desolador, triste, injusto y con sensaciones de abandono y exclusión de muchos. Quizás por eso es bueno pensar en el tiempo prenavideño, tiempo que puede cambiar nuestras sensaciones, nuestras sensibilidades, nuestras solidaridades. Es como si nos quisieran sumergir en un baño de sana alegría. Es como si alguien estuviera gritándonos en tiempos prenavideños: ¡Hay esperanza! ¡Hay esperanza!
Las profecías nos hablan de estos tiempos en los que ya se vislumbra la llegada del que viene, del que se aproxima. Estallan en voces de regocijo y esperanza. ¡Olvidad los desiertos! ¡Echad fuera las soledades! “Se alegrarán el desierto y la soledad, el yermo se gozará y florecerá como la rosa”. El Señor viene justo para establecer un nuevo reinado de Dios en el mundo en donde tendrá que haber agentes liberadores del Reino de los cielos: Los que creen en el que llega, los que lo esperan, los que serán sus seguidores y servidores.
Tiempos prenavideños, de Adviento. ¡Se aproxima la Navidad! ¡Un hijo nos va a ser dado, alguien que será admirable, consejeros y Dios fuerte. No os preocupéis más de vuestros desiertos, no sufráis por vuestras limitaciones. Con la perspectiva de “El que viene”, ríos correrán por los desiertos y se llenarán de estanques. ¡Qué bonito el tiempo prenavideño”. Lo dicen los profetas: “El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manantiales de agua”. El que es, el “yo soy el que soy”, el gran yo soy se acerca, viene, se aproxima. Los tiempos se van cumpliendo. En breve celebraremos el gran acontecimiento: La Navidad.
Cuando miramos a las formas y comportamientos de la economía, a las corrupciones políticas, a la acumulación desmedida de los que lo quieren acaparar todo sin pensar en sus prójimo, cuando todo lo vemos lleno de leones, perros salvajes, lobos que quieren devorarnos, vuelven a sonar las palabras proféticas prenavideñas: “Ya no habrá león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que camines como un redimido”. Se abren las puertas y las posibilidades de redención. ¡Espera! ¡Permanece a la expectativa! No mires hacia atrás. Dios se acerca. Ese Ser divino que del que nos dicen los profetas que “el mismo Dios vendrá y os salvará”.
Sé sabio. Espera en confianza. Elimina tu desierto y tu soledad. ¿Cómo te vas a sentir solo ante un Dios que se acerca? Cuenta las semanas, los días, las horas. Tu desierto se convertirá en una rosa.
Que tu sufrimiento se transforme en risa, que tu dolor se cubra de esperanza, que tu llanto se transforme en gritos de júbilo. Sí. Lo recomiendan los profetas. Lo afirman con palabras de consuelo. ¿No habéis leído las profecías que presienten la venida del Salvador? Esto es lo que dicen: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios”.
Quizás podemos comenzar con un poco de alegría ante la expectativa del que viene, pero esa alegría se irá agrandando, extendiendo, engrandeciendo de forma progresiva conforme vayan pasando las semanas, los días, las horas, los minutos. Prepárate para llegar a esta explosión profética que anuncia un gran gozo: “Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”. Que no te extrañe. Es la apoteosis de la alegría ante el que llega, Jesús, el salvador del mundo.
No es nada extraño que anunciemos la alegría. Ésta debe llegar a rebosar en nuestros corazones. El tiempo prenavideño debe estar lleno de campanas y de trompetas que anuncien júbilo, de cantos que desgarren nuestra garganta porque no podemos callar de expresar el gozo de nuestros corazones. Debemos clamar y cantar con Zacarías: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”.
Que tengáis buen tiempo prenavideño. Ya llega, ya llega. Que el Señor os ayude a expresar la alegría ente el que viene, el que llega, el que se acerca. Y que también, llegado su momento, tengáis un feliz tiempo navideño.
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