El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El protagonista de Soldado Azul, John Chivington, encarna las contradicciones de ese cristianismo que nunca reconoce ser racista.
Pensamos que si tuviéramos la evidencia delante, nos daríamos cuenta de las cosas y actuaríamos en consecuencia. Juzgamos el pasado, creyendo que nosotros no lo repetiríamos.
Hitchcock evita todo reduccionismo al enfrentarse al misterio del mal. No hay duda de que, para él, “todos los hombres son potencialmente homicidas”.
Siempre hay un momento en el que la responsabilidad de la otra persona no puede ser cargada sobre nuestro corazón. Hubo uno que si llevó la carga del mundo sobre sus hombros.
Nos causa fascinación lo apocalíptico por el deseo de saber cuál será nuestra reacción ante la desesperación provocada por el fin de todo. Pero, en realidad, en nuestro corazón ya hay una respuesta escrita. Y esa respuesta, el pecado, tiene que ver con nuestra condición.
La Biblia muestra la locura de confiar en nuestro entendimiento. ¿De dónde creemos que salen todos esos cristianos ufanos de su santidad que juzgan a otros creyentes, poniendo en duda incluso su salvación?
Si Packer se refiere tanto a la santidad, no es porque viera simplemente falta de ella, sino porque creía que había un concepto equivocado de santidad.
El virus que tocó nuestro corazón hace siglos ya lo dejó tocado y hundido de manera irreversible, de no ser por la obra de Jesús.
Se está perdiendo de vista lo que hace tanto hemos decidido ignorar: el corazón humano, que nos lleva de vuelta al Edén.
No captar la importancia de la Caída, como Schaeffer, es caer en los dos principales errores que tiene el cristianismo contemporáneo.
Nadie contrata obreros enfermos. A nadie se le ocurre incorporar a su equipo a personas aparentemente inútiles. ¿A nadie?
En nuestro mundo la razón se establece por el número de personas que se adhieren a una idea, sea justa o no.
Las consecuencias del asesinato de George Floyd remarcan la necesidad de un examen moral profundo.
Nadie puede dudar de lo genuino de la fe de Little Richard. Te parecerá poco ejemplar y contradictoria, pero no podía ser más auténtica.
El dolor alerta de la enfermedad y permite tratarla. Hay sufrimientos que pueden tener sentido pedagógico.
Los pecados sexuales en términos generales se llaman “fornicación” en la Escritura.
Cuando sabemos que algo no está bien, nos escondemos.
Esta historia futurista nos muestra una sociedad cada vez más cercana, donde el hombre parece condenado a su destrucción.
Si renunciamos a Dios, dejamos de pensar y dejamos de descubrir quienes somos, porque ya nada importa: un día nacimos, y otro moriremos.
Cuando le damos la espalda a nuestro Creador perdemos la paz interior y la exterior.
“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”.
Suponiendo que hubiera un cambio de mentalidad de una economía para consumir a una economía para vivir, a todo lo más que se llegaría es a paliar los efectos nocivos que hemos desencadenado sobre nuestro entorno.
No podemos negar que más de una vez y más de dos, con el corazón al borde del colapso, nos cruzamos de brazos y ese tiempo se nos hace eterno esperando ver como el amor de Dios viene hacia nosotros.
¿No hay, igualmente, una relación directa entre desorden y sexo, que desemboca en muerte?
No hemos dado la talla, pero la forma en la que hayamos fallado a nivel sexual puede variar.
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