Lo que comenzó pareciendo una liberación, se convierte en una degradación, bajo la sutil fascinación de la promesa de progreso y avance.
Los años en los que la pubertad comienza en el muchacho son vitales en su desarrollo, sentándose las bases de lo que luego será su vida como adulto. Uno de los aspectos que cobran fuerza de forma inusitada en esa etapa es lo relativo al sexo, cuando la fisiología y la psicología se aúnan para poner en marcha un mecanismo que ya no le abandonará hasta su muerte. Al aparecer un mundo nuevo e inexplorado tanto en su interior como en el exterior, el adolescente buscará las maneras de conocer todo lo referente a ese mundo. Entonces es cuando hacen acto de presencia los más experimentados en ese campo, que no son precisamente los padres, porque ¿cómo va a preguntar sobre esa cuestión a sus progenitores? Tal posibilidad ni siquiera se la plantea, por lo que la información y el conocimiento que necesita vendrá de otro lado.
Normalmente son algunos conocidos, de algo más de edad y que supuestamente saben lo que hay que saber sobre el sexo, quienes van a ser los maestros del adolescente ignorante, siendo sus guías y llevándole de la mano para explicarle lo que es la vida y lo que hay que saber sobre las mujeres. Naturalmente, el aprendizaje que recibe está saturado de picardía y avidez, quedando así todo lo referente a la sexualidad marcado por el sello de que todo lo que sea prohibición es sinónimo de retraso y candidez infantil. El paso de la niñez a la hombría, según estos maestros, consiste precisamente en adentrarse en ese terreno donde el deseo sexual queda satisfecho, ya que, es su promesa, allí se encuentra el cumplimiento de todo lo que se anhela.
Con estas premisas y así aleccionado, el adolescente buscará encontrar la manera de alcanzar el placer sexual, que en unos casos quedará limitado a un mundo de ensoñaciones y fantasías mentales, pero en otros irá más allá, hasta tener su cumplimiento en el acto sexual, dependiendo de las circunstancias. Pero sea en un caso u otro, lo cierto es que la sexualidad habrá quedado ligada al traspaso de una línea, tras la cual comienza lo prometedor y sublime. Para reforzar esa idea, vendrán en ayuda del adolescente todo un arsenal de argumentos y recursos, que corroborarán esa manera de pensar y proceder. El cine, la televisión, y actualmente internet, no sólo le afianzarán sino que le proporcionarán multitud de propuestas, a cual más fascinadora.
Para racionalizar y justificar esa andadura, otros maestros, más sofisticados y prestigiosos que sus anteriores preceptores, le mostrarán que efectivamente la promiscuidad sexual no sólo no es una desviación sino, ciertamente, una realización, una conquista. Nombres prestigiosos le harán ver que el freno en la sexualidad es promotor de trastornos de la personalidad y que, en realidad, todo lo que vaya en esa dirección no sólo es psicológicamente dañino sino moralmente hipócrita. Y así, con tal baluarte de explicaciones, ya no le quedará ninguna duda de qué tiene que hacer con el sexo, porque pensadores más alto nivel son ahora sus mentores.
Como el corazón humano es engañoso hasta el extremo, porque no solamente se engaña sino que quiere dejarse engañar, es por lo que la complicidad entre el engaño que procede de dentro y el que viene de fuera se juntan, resultando en todo tipo de teorías y prácticas, a cual más aberrante. Finalmente, lo que comenzó pareciendo una liberación, se convierte en una degradación, bajo la sutil fascinación de la promesa de progreso y avance.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Las aguas hurtadas son dulces y el pan comido en oculto es sabroso. Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.’ (Proverbios 9:17-18). Se trata de la invitación de una experta en la materia, que dirige su mensaje tanto a los que van andando rectamente como a aquellos que tienen una tendencia más o menos notoria al desvío. La promesa es atractiva a más no poder y en eso consiste la fuerza de su persuasión, porque lo que hay tras el umbral de su casa es nada menos que lo placentero prohibido. Si ya de por sí lo placentero es fascinante, al ser prohibido suma una fascinación especial. La fruición y el disfrute realizado en lo escondido no puede compararse con nada. Y efectivamente, el pecado tiene un deleite especial, lo cual es refrendado por alguien que sabe, la maestra en estos menesteres.
Pero este tweet de Dios tiene una segunda parte, omitida por la experta en el arte de embaucar, consistente en el estado en el que acaban sus invitados. La palabra que se ha traducido como ‘muertos’ no es la que normalmente se emplea en el Antiguo Testamento, sino otra que solamente aparece en siete ocasiones más. Hace referencia a una especie de vida en muerte y la morada donde se encuentran es en lo más insondable e impenetrable del lugar de los muertos. Los invitados, que atienden a la invitación y ansiosamente traspasan el umbral, ignoran dónde se están metiendo y cómo acabarán.
¡Cuánto ardid sexual había hace tres mil años, cuando este tweet fue escrito, y cuánto hay ahora! Pero las consecuencias no han variado un ápice, no importa lo que digan los expertos actuales.
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