El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Nos sorprenderá no poco advertir que nos equivocamos al concebir a Dios más como Juez que como Abogado, más como Fiscal implacable que como Padre amoroso y compasivo.
Es, a través de las leyendas, donde Bécquer más ahonda en el alma, que, en la mayoría de los individuos, se mueve entre la afirmación y la negación.
El tema religioso está ausente en la obra de Celaya. Lo suyo era el hombre y Dios; la idea, no la religión.
Tanto el prólogo del Apocalipsis (1.3) como el epílogo (22.2,18s) hablan de la autoridad central de la Palabra y la bendición de su lectura.
Aún hay versiones de Don Quijote de La Mancha que suprimen el pasaje, cuyo texto dice: “Las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente, no tienen méritos ni valen nada”.
La eternidad no significa un tiempo inacabable, sino otra cosa distinta, difícil de definir por el entendimiento humano.
El hombre es el centro del Universo tan sólo en la medida en que el hombre se somete a la voluntad de Dios.
Viajó por las grandes ciudades, bajó a las pequeñas aldeas, recorrió incansable los mares, pero no experimentó la paz del alma. Y estaba triste. Estudió, contempló los astros, huyó del amor, que dicen que lleva aparejado el dolor. Y estaba triste. Viejo ya, deseaba lo que no tenía y lamentaba la juventud perdida.
Demostró, en sus escritos y en su vida, poseer un defecto común a la casi generalidad de los escritores españoles: apartarse de Dios como consecuencia del desengaño sufrido en la religión en que nacieron.
Fue absolutamente fiel a la Iglesia católica, con una fidelidad sin condiciones. Así lo refleja el párrafo final que escribe en el tomo primero de los Heterodoxos Españoles.
El escritor llegó al ateísmo por el camino del anticlericalismo y a éste por la decepción religiosa, por el desencantamiento de los principios religiosos que desde niño le habían enseñado.
En la cruz, Jesús nos enseña que el perdón puede ser unilateral, no requiere dos partes a diferencia de la reconciliación.
Los personajes de su teatro son seres en permanente conflicto, que no saben qué hacer con la vida.
Los tres poemas de este libro demuestran la fuerza sugestiva de la belleza y el itinerario del hombre moderno hacia Dios.
¡El alma del protestantismo español tampoco ha sido vencida, a pesar de contrarreformas, inquisiciones, persecuciones, intolerancias y desprecios!
La razón es incapaz de concebir a Dios en toda su plenitud. Una fe sencilla, llena de sorpresas, como la del Principito, es la que nos introduce al reino invisible.
El empleo de términos casi neutros en lo que concierne al orden moral, solo puede acabar en dos alternativas, que son la parcialidad o el falseamiento.
Yo no creo que Mark Twain fuese ateo. Sus malos recuerdos de la iglesia calvinista a la que iba de pequeño le hacen decir: "Si Jesucristo estuviera aquí ahora, hay una cosa que no sería; cristiano".
En las novelas de Kundera el rostro del amor aparece en todas partes, no hay libro en el que no se descubra su retrato.
Me preocupa que en algunos sectores evangélicos hagan uso de dagas verbales para denostar a quienes han adoptado otras perspectivas valorativas y de vida
En algunas de sus obras más destacadas abundan sus creencias, en las que se confunden el ser y la apariencia, la mentira y la verdad, el bien y el mal.
Fue un gran escritor. Un narrador excepcional. Culto en muchas materias. Conocía la Biblia tan bien como los clásicos rusos, a los que leía continuamente. Pero esa chispa o llama de la fe que transforma al ser humano nunca prendió en su corazón.
Esta novela constituye una sátira demoledora contra las utopías del hombre.
Las frases exclamadas desde el corazón llegan al corazón. Sabias son las palabras cuando se han vertido desde el conocimiento y el cariño.
“La estrategia que diseñó Noemí para plantear el matrimonio a Booz propicia uno de los momentos de mayor tensión espiritual de toda la Escritura”.
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