La pasión que Hawking manifiesta por conocer el origen y destino del Universo no es nueva. En realidad, es tan antigua como el hombre mismo.
Aunque la primera edición española de Historia del tiempo apareció en octubre de 1988, meses después continuaba en la lista de los libros más vendidos. Y aún cuando después de este el científico inglés ha publicado otros libros, hoy, verano del 2018, Historia del tiempo sigue contando con lectores en los diferentes países donde el libro ha sido traducido.
Hawking es un hombre peculiar. Nació en el seno de una familia británica de clase media. Su padre era doctor en biología, especialista en enfermedades tropicales. Hawking estudió en Oxford y en Cambridge, las dos Universidades británicas de más prestigio. A los 19 años se le declaró una esclerosis grave y progresiva. Los médicos le dieron dos años de vida. Hawking no se derrumbó. Continuó luchando contra la enfermedad y siguió entregado a su pasión científica. En 1965 contrajo matrimonio con Jane Wilde. Tienen tres hijos, Robert, nacido en 1967, Lucy, en 1970 y Timothy, en 1979.
A partir de 1983 Hawking perdió completamente el habla. Su cuerpo no puede realizar movimiento alguno. Se haya confinado en una silla de ruedas en la que tiene instalado un ordenador diseñado especialmente para él. Con un movimiento apenas perceptible de sus dedos Hawking acciona un sistema informático que le permite crear una palabra cada seis segundos. Al pulsar las teclas surge una voz metalizada y profunda. Esta técnica le permite comunicar al mundo sus importantes teorías.
Algunos críticos creen que el éxito de Historia del Tiempo se debe a las circunstancias dramáticas que se dan en la vida del autor. Si Hawking no fuera paralítico, tal vez el libro se habría vendido menos. La aparición de su autor en televisión y en la prensa ha sido un factor decisivo en la difusión del libro. Mucha gente lo ha comprado para conocer detalles íntimos del autor. Al no encontrarlos, lo dejan en la biblioteca sin leerlo.
Con todo, no es frecuente que un libro puramente científico obtenga tal éxito de venta. Ha estado durante 37 semanas en la lista de libros más vendidos de The New York Times y 28 semanas en la lista del Sunday Times, de Londres. Ya ha sido traducido a 25 idiomas. La editorial Crítica, que lo publicó en España, sigue lanzando nuevas ediciones.
Historia del Tiempo no es libro ateo. Según Hawking, su finalidad va encaminada a hallar una explicación al origen del Universo, que ha preocupado a hombres de todos los siglos.
En la primera página del libro Hawking escribe estas inquietantes y eternas preguntas. ¿Qué sabemos acerca del Universo, y cómo hemos llegado a saberlo? ¿De dónde surge el Universo, y a dónde va? ¿Tuvo el Universo un principio, y, si así fue, qué sucedió con anterioridad a él? ¿Qué es la naturaleza del tiempo? ¿Llegará éste alguna vez a un final?
A lo largo de 240 páginas, el científico inglés trata de responder a estas y otras preguntas. Lo hace desde su oficio. Lo hace desde la especulación y la hipótesis. Quienes aceptamos el relato de la Biblia no tememos las observaciones de la ciencia. Ni nos sorprende que algunos científicos lleguen a conclusiones contrarias a la fe.
Nosotros consideramos a Moisés inspirado por Dios. En su relato del Génesis Moisés no pretendió darnos un tratado de cosmología o de geología. Moisés no escribió para ser interpretado por Stephen Hawking. No podía explicar el origen del Universo en términos del “big bang” o del “big crush“, entre otras razones porque aún no se había inventado la lengua inglesa, ni la ciencia de entonces conocía el idioma de los “agujeros negros”. La inteligencia natural de Moisés, con ser extraordinaria, no podía adelantarse a explicarnos lo que la humanidad no ha conocido hasta los tiempos modernos. Sin embargo, el relato inspirado de la creación del mundo que nos da el Génesis es, hasta el día de la fecha, insustituible. Que abunden hipótesis científicas contrarias no quiere decir que tales teorías hayan adquirido carta de naturaleza en el ancho y contradictorio campo de la ciencia.
La pasión que Hawking manifiesta por conocer el origen y destino del Universo no es nueva. En realidad, es tan antigua como el hombre mismo. Aquel árbol de la ciencia del bien y del mal, instalado en medio del huerto de Edén, ¿acaso no contenía el secreto de Dios? ¿Y no quiso el hombre, desde sus primeros años en la tierra, conocer este secreto?
Hawking aporta ideas originales respecto al tema, pero no excluye la intervención de Dios en la creación del Universo. “Si el Universo es totalmente autocontenido, sin singularidades ni fronteras, y descrito completamente por una teoría unificada, todo ello tiene profundas implicaciones sobre el papel de Dios como Creador”, dice Hawking (pág. 222). Hay que tener en cuenta el “si” condicional. Hawking no dogmatiza, simplemente teoriza. El papel de Dios como Creador del Universo sería discutible “si” el Universo fuera autocontenido, si empezara y acabara por sí mismo, en sí mismo. Pero no es así. La ciencia no ha probado hasta ahora que el “big bang” fuera una conmoción cósmica independiente de Dios ni que el hombre provenga por evolución de una célula marina. Todo es pura especulación. “Dios puede saber cómo comenzó el Universo –escribe Hawking-, pero nosotros no podemos dar ninguna razón particular para pensar que comenzó de una forma en vez de otra” (pág. 181). Es verdad.
Cuando Hawking recoge el pensamiento cristiano tradicional, “el ser omnipotente podría haber iniciado el Universo de la manera que más le hubiera gustado”, y añade: “Puede ser que sí” (pág. 29).
Naturalmente que sí. Y cuando apunta a la cuestión del origen y se interroga: “¿Cómo eligió Dios el estado o la configuración inicial del Universo? ¿Cuáles fueron las “condiciones de contorno” en el principio del tiempo?”, escribe a continuación: “Una posible respuesta consiste en decir que Dios eligió la configuración inicial del Universo por razones que nosotros no podemos esperar comprender” (pág. 164).
Por fin llegamos al corazón del tema. Por muchos libros que se escriban, la creación del mundo seguirá siendo un misterio para el hombre. “Todo este universo visible –escribió el científico y filósofo francés Blaise Pascal- es solamente un punto imperceptible en el vasto corazón de la naturaleza. La mente del hombre no puede abarcarlo. En vano tratamos de prolongar nuestras concepciones más allá de los espacios imaginables. Con ello sólo conseguimos iluminar los ojos del cerebro con unos cuantos átomos, en comparación con la realidad de las cosas. Es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ningún lugar. En resumen, la prueba más palpable del omnipotente poder de Dios es que nuestra imaginación se pierde en la mera concepción”.
Hawking se enfrenta con el problema creación-tiempo-expansión. “En un Universo inmóvil –dice- un principio del tiempo es algo que ha de ser expuesto por un ser externo al Universo” (pág. 27). ¡Desde luego! ¿Y quién pudo ser ese “ser externo” sino Dios? La Biblia dice que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Aquí, cielo y tierra constituyen el armazón del Universo, del que Dios parte para distribuir las distintas manifestaciones del mundo organizado. Con el primer acto creativo Dios pone en marcha el reloj de la Historia. Pone en movimiento la creación e inicia el minuto cero en la Historia del tiempo.
“Si el Universo se está expandiendo, pueden existir poderosas razones físicas para que tenga que haber un principio”, sigue diciendo Hawking (pág. 27). ¡Naturalmente que el Universo se expande! No ha dejado de hacerlo nunca. Se expande desde el instante mismo de su creación y seguirá expandiéndose hasta el apocalipsis final.
A este respecto conviene observar que cuando el primer capítulo del Génesis describe los seis días o períodos de la Creación, al final de cada acto creador se dice: “Fue la tarde y la mañana el día…”. La frase se repite desde el primero al sexto día (Génesis 1:5,8,13,19,23 y 31). Pero cuando se llega al “día séptimo” no se vuelve a hablar de tarde ni de mañana. Y no es porque el día séptimo simbolizara el descanso, en absoluto. Es porque este gran día o época no ha terminado aún. El Universo sigue evolucionando, expandiéndose por mandato divino. El período de expansión sigue abierto y sólo se cerrará cuando Dios ponga fin a lo que puso principio.
No hay contradicción alguna entre creación y expansión del Universo físico. Hawking acierta cuando dice: “¡Un Universo en expansión no excluye la existencia de un creador!” (pág. 27). No sólo no la excluye: la confirma, la prueba, la sostiene. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, dice la Biblia (Salmo 19:1).
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