El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
A Don Quijote no le fue bien en Barcelona. Un grupo de catalanes distinguidos, liderados por un tal Antonio Moreno le somete a toda clase de escarnios, ridiculización y burlas.
Hoy muchos creyentes están más preocupados de cuándo será la próxima edificación del templo en Jerusalén que del templo del cual habla tan claramente la Sagrada Escritura.
En tiempos del Quijote las imprentas no sólo se dedicaban a publicar libros. También ejercían funciones que en nuestros días tienen reservadas las editoriales.
Ese remanente ha sido una constante a lo largo de los 20 siglos de historia del pueblo de Israel; y ha venido a formar, junto con los gentiles que han creído en Jesús, ese “verdadero Israel” al cual se refirió el apóstol Pablo.
Bravo, bravo mil veces, mi señor Don Quijote. No estás tan loco como te creyeron y aún te creen.
Una cosa era pertenecer al pueblo de Israel por nacimiento, haber sido circuncidado y formar parte de toda la estructura social y religiosa, y otra ser y pertenecer al verdadero pueblo de Yawéh.
Recuerda Torrente Ballester que la burla, en el orden estético, implica la noción moral de desprecio.
Han tenido y siguen teniendo lugar muchas discusiones sobre quién es el pueblo de Dios hoy día, Israel o la Iglesia… ¿O los dos? Pero ¿qué dice la Biblia al respecto sobre este tema?
En su libro, Pedro Puigvert plantea la persona del Hombre-Dios destacando el sentido de lo sagrado, todo sustentado en un pensamiento eminentemente bíblico.
El autor inglés Stuart Park ha escrito un precioso libro que recrea épocas y espacios notablemente precisos.
Decir que Jesucristo es “la encarnación de la Toráh” no se ajusta a la verdad. He aquí las razones del por qué no es así.
Es hombre bueno aquél que no cree malo a nadie.
Sabemos que hoy abundan personas tan necesitadas del mensaje de la Buenas Nuevas como en tiempos del Señor Jesús.
En la entrada de Don Quijote a Cataluña hay un equilibrio inestable de razón y locura, de lógica y desvarío, que es, de hecho, el gran secreto de la vida humana.
El Cantar de los Cantares dice que los celos son duros como el sepulcro, “sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”. (Cantares 8: 6).
Lo que sucede a lo largo de la Historia, y ciertas palabras proféticas que fueron pronunciadas en momentos puntuales, nos ayudan a entender tanto al Dios de la revelación divina como a la misma revelación.
En su abundante producción literaria, Juan Antonio Monroy ha tenido en cuenta a los intelectuales, escritores, motivo de este artículo.
Dios no se olvidó de Daniel en la parte que él más necesitaba: Sentirse amado por el Dios a quien servía, en medio de tanto rechazo y tensión que le creaban sus enemigos.
La primera consecuencia a la desobediencia es perder el favor de Dios, tanto en el terreno espiritual como en el natural.
Decía Bonhoeffer que quien ama su sueño de comunidad cristiana más que a la comunidad cristiana real se convierte en destructor de esa comunidad, por más sinceras, serias y abnegadas que sean sus intenciones personales.
Todavía podemos aferrarnos a aquello que desde las Escrituras nos parece suficientemente sólido, claro y por tanto, válido como para creerlo, practicarlo y defenderlo, ante cualquier foro.
A veces lo que es correcto se niega, se oculta, se combate y se persigue, mientras que a lo que no lo es se le da la bienvenida, se afirma, se acepta y se abraza por una gran mayoría.
Algunos de esos ídolos abundan en el campo cristiano mucho más de lo que imaginamos. Podemos llegar a creer que están dentro de los parámetros espirituales “más elevados”. Pero son ídolos.
Ni la teología ni el estudio de la teología tiene por qué secar la vida espiritual de nadie, sino todo lo contrario.
Nadie, por muy pastor que sea, tiene el derecho a apropiarse de la voluntad de otro, ni de interferir en su vida personal, matrimonial o familiar y mucho menos sirviéndose del nombre de Dios.
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