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Reflexiones sobre Israel y la iglesia (IV)

Hoy muchos creyentes están más preocupados de cuándo será la próxima edificación del templo en Jerusalén que del templo del cual habla tan claramente la Sagrada Escritura.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 12 DE NOVIEMBRE DE 2025 16:40 h
Foto: [link]Hugo Fergusson[/link], Unsplash CC0.

Después de todo lo expuesto en las anteriores exposiciones, llegamos al punto en el cual hemos de responder a la pregunta sobre qué se produjo para que Israel, aparentemente, quedara atrás y surgiera lo que se conoce como “la Iglesia”.



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¿Se produjo realmente lo que muchos consideran como “el reemplazo” 1 o hay otra forma en la cual se puede ver el asunto? Sin duda creo que hay otra forma que tomaría el pueblo de Dios, y es lo que vamos a ver en esta exposición.



 



La alegoría del olivo natural y el olivo silvestre (Ro.11.17-24)



Para poder entender lo que pasó en el tiempo en el cual se cumplió el Nuevo Pacto, al cual hizo referencia el profeta Jeremías (Jr.31-31-33) hemos de considerar lo que escribió el Apóstol Pablo en su epístola a los Romanos, capítulo 11.



Pablo usó una alegoría para representar al pueblo de Israel por un lado, y al pueblo de “los gentiles” (todos aquellos que no pertenecían al pueblo de Israel) por otro. Las ramas del olivo natural representaban al pueblo de Israel y las ramas del olivo silvestre a los gentiles. Entonces, a través de esas figuras, el apóstol nos muestra dos cosas importantes:



La primera es que el pueblo de Israel “en la carne” no ha sido rechazado de forma absoluta. Si así fuera no habría quedado “un remanente” (Ro.11.5) y Dios no hubiera podido cumplir las promesas dadas a Abrahan ni la profecía de Jeremías sobre el “nuevo pacto” que sería hecho “con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jer.31.31-34); forma de referirse a todo el pueblo de Israel en su conjunto.



La segunda es que los gentiles (gentes de los pueblos, no judíos) han sido hechos participantes del verdadero olivo mediante el “injerto” al cual hace referencia, para que también pudieran disfrutar del propósito salvífico de Dios; pero hay que señalar que esta salvación venía a través del pueblo de Israel, tal y cómo afirmó Jesús, cuando dijo: “Porque la salvación viene de los judíos” (J.4.22).



 



La integración de los gentiles en el plan de salvación se daría a través de Israel



Pero Israel tenía prioridad sobre los gentiles. Así fue. En todo el plan de Dios, el apóstol Pablo mencionó la prioridad de Israel en relación con el Evangelio. Por eso, cuando escribió a los creyentes gentiles de la iglesia de Efeso, dijo: nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo…”; para añadir después: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa…” (Ef.1.12-13. Énfasis mío).



Pero ¿Qué ha pasado entre ésos “nosotros” y vosotros”? El apóstol Pablo lo explica posteriormente. Él dijo que los gentiles, antes de su conversión a la fe cristiana, estaban “sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef.2.11-12).



Sin embargo fue a través de la muerte y la resurrección de Cristo Jesús que se rompieron todas las barreras de separación, de tal manera que lo que surgió de esa obra redentora y reconciliadora fue algo totalmente nuevo:



“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros (los gentiles) que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo, de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Ef.2.13-18, Énfasis mío)



Ahora bien, lo que dijo Pablo en la epístola a los Romanos 11, es lo mismo que dijo en la epístola a los Efesios. En el primer caso a través de la alegoría de los olivos y ls ramas de ambos; en el segundo caso, a través de una explicación teológica del hecho realizado.



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Pablo se refiere a los creyentes efesios tal y cómo eran vistos por los judios, cuando todavía no eran cristianos: “érais llamados incircuncisión… alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef.2.11-12); con todo cuanto eso significaba.



Sin embargo, en el pensamiento de Dios él iba a llevar a cabo una obra nueva. A través del Señor Jesús Dios hizo posible la reconciliación y la unidad entre los dos pueblos, el judío y el gentil.



Fue de esa manera que las ramas del olivo silvestre (los gentiles) fueron injertadas en “el verdadero olivo”, Israel. No el Israel étnico sino “el Israel de Dios” ya que “el Israel en la carne” –dice el texto bíblico- “fueron endurecidos” y “excluidos” a causa de su incredulidad (Ro.11.7,15,25).



Y todo, como ya vimos, “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro.11.25). Como ya vimos, las palabras “hasta que…” señalan una nota de esperanza futura en relación con la admisión y la salvación de todo el pueblo de Israel, sobre lo cual ya dijimos algo en una anterior exposición. (Ro.11.15,26).



Ahora bien, como dijimos antes, mientras que en Romanos 11, el apóstol habla en términos alegóricos de “las ramas del olivo silvestre” injertadas en el “verdadero olivo”, en Efesios habla desde el punto de vista teológico de los dos pueblos: el de Israel y el de los gentiles.



Entre ellos había una rivalidad a muerte. Israel, orgulloso por su origen y todo cuanto había recibido de Dios, despreciaba a los gentiles, llamándoles “perros gentiles”; y los gentiles tampoco tenían mejor opinión de los judíos.



Tal “separación” estaba representada a través de toda la Ley (“los mandamientos y ordenanzas”) 2; pero de una manera bien visible, en el templo judío en Jerusalén había un muro que separaba el área del templo para los gentiles y que ellos no podían traspasar, bajo pena de muerte. Dicha barrera tenía escrita la siguiente advertencia:



“Ningún extranjero puede pasar esta barricada que rodea el santuario y su contenido. Cualquiera que fuere sorprendido haciéndolo será responsable único de su muerte consecuente” (Hendriksen Guillermo, 1990).



Es seguramente por eso que además de mencionar “los mandamientos y las ordenanzas”, Pablo menciona también “la pared intermedia de separación” que había entre ellos (Ef.2.14).



Todo lo cual, representaba y expresaba el gran impedimento y la separación que había en la relación entre judíos y gentiles.



Sin embargo, para los judíos el que los gentiles pudieran salvarse sólo era posible si ellos “se hacían judíos” a través de la circuncisión y el cumplimiento de la Ley de Moisés –la Toráh-. 3



Entonces podían ser aceptados en “el pueblo de Dios”. Pero Pablo dice que aquella “pared intermedia de separación” (con todo cuanto suponía) ha sido derribada y que las mismas enemistades “expresadas en la ley de los mandamientos y ordenanzas”, fueron “abolidos” por medio de la obra de Jesucristo, mediante su muerte en la cruz.



Evidentemente, se refiere el apóstol a una obra espiritual, pero con una trascendencia fundamental en cuanto a los resultados de la misma, dado que es en y a través del Señor Jesús que se hizo y se cumplió aquel Nuevo Pacto anunciado por el profeta Jeremías (Jr.31.31-33).



Pero algo que debe quedarnos claro es que a través de esa obra, los gentiles (como ramas del “olivo silvestre”) vinieron a ser “injertados en el verdadero olivo” (Ro.11.24).



 



Los resultados prácticos del Nuevo Pacto



Entonces, el resultado redentor y reconciliador de la obra de Cristo en la Cruz, lo presenta el apóstol Pablo a través tanto de realidades como de metáforas, por medio de las cuales nos habla de lo que Dios ha hecho por medio del Señor Jesús:



1.- Un solo pueblo: “de ambos pueblos hizo uno” (Ef. 2.14).



Notemos la claridad del texto bíblico acerca del primer resultado del cual nos informa el apóstol Pablo. Esto no es una metáfora; es una realidad que hemos de tener en cuenta.



No hay dos pueblos de Dios, sino “un solo pueblo”. Si antes de la muerte del Señor Jesús hubo un remanente que era “el verdadero Israel”, ese “verdadero Israel” seguiría siendo pero compuesto por judíos y gentiles, que vinieron a formar “un solo pueblo”: “El israel de Dios” que diría Pablo dado que en esta nueva dispensación… “ni la circucisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gál.6.15). Así, en relación a los gentiles, Pablo citando al profeta Oseas escribió algo que al pueblo judío no le entraba en sus cálculos:



“Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar que se le dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente” (Ro.9.25-26).



Y citando al profeta Isaías, escribió:



“Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí” 4(Ro.10.20).



Pero esa estrategia divina llevada a cabo por medio de la persona y obra de Jesucristo, en principio, ni siquiera fue entendida por los mismos apóstoles del Señor (Ver, Hch. 10 y 11.18).



Sin embargo, fue de esa manera que las promesas dadas a Abrahan se cumplirían (Gén.22.18) sin que los gentiles quedaran fuera o aparte del pueblo de Israel, sino formando juntamente con ellos (los creyentes en Cristo Jesús) un solo pueblo. Así lo afirmó el apóstol Pablo respecto de los gentiles: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abrahan sois y herederos según la promesa” (Gál.3.29). Entonces, el tema con respecto a que hay solo un pueblo de Dios y no dos, parece estar bastante claro.



2.- Un “solo y nuevo hombre” colectivo. Pablo escribió que a través de la obra de Jesucristo Dios “creó en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre” (Ef.2.15). Nuevamente el apóstol viene a enfatizar la realidad de que lo que surge de la obra del Señor Jesús no son dos entidades, sino solo una: “un solo y nuevo hombre”.



Este “hombre” no es resutado de los inútiles esfuerzos del ser humano, como “el nuevo hombre alemán” que Hitler quiso realizar con su “nueva raza”; ni tampoco “el nuevo hombre” sudamericano que surgiría de la revolución política y social que algunos revolucionarios estaban llevando a cabo por la época de los años cincuenta, sesenta y setenta.



Lo que Dios está haciendo es diferente, al querer formar un “hombre colectivo” que refleje las marcas y la gloria de su Hijo amado, en vista de que ese es su eterno propósito: “hacernos conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo” (Ro.8.28-29).



3.- Una sola familia. “Porque por medio de él, los unos –gentiles- y los otros –judíos- tenemos entrada al Padre por un mismo Espíritu, viniendo a ser “miembros de la familia de Dios” (Ef.2.18-19).



Y de fondo tenemos las palabras del apóstol Pablo que escribió: “De quien –Cristo- toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra…” (Ef.3.14-15). Y acorde con la “fotografía” que nos presenta Juan en el Apocalipsis, no importará de qué familia fuimos en la tierra.



Las divisiones y odios que han caracterizado a la humanidad a lo largo de toda la historia, con base -falsa- en las razas, las lenguas y las culturas diferentes, no contarán delante del que todo lo dio y todo lo hizo para que fuésemos solo una familia delante de Él (Apc.5.8-11).



Entonces, aquí es necesario volver a repetir que la promesa dada por Dios a Abrahan era esta: “Y en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gén.22.18). Así que “si vosotros sois de Cristo (la simiente de Abrahan) ciertamente, linaje de Abrahán sois y herederos según la promesa” (Gál.3.29).



Y ante esta realidad, ¿Resulta extraño, entonces, que Pablo declarara que “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús…”? (Énfasis mío Gál.3.28). Y esa verdad les fue dada, en aquel tiempo, por revelación del Espíritu Santo “a los apóstoles y profetas” (Ef.3.5-6).



4.- Un solo edificio que llega a ser “un templo…” (Ef. 2.21-22). Esa designación es una metáfora, que también aparece en otros lugares, tanto aplicada a la Iglesia universal (Ef.2.21-22) como a la iglesia local (1ªCo.3.16-17; 2ªCo.6.16; 1ªP.2.5); pero también al cuerpo del propio creyente (1ªCo.6.19).



Sin embargo, hoy muchos creyentes están más preocupados de cuándo será la próxima edificación del templo en Jerusalén que del templo del cual habla tan claramente la Sagrada Escritura.



Pero aquí también concluimos que, en relación al pueblo de Dios, él no tiene dos templos sino uno; y cuando se aplica de forma local o al cuerpo del creyente, no se hace para señalar una división en el mismo, sino como formando parte de un mismo templo con carácter universal, en el cual habita el Señor por medio de su Espíritu Santo.



Efesios 2.21-22 lo expresa de forma clara. Ningún pueblo sobre la tierra puede hacer tal afirmación, excepto el pueblo de Dios que es la Iglesia del Dios Viviente, no el Israel étnico. El templo de Israel fue figura del verdadero templo que es el pueblo compuesto por creyentes del pueblo de Israel y los gentiles.



5.- Un solo cuerpo. Esta es otra metáfora para el pueblo de Dios: “Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Ef.3.6,10; 4.15-16).



Lógicamente, aquí tenemos en mente el “injerto” de las “ramas del olivo silvestre” en el “verdadero olivo” y del cual escribió el apóstol Pablo. Ese era un “misterio”, dice el apóstol, que “ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” (Ef.3.5).



Ahora bien, la figura del “cuerpo” es otra metáfora que lleva implícita la idea de una unidad orgánica como la de un cuerpo vivo. Una unión de los creyentes con su Señor, que hace posible esa unidad de la cual habla el apóstol Pablo en su Epístola a los Efesios y que nos es incomprensible, dado que estamos unidos a él, con él y en él, “en su muerte”, “en su resurrección” y aun “en su exaltación a la diestra del Padre”. (Ef.2.4-6).



Dicha unidad trasciende al tiempo y al espacio y habla tanto de la nueva condición del creyente como de su posición “en Cristo”. De otra forma ¿Qué quiere decir el apóstol Pablo, cuando repite tanto las palabras “en Cristo”? (Ef. 1.3,6,7,10,11,13; 2.5-6, etc.).



Lo cierto es que la realidad de nuestra unión y posición “en Cristo” ha hecho y hará que todo creyente, sea que salga o entre, que vaya o venga, que esté despierto o duerma o en cualquier otro lugar o circunstancia, siempre estará unido a Cristo.



De hecho el apóstol Pablo dice que… “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” (Col.3.3). Es por eso que también hará que cuando muera, experimente con toda confianza el paso de este mundo a la realidad de la vida eterna ante la presencia de Dios, dado que ya, desde el momento que creímos en él Dios nos unió a su propio Hijo, “sentándonos (Dios) en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef.2.6). Pero la conclusión de lo que acabamos de decir es que fuera de este “cuerpo de Cristo” no hay otro pueblo con esa designación.



6) Una sola “esposa” (Ef.5.23-32)



La figura de la esposa en la Biblia tiene dos aspectos a considerar: Uno el natural, relacionado con el matrimonio y que se desprende de los dos primeros capítulos de Génesis así como de las palabras afirmativas del Señor Jesús de esos capítulos.



Luego, otro, cuando Dios mismo usa la figura del matrimonio para ilustrar su unión con su pueblo Israel a través del Pacto (Jr.31.32; Os.2.13-20). Así que el matrimonio, sea en un sentido o en otro, es un pacto que requiere fidelidad por parte de los pactantes.



Pero en el caso que nos ocupa se hace necesario enfatizar que el matrimonio no es cosa de tres, sino de dos. En el caso de los seres humanos, es el hombre y la mujer y no hay lugar a otros, por mucho que se empeñen algunos. (Gé.2.21-25).



Por tanto, en el caso de la relación de Dios con su pueblo, no hay lugar a otro pueblo que pretenda tener una relación con Dios aparte del pueblo que Dios ha formado a partir de su Hijo Jesús.



Eva fue formada a partir de una costilla sacada del costado de Adán, figura/tipo del Señor Jesús. Así que acorde con el tipo/figura, la Iglesia fue formada a partir del costado herido de Jesús, del cual manó la sangre por medio de la cual efectuó su redención (Ef.1.7; Col.1.14).



Y luego, en Efesios 5.23,32, Pablo hace un paralelismo con el matrimonio humano y el matrimonio espiritual entre Él y su pueblo. Entonces, para no alargar mas el argumento, traigo a colación las palabras del historiador Justo González, quien hablando de las divisiones que hay en la Iglesia del Señor a nivel mundial, escribió: “Cuando Cristo venga no vendrá a recoger un harén sino a su esposa” (González Justo. Edt. Mundo Hispano, 2009).



También podríamos decir que Cristo no es polígamo. Él tiene solo una esposa: La Iglesia compuesta por creyentes, judíos y gentiles.



Entonces, solo hay que prestar atención al mensaje de las Escrituras, en el cual vemos claramente esa gran verdad reflejada al final del libro de Apocalipsis.



En él vemos a la novia de Cristo, preparada para “las Bodas del Cordero” (Apoc. 19.7-10); y apoyados por el testimonio bíblico decimos que, esa novia, representada también por “la nueva Jerusalén que descendió del cielo” (Ap.21.2) es el conjunto de todos los creyentes en Cristo Jesús de todos los tiempos, tanto del pueblo de Israel como de los gentiles en general.



No en vano, tanto en las puertas de esa gran y gloriosa ciudad, como en los fundamentos de la misma están representados, tanto las doce tribus del pueblo de Israel como los doce apóstoles del Señor Jesús; ambos grupos representando a los dos pueblos unidos por medio de la obra de Cristo, en un mismo pueblo y por la eternidad.



Para nada fue algo fácil el entendimiento entre los creyentes judíos y gentiles



Ahora bien, notemos que de todo cuanto estamos viendo hasta ahora, una sola entidad surge de los dos pueblos separados y aparentemente irreconciliables.



Pero el hecho de que Dios formara un solo pueblo de los dos, no significa que la unidad práctica de judíos y gentiles fuera fácil. ¡Ni mucho menos! En el libro de Hechos de los Apóstoles y las epístolas de Gálatas y Romanos, vemos que se suscitaron grandes problemas, por no entender la relación que había entre la Ley y el Evangelio.



Los creyentes en Jesucristo del pueblo Israel, con todo su bagaje cultural-religioso por una parte, y los gentiles, ajenos a todo eso que había conformado la identidad del pueblo judío por milenios, a duras penas se podían entender.



A los creyentes judíos no les fue fácil digerir “la salvación por la fe, sin la circuncisión y las obras de la ley mosaica” de los gentiles. De eso ya hemos venido diciendo algo en escritos anteriores.



Entonces al llegar a este punto, ya podemos preguntarnos: ¿Dónde están pues, los dos “pueblos de Dios”? Y si nos atenemos a lo que dice el texto bíblico, tenemos que concluir que no hay dos pueblos de Dios sino uno solo.



Sin embargo, sí hemos de hacernos algunas preguntas: ¿Qué papel juega el pueblo de Israel en la actualidad? ¿Cuál debe ser nuestra actitud para con el pueblo de Israel étnico? ¿Hemos de defender al pueblo de Israel en todo, haga lo que haga? Estas preguntas trataremos de contestarlas en la próxima y última entrega.



 



Notas



1. Se llama teoría del re-emplazo a aquella enseñanza que afirma que Israel ha sido desechado para ser reemplazado por la Iglesia. De esa manera, el pueblo de Israel ni cuenta, ni contará nada en los propósitos futuros de Dios. Dicha enseñanza no parece que sea lo que enseña la Sagrada Escritura.



2. Para entender esta referencia, es necesario leer la epístola del Apóstol Pablo a los Gálatas y, por otra parte, la epístola a los Hebreos. Ambas epístolas nos informan acerca de aquellas partes de la ley de Moisés que han quedado obsoletas con el establecimiento del Nuevo Pacto.



3. Problema este que muy pronto se presentó en la Iglesia primitiva mientras ésta era de mayoría judía. La solución a este problema se buscó a través de la celebración del concilio celebrado en Jerusalén (Hch.15); pero dicho problema fue desapareciendo en la medida que la iglesia iba creciendo con personas no judías y se iba despegando de la cultura judía.



4. Que al pueblo de Israel no le encajaba esa realidad, se muestra aun en los apóstoles del Señor, pues aun Pedro tuvo que tener un trato especial de parte de Dios para que entendiera la necesidad de predicar el Evangelio también a los gentiles (Hch.10).



 



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