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Reflexiones sobre Israel y la iglesia (III)

Ese remanente ha  sido una constante a lo largo de los 20 siglos de historia del pueblo de Israel; y ha venido a formar, junto con los gentiles que han creído en Jesús, ese “verdadero Israel” al cual se refirió el apóstol Pablo.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 05 DE NOVIEMBRE DE 2025 16:15 h
Foto: [link]Simon Spring[/link], Unsplash CC0.

En la pasada exposición hicimos algunas afirmaciones sobre el pueblo de Israel al respecto de las declaraciones que hicieron el mismo Señor Jesús y el Apóstol Pablo.



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Dichas declaraciones se referían a que no todo el que es descendiente de Abrahan, según la carne, es un verdadero israelita (Ro.2.28-29; 9.6-7).



Es teniendo en cuenta esa verdad y otras cuestiones que vamos a considerar una realidad que aparece en los escritos del apóstol Pablo sobre el “remanente” que ha estado presente en cada época significativa de la historia del pueblo de Israel y que, atendiendo a lo que se dice de él, nos arroja mucha luz en el tema que nos ocupa.



 



La importancia de los “remanentes” en el pueblo de Israel en el plan salvífico de Dios



El apóstol Pablo, en la carta a los Romanos, capítulos 9-11, menciona tres grandes periodos de la historia de Israel, dos de los cuales ponen de manifiesto la gran apostasía del pueblo: La época de Elías y la época de Isaías.



En estas dos primeras épocas, todos los mandamientos del Decálogo fueron violados; introdujeron cultos falsos, llenos de inmoralidad y hasta llegaron a realizar sacrificios de niños. Además, mataron a los profetas que Dios les enviaba, para llamarles al arrepentimiento.



Luego, en tiempo de Jesucristo y del apóstol Pablo, ya no se daban algunas de las cosas que se dieron en tiempos pasados. La lección tan dura que tuvieron que aprender, la recibieron cuando fueron deportados a Babilonia. Pero aquello dio paso a una actitud de orgullo y soberbia, acompañada con pretensiones de que ellos eran “justos” delante de Yawéh. Esa actitud les invalidaba ante él (Ro.10.1-3; 10.3; 11.7-10).



La lección que aprendemos de todo ello, es que sin la obra regeneradora del Espíritu Santo, la maldad del corazón del ser humano siempre saldrá tal y cómo dijo Jesús. (Mr. 7.20-23); y esto, sea en forma de idolatría o en forma de orgullo religioso, que para nada expresan la voluntad y el corazón justo, compasivo y misericordioso de Dios. (Mt.23.23)



Entonces, cuando leemos las consideraciones del apóstol Pablo sobre los remanentes, no parece que él esté siendo exhaustivo sino que las menciona como representativas de la mayor parte de la historia del pueblo de Israel.



Pero es importante que atendamos a las lecciones que se desprenden de lo que Pablo dice sobre los distintos remanentes.



 



1.- En tiempo de Elías. Después que Pablo dijera: “No ha desechado Dios a su pueblo…” (Ro.11.2) señala al “remanente” que quedó de todo el pueblo de Israel, en tiempos de Elías, para demostrar que Dios no rechazó a su pueblo; y eso a pesar de que Israel estaba paganizada y en completa oscuridad.



Fue en ese contexto en el cual el profeta Elías llegó a creer que él era el único fiel a Dios, que había quedado en la nación de Israel. Pero Dios le dijo que no. Pablo, escribió:



“Pero ¿qué le dijo la divina respuesta? Me he reservado siete mil que no han doblado la rodilla ante Baal” (Ro.11.2-5).



Ese era el remanente que había quedado fiel en el pueblo de Israel; y en un momento veremos el por qué y la importancia del remanente.



 



2.- En tiempo de Isaías. La historia se va repitiendo a lo largo del tiempo. Siglos después y a pesar de las lecciones que les enseñaba la historia, el pueblo se había corrompido hasta límites escandalosos. Pero también en esta ocasión, Pablo recordó la importancia del remanente:



“También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo (…) Si el Señor no nos hubiera dejando descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser y a Gomorra seríamos semejantes” (Ro.9.27-29. Énfasis míos).



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Evidentemente, el argumento paulino es muy claro. La comparación del pueblo de Israel con Sodoma y Gomorra no deja lugar a dudas. Dicha comparación es una constante en el A. Testamento. (Ver, Is.1.9; Jer.23.14; Lm.4.6; Ezq. 16.47.52, etc.).



 



3) En tiempos de Jesús y del apóstol Pablo, y el nuestro también



Pero Pablo también hace referencia al remanente, en su tiempo: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Ro.11.5).



Es evidente que el apóstol se está refiriendo como “el remanente”, a todos aquellos que confiaban en las promesas dadas a “los padres” y que se destacaban por una vida de justicia, de verdad y que, confiados en Yawéh, “esperaban la consolación de Israel”.



De los cuales, Simeón (además de una gran lista que aparece en el Nuevo Testamento) era digno representante (Luc.2.25-32). Pero si lo limitamos solamente a ellos, no haríamos justicia a la letra y el Espíritu de los evangelios.



Otros no fueron fieles en la misma forma que Simeón y esa larga lista aludida; pero sí vemos cómo muchos de los despreciados, principalmente por la clase religiosa y de los cuales eran los publicanos, pecadores, prostitutas, y gente sencilla, fueron los que aceptaron la invitación al “banquete divino” (Luc.14.15-24); incluido también el ladrón que fue crucificado junto a Jesús, y cuya vida no había sido ejemplar, pero que, a diferencia del sumo sacerdote y casi toda la clase religiosa judía, ejerció fe en el Mesías crucificado y resucitado.



Así el remanente fue creciendo, mientras que, en palabras del apóstol Pablo, “los demás, fueron endurecidos” (Ro.11.7).



Después volveremos a este tema. Pero tengo cierta seguridad de que no haríamos violencia al texto bíblico si decimos que esa declaración de Pablo, “ahora también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia…” no se limita a aquel tiempo de Jesús y de Pablo solamente, sino que se extiende hasta nuestros días, dado que el pueblo de Israel sigue presente, el Señor sigue amando a Israel, y la segunda venida de Cristo aun no se ha producido, con todo cuanto se manifestará en relación con Israel en ese tiempo.



 



A.- La existencia de remanentes en cada época, incluso la nuestra, se debieron y se deben a la gracia de Dios y garantizaron la no desaparición total del pueblo de Israel



Lo que, al parecer, nos viene a decir el texto bíblico es que el pueblo fue salvado de la destrucción total a causa del remanente de cada época. Eso es algo que se destaca en cada una de las épocas que Pablo mencionó en los pasajes mencionados.



Al parecer todo el pueblo de Israel debía al remanente (o, por causa del mismo) su propia existencia. Aunque el propósito principal era la venida del Mesías.



Ciertamente, el pueblo de Israel había dejado de representar a Dios (igual que hoy) tal y cómo él había demandado del pueblo. (Ex.19.6). Israel había perdido su sentido de ser. Como hoy. 1



Entonces, ¿Qué sentido tenía su existencia cuando incluso el nombre de Dios –en el decir de Isaías- “es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”? (Ro.2.24). Por eso, fue el mismo Dios quien afirmó por boca del profeta Isaías, que si no hubiera sido por el remanente, todo el pueblo de Israel hubiera llegado a ser “como Sodoma y como Gomorra”.



Y esto es tanto como decir que al igual que aquellas ciudades ¡Israel hubiera desaparecido del mapa!



Sin embargo, es necesario destacar que el hecho de que hubiera un remanente en cada época, no se debía al “buen carácter” de los componentes humanos de cada remanente, sino a la gracia y a la misericordia de Dios. En tiempo de Elías, el remanente fue debido a la obra de Dios, pues dice: “me he reservado siete mil hombres…”



Es de suponer que esa era una cifra representativa, dado que las mujeres no se contaban y sería lógico pensar que algunas mujeres de esos siete mil, seguirían el ejemplo fiel de sus maridos.



Pero en todo caso, ese remanente fue el resultado de la obra divina: “Me he reservado siete mil…”; y Pablo añade a continuación que esa fue una obra de gracia (Ro.11.5). De otra forma, podríamos concluir que nadie se hubiera podido salvar y que todos hubieran sido destruidos.



Pero eso fue lo mismo que se dijo en tiempos del profeta Isaías: “Si el Señor no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser y a Gomorra seríamos semejantes” (Ro.9.27-29).



Fue Dios el que se cuidó de dejar “descendencia” al pueblo de Israel para la posteridad, pues el Mesías todavía no se había manifestado, ni tampoco se hubiera manifestado en medio de una familia totalmente corrompida, desde el punto de vista moral y espiritual.



Pero Pablo señaló la realidad de la gracia y la misericordia de Dios, tanto en tiempos de Elías como de Isaías porque previamente había estado tratando el tema de la soberania de Dios, en relación con el papel del pueblo de Israel en el plan de salvación:



“Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro.9.15-16).



Así que todos los hombres y mujeres de los remanentes citados como los que habrían de darse a lo largo de la historia de Israel, hasta el día de hoy, eran y serán de los que no pretenden nada; ni por sus pretensiones (“del que quiere”) ni por sus propias fuerzas (“ni del que corre”) “sino de Dios que tiene misericordia”.



 



B.- Los remanentes nos muestran que Dios es fiel y que cumple sus promesas



Que los remanentes nos muestran la fidelidad de Dios y que sus promesas se cumplen, no necesita de mucha argumentación. Si no hubiera sido por la gracia de Dios que propició que todos los fieles que, en determinados momentos de la historia han dado incluso sus vidas, creyéndole a Dios y confesando sus promesas, estas no se habrían cumplido.



De ahí que el apóstol Pablo se refiera a “las promesas de Dios dadas a los padres” cumplidas en la persona de Jesús como un testimonio divino de su verdad, anunciada de antemano y de su fidelidad al cumplirlas:



“Porque os digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia” (Ro.15.8).



Estas palabras del apóstol Pablo encierran mucho más de lo que vemos a primera vista. En todo ese proceso en el cual Dios habló “a los padres” y hasta llegar a su perfecto cumplimiento en Cristo Jesús, hubo mucho de historia; hubo mucho de continuos impedimentos, en términos de oposición de los enemigos de Israel; guerras, exterminios, corrupciones varias –como ya hemos visto- etc., y todo con el propósito de estorbar al propósito divino y que la palabra de Dios no se cumpliera.



Pero finalmente, la soberanía de Dios que planeaba sobre toda la historia y su poder, hizo que finalmente, el Mesías, Jesús, naciera en el contexto en el cual se había prometido; en el contexto de “la circuncisión”, es decir el antiguo pacto que Dios hizo con su pueblo Israel.



De esa manera confirmó “las promesas hechas a los padres” con propósitos de salvación universales: “Para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia” (Ro.15.8).



C.- Los remanentes demuestran que “la palabra de Dios no ha fallado”



En relación con lo dicho anteriormente, es cierto que ante el fracaso reiterado del pueblo de Israel cabría pensar en que Dios no ha podido cumplir del todo sus promesas.



Sin embargo, de lo que se trataba es de que a pesar de los continuos fracasos del pueblo de Dios sus promesas se cumplieran. Esa es la argumentación del apóstol Pablo, cuando escribió:



“¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? En ninguna manera; antes bien, sea Dios veraz y todo hombre mentiroso” (Ro.3.3-4).



Entonces, ante tanto fracaso del pueblo de Israel en su relación con Dios y sus pactos, fue la intervención de la gracia de Dios que, en cada etapa, validó su palabra por encima de toda infidelidad humana, levantando y cuidando a cada remanente. Los remanentes testificaron de la verdad y la fidelidad de Dios, a pesar de todo fracaso humano; y eso, hasta el día de hoy.



 



D.- Los remanentes son la muestra de que hay una “descendencia de Israel”; un “Israel según la carne” y un “verdadero Israel” (Ro.9.6-8; 1ªCo.10.18 con Gál.6.14).



Lógicamente, toda la consideración de los distintos remanentes con todo cuanto significan, ha de llevarnos a las declaraciones, tanto de Jesús como del apóstol Pablo. Notemos lo que ya hemos señalado en una exposición anterior.



“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en el interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Ro.2.27-29)



Y también:



“No los que son hijos según la carne son israelitas; ni por ser descendientes de Abrahan, son todos hijos (…) Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Ro.9.6-8. -Comparar con Juan 8.39-45-).



Estas palabras del apóstol Pablo, junto con las que pronunció Jesús en relación con el liderazgo religioso de Israel, son muy fuertes. Y lo son, porque ponen de manifiesto verdades que a muchos les costará aceptar.



Por una parte, si tenemos en mente todo cuanto hemos dicho sobre los remanentes, vienen a decir que muchos, aunque son israelitas/judíos, pero no cumplen el propósito divino para con el pueblo de Israel, ¡no lo son!



Aquello no basta, y por tanto, no les salva. Porque eso sería como decir que los hijos de los cristianos son cristianos, porque sus padres son cristianos. Y eso no es verdad.



Por tanto ser Israelitas o judíos ¡no les salva! ¡No basta, con ser descendientes de Abrahan y haber sido circuncidados! Todo eso no los hace verdaderos israelitas-judíos y por tanto son “el Israel según la carne”; “descendientes de Abrahan”; pero no participaron ni participan de la bendición de la promesa: “Porque no todos los descendientes de Israel son israelitas” (Ro.9.6).



Hace falta algo más. Algo más de lo cual participaron todos los que formaron los remanentes de cada época, incluída también la nuestra.



Pero por otra parte los sucesivos remanentes hasta el día de hoy, nos hablan de que hay “un Israel auténtico”; un Israel con el cual Dios se identifica porque él se identifica con el Dios de sus padres y con las promesas cumplidas en la persona del Mesías, Cristo Jesús.



Ese remanente ha venido sido una constante a lo largo de estos 20 siglos de historia del pueblo de Israel; y ha venido a formar, junto con los gentiles que han creído en Jesús, el Mesías de Israel, ese “verdadero Israel” al cual se refirió el apóstol Pablo y que está compuesto por judíos y gentiles (Gál.3.29; 6.14).



Pero de ese “verdadero Israel” es necesario hablar y definirlo tal y cómo, a nuestro entender, lo define la Sagrada Escritura.



De eso nos ocuparemos en la próxima entrega, al tratar lo que el apóstol Pablo enseña a partir de la alegoría sobre el “verdadero olivo” y las “ramas del olivo silvestre” injertadas en aquel (Ro.11.16-24) así cómo también lo que enseña en la epístola a los Efesios, 2.11-18.



1. Sentido que solo podría hallarlo reconociendo al Mesías, el Señor Jesús, tal y cómo predicaron Jesús y sus apóstoles.



 



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